Apenas hace unos días (el 22) escribí en esta columna una reflexión sobre la inexplicable mezcla de los pronunciamientos políticos fundamentales para la patria y la música cuya armonía revolucionaria (o bufa) el señor presidente celebra y presenta de cuando en cuando. Esto dije sin imaginar cómo se iba a celebrar el 26 de julio en el Palacio Nacional, en pleno cataclismo de la cursilería lacrimógena.
Y no le llamo cursi al señor presidente. Lejos de mi intención calificar de tan fea manera la dignidad de la investidura presidencial. Me refiero a otra persona, como en adelante se verá.
Primero lo anticipatorio:
“…La selección musical va un poco más allá de la “puntada” mañanera en un escenario donde con cierta frecuencia se alternan los regeneradores pronunciamientos políticos con las canciones. El repertorio muestra el elevado gusto del señor presidente, quien tiene todo el derecho de estrujarse las entretelas del corazón con tan sentidas interpretaciones tropicales o sacudirse la emoción cuando Serrat musicalizó a Miguel Hernández.
“Ya cuando se instala en devoto de Silvio Rodríguez (en el caso cercano no fue Silvio, fue Amaury, pero da lo mismo), pues las cosas amenazan con desbarrancarse por el precipicio de la cursilería revolucionaria. Pero cada uno…”
Como todos sabemos en el año 1953 el cuartel Moncada, de Santiago de Cuba, fue asaltado por un grupo guerrillero comandado por Fidel Castro. Seis años más tarde, tomó el poder. Desde entonces el 26 de julio es el equivalente cubano a nuestro 20 de noviembre. Una fecha inicial.
Y para conmemorar el presidente se puso festivo, alegre y musical y lo más importante, junto con “Ale” (Alejandra Frausto, la secretaria de Cultura), le obsequió al cantante, Amaury Pérez, uno de los días más dichosos de su fecunda existencia, quien así lo dijo:
“…Y voy a hacer una confesión: gracias, presidente; gracias, Ale, por brindarme uno de los días más felices de mi vida…”
“Amada Virgen del Cobre,
paz de tempestad surgida.
En mis ojos detenida,
eres alivio de penas
y fe de mi alma prendida.
“Madre de Dios,
ven a verme.
“En tu nombre es realidad
la palma real y el sinsonte;
mi mar, mi cielo, mi monte,
brisa de simple verdad.
“Virgen de la Caridad,
Madre de Dios,
ven a verme.
“Sea mi plegaria el río
que va camino a tu pecho.
Mi corazón sea tu lecho
y tu intenso amor mi brío.
“Ven a verme, Madre,
Virgen de la Caridad,
Madre de Dios,
ven a verme.
“Baña tu luz mi cuerpo,
purifica mis heridas,
ampara mi leve vida,
acompáñame en la muerte.
“Virgen de la Caridad,
Madre de Dios,
ven a verme”.
Pero eso no fue todo.
Mientras Amaury cantaba, la secretaria de Cultura derramaba las emocionadas lágrimas de su henchido corazón y su alma plena de sensibilidad y de poesía, pues las letras a la Virgen de la Caridad (la patrona cubana), son obra del gran José María Vitier, cima cultural cubana de los tiempos recientes, mi sangre, y por eso la conmoción sentimental de nuestra trémula secretaria, cuya emocionalidad sobrevive a flor de piel, por eso ha sido encargada de los altos valores culturales de la patria y la humanidad entera, faltaba más, mi socio.
Y así, del Moncada al templo de La Caridad, en Santiago de Cuba, la mañana del martes, se nos fue entre las lágrimas de Ale y la memoria de una revolución desvanecida en el tiempo.
Lo demás, el mismo rollo de cada mañana.
OMAR
El decomiso de la tonelada y más de cocaína en esta ciudad, significa mucho en la lucha corra el narcotráfico (no importa quien dio el “pitazo”, importa quien lo aprovechó), pero también en la pelea por futuras posiciones políticas. Y Omar García Harfusch suma y suma puntos en su favor.
Hasta hoy es el único funcionario de comprobada eficacia.