El gobierno de López Obrador ha reducido la competitividad social de México; restaurarla sería un proyecto de Nación atractivo para quien quiera sucederlo.
La Rand Corporation realizó este año un análisis sobre la competitividad social de las naciones -su ascenso y caída – y concluyó que lo que les permiten ser exitosas a lo largo del tiempo son siete características que están “consistentemente asociadas a su dinamismo nacional y la posición competitiva”. Estos siete elementos están presentes en México pero, lamentablemente, los gobiernos recientes los han venido minando.
1.- Las naciones que tienen Ambición y Voluntad Nacional llegan a dominar la política mundial, los avances tecnológicos y la cultura global porque cuentan con un sentido de destino que alimenta su energía competitiva.
2.- La Identidad Nacional Unificada les da coherencia y unidad social y alimenta a una ciudadanía robusta y participativa.
3.- Las naciones con Oportunidad Compartida ofrecen a los individuos la posibilidad de prosperar, expresar ideas, innovar, crear y alcanzar una vida plena que no depende de pertenecer a un grupo, clase o tribu.
4.- Un Estado Activo y competente mira hacia adelante y su energía se convierte en la maquinaria para crear condiciones para el desarrollo y para dirigir el dinamismo nacional.
5.- Las Instituciones Efectivas reducen de costos de transacción y facilitan interacciones fluidas que permiten la operación eficiente del estado.
6.- Una Sociedad que Aprende y se Adapta y propicia un ambiente intelectual abierto y dinámico, incentiva la innovación y constantemente reexamina las formas de hacer las cosas.
7.- La Diversidad y Pluralismo Competitivos producen ventajas tanto por orígenes, intereses y tradiciones, como por su efecto en la autoridad, la gobernanza y el grado en que las personas valoran la multiplicidad.
El estudio señala que la sinergia entre estos elementos -cuya peculiar combinación da un carácter especial a cada sociedad- construye la competitividad social y que es fundamental la presencia de una élite político-empresarial fuerte y efectiva que no busque el beneficio individual sino la concreción del interés público.
En el caso de México, contamos con una sólida identidad unificada y, en diferentes momentos, hemos tenido un estado fuerte para guiar los esfuerzos de industrialización y apertura económica. La gran diversidad cultural y pluralidad es, sin duda, una riqueza incomparable. Aunque no existe un “destino manifiesto” como el de Estados Unidos, nuestro país tiene una mística y un orgullo que lo identifica y proyecta mundialmente.
No obstante, las profundas desigualdades económicas y sociales limitan las posibilidades para que todos los mexicanos puedan acceder a educación y empleos que favorezcan su progreso. México está muy lejos de convertirse en una sociedad que se caracterice por la innovación y generación de talento. Las instituciones que pueden promover la competencia, detonar crecimiento y asegurar la gobernanza del país -como Suprema Corte, COFECE, INE, CRE, INAI, CONACYT, UNAM, CIDE y otros-, son relativamente jóvenes, les ha costado consolidarse como organismos autónomos o se están sometidos al ataque del poder presidencial. La corrupción de gobiernos de todos los colores también ha debilitado sensiblemente la procuración de justicia y la independencia de los organismos autónomos.
Quizá esta breve fotografía sea injusta y limitada pero es indudable que en los últimos años México ha perdido competitividad social. La visión del gobierno del presidente López Obrador está anclada en un pasado que tiene poco que ver con los retos de México. La burocracia -mediocre e ineficiente-, no ha creado condiciones para el desarrollo de los negocios y el emprendimiento: Las instituciones que dan certidumbre y aceitan el espacio del emprendimiento y la competencia, son desacreditadas por el golpeteo constante del gobierno; el deseo de emprender y mejorar es satanizado como expresión de “aspiracionismo clasemediero”; y la única intervención deliberada del gobierno para impulsar la economía se centra en hidrocarburos u obras públicas cuestionadas que contribuyen poco al despegue tecnológico que México necesita.
Aunque el presidente López Obrador se ha esforzado por remediar injusticias ancestrales con programas sociales, su obsesión por acabar con el neoliberalismo lo lleva a destruir aspectos de competitividad social que han caracterizado a naciones desde tiempos ancestrales.
México está lejos de crear la sinergia necesaria para tener la competitividad social que promueva su desarrollo sostenido. Quien aspire a ser presidente de México en 2024 puede encontrar en listado de la Rand Corporation una plataforma electoral atractiva y exitosa.
El presidente López Obrador se ufana de aprecia la historia, bien haría en aprender de ella la competitividad social que lleve a nuestro país a nuevos y mejores estadios de desarrollo.