La opinión pública fue un ente subjetivo que durante décadas se utilizó para validar acciones y actuaciones políticas. Entre las décadas de los 50’s a los 70’s, la opinión pública se medía por la fuerza de los mitines, desfiles y aplausos, todo controlado en nombre de la institucionalidad; las opiniones en contra se consideraban sublevación. Con la tecnocracia no se erradicaron del todo los eventos masivos, auditorios y estadios se seguían estremeciendo con porras, matracas, mariachis, lonas y pancartas de apoyo, la opinión pública marcada por el “aplausómetro”, y antes de que el modelo perdiera fuerza, el sistema decidió unificarla y encausarla adecuadamente mediante mesas de trabajo, consultas y participación ciudadanas, ponencias, todo un placebo para la ciudadanía; aún hoy, se canaliza a quienes tienen propuestas, incluso muy valiosas, a los consejos de participación ciudadana que ya en la práctica, pasan a formar parte de la red burocrática en la que se disuelve ésta otra forma de opinión pública.
En la actualidad, las opiniones vertidas por quienes tienen acceso a las redes sociales han desplazado a todas las anteriores. La opinión pública hoy tiene su propio foro y lo utiliza las veinticuatro horas de todos los días del año. Las opiniones razonadas o a bote pronto ya no esperan primeras planas, noticieros televisivos o radiofónicos, ya no creen en las encuestas, tampoco en el corporativismo, muy poco ciñe al empleado el sindicalismo, ambos formatos fueron casi borrados por el sistema para fortalecer a la iniciativa privada, sin suponer que con ello abrirían la compuerta a la libertad de expresarse y dar fuerza a un nuevo esquema de opinión pública que con razón o sin razón, con preparación o sin ella, con respeto o sin él, se manifiesta a sus anchas a través de las redes sociales. A veces se critica que el “opinador” sea “todólogo” pero el ciudadano común, en general sabe de todo un poco, porque todo le afecta positiva o negativamente, porque todo le incumbe. Algunos para relajarse opinan de artistas, comida, mascotas, otros para estresarse opinan sobre política y políticos, pero todos por instinto de sobrevivencia están alertas sobre la actividad de los funcionarios públicos, a quienes no les acaba de convencer que la opinión pública expresada en las redes es el mejor termómetro de su actividad y prefieren esperar y a veces invertir en encuestas, que casi siempre les coloca en los primeros lugares de lo que sea. Prefieren adecuar a su talla el espejo en el que se han de mirar y en él se ven como grandes oradores en el escenario que ellos mismos rentaron, como reyes y reinas de la primavera cortando listones de cosas de relumbrón; se ven como corredores, como ciclistas, protectores de perros con quienes se retratan acicalándolos, como conocedores de música y hasta representantes de artistas, todo superfluo para no ver lo realmente importante que recae en su ámbito de competencia, por ejemplo que no hay cupo en los panteones municipales y no han habilitado más, igual que no habilitan más mercados fijos; qué hay miles de calles en las colonias hechas un asco, intransitables, que el río que cruza la ciudad apesta, es criadero de mosquitos y generador de enfermedades, que las famosas ciclovías son inviables porque se truncan y el ciclista se queda desprotegido cargando su bici, que sus trámites de todo tipo siguen siendo engorrosos, exagerados y costosos para abrir nuevos negocios aunque sean de autoempleo, que no hacen nada efectivo para quitar los autos chatarra que entorpecen el tránsito y erradicar pestilencias surgidas del drenaje y sus respectivos roedores que salen a buscar comida entre los turistas, que sus policías municipales van por ahí ocasionando daños irreversibles a quienes detienen y entre decenas de omisiones más, se suma el trato despótico e ilegal con sus propios empleados. Varios presidentes o presidentas municipales transgreden los derechos laborales y sin importar la antigüedad de los empleados son despedidos para dar cabida a los recomendados, a los de los compromisos. Y así vemos a capitalinos trasladarse diariamente a presidencias municipales de la zona conurbada, con tacones, corbata y “tuper” con ensalada, sin gran conocimiento ni compromiso porque al fin y al cabo su trabajo es eventual, desplazando a los habitantes de la localidad que habían resistido escasos salarios durante años. De todas las carencias, estado de ánimo del ciudadano y sus opiniones, dan cuenta las redes sociales, la nueva opinión pública y en lugar de tomarlas en serio, porque ya no se irán, tratan de contrarrestarlos con “bots”, o aprendices evidenciados por falta de razonamientos o información y exceso de “miel”. La opinión pública es un poder al que nada resiste”, dijo Napoleón Bonaparte y estamos por verlo Al tiempo.