El cuerpo es capaz de superar barreras y miles de kilómetros. Con 54 años, Germán Silva se demostró y mostró al mundo que en 111 días puedes dar 5 millones de zancadas, recorrer 19 estados del país, ascender 78 mil metros y en 5 mil kilómetros devastar 18 pares de tenis.
Pero más que descubrir México y “transitar por sus venas” su cuerpo experimentó una transformación, guiando a su mente a un estado en el que la conexión alcanzó a su familia, a su equipo, a sus amigos y a su espíritu.
Con motivo del décimo segundo aniversario de Plaza de Armas nos metimos a la pista del Estadio Olímpico de Querétaro para charlar con el mejor corredor mexicano de los últimos 50 años. El bicampeón en el Maratón de Nueva York a mitad de los noventa, cuando sus músculos lo llevaban a competir y a vencer a los atletas africanos, a llegar primero a la meta, aun cuando se perdiera en el camino nos llevó paso a paso por México, de Tijuana a Tulum para competir consigo mismo.
El corredor de Zacatlán de las Manzana, Puebla, habló de México, de su color, de sus luces y de las sombras; de los caminos de las armas, de cómo correr entre grupos armados se llega a normalizar.
El ex atleta olímpico en Barcelona 92 y Atlanta 96 también explicó lo que se ha dejado de hacer en el atletismo de fondo mexicano, de cómo las distracciones de este tiempo terminan por desviar de la ruta de la disciplina y del compromiso a los corredores nacionales.
PLAZA DE ARMAS: Después de correr más de 5mil kilómetros en 111 días, ya no te puedes parar, esa inercia es inevitable. ¿Qué sigue, qué significó eso, es difícil imaginar correr más de un maratón al día, corriste 120 maratones en 100 días?
GERMÁN SILVA: “Yo tampoco me lo podía imaginar cuando lo pensé. Simplemente tomas una decisión y dices que quieres hacer un reto personal, en descubrir de lo que el cuerpo es capaz y eso conlleva a otras cosas que no me imaginé; disfrutar a la naturaleza, a mi familia que me acompañó, conocí mucha gente en el camino. Fue un descubrimiento personal y ver la fuerza del cuerpo física y mentalmente”.
“Mucha gente se pregunta si es la mente y el cuerpo. Hoy estoy seguro que es el cuerpo, y como consecuencia, la mente. No sólo es la mentalidad, del resultado del cuerpo es como te vas motivando”.
Tras la primera pregunta y justo cuando estábamos en el arranque de la entrevista sobre el tartán de la pista del Estadio Olímpico, comenzó a caer la lluvia que nos hizo correr, literalmente, hacia una zona cubierta.
PDA: Pocos pueden decir que han recorrido México y tú lo hiciste literalmente. Al menos por 19 estados. ¿Qué viste, qué descubriste del País?
GS: “Una de las cosas era esa, conocer el país, ver cuánto se puede correr, pero hay que tener un sentido, un objetivo y pensé: -por qué no correr todo el país de Norte a Sur-.
“Sin saber a ciencia cierta cuántos kilómetros eran, y vi que eran 5 mil, pero eso es en línea recta y son 78 mil 746 km de ascenso, como subir nueve veces al Everest, además de ir sorteando los caminos de terracería, porque casi no corrí en carreteras. Recorrer México y ver su diversidad, la Sierra, el Norte del país, Baja California, La Sierra Gorda con San Luis, Guanajuato, Querétaro, Hidalgo, con esa diversidad de climas.
“En un rato estás a mil metros de altura y en 10 kilómetros estás a más de 3 mil sobre el nivel del mar cuando corres por la presa de El Realito en Guanajuato”.
Germán enfrentó retos topográficos y climáticos, por lo que el corredor se transformó en alpinista al llegar al Pico de Orizaba, a 5 mil 400 metros de altura.
La logística,
el reto principal
“El reto más grande fue la logística. Antes de empezar recorrí en carro el país en cuatro etapas. De Real de 14 al Pico de Orizaba; el segundo de Tijuana a Guachochi, en la zona donde ocurrió el problema con los padres jesuitas. El tercero del Pico de Orizaba a Tulum y el cuarto punto de Guachochi a Real de 14 y unir todo el país. El objetivo primero era trazar la ruta, medirla y grabarla con los gps, para correr sabía que el reloj me iba a decir por dónde irme”.
La Sierra Tarahumara fue una de las partes complicadas, comentó Germán Silva, quien contactó a amigos que conocen cada quien su región; de la frontera de Sonora a Cerocahui, donde mataron a los dos sacerdotes. Una segunda etapa de Cerocahui a Urique y de Urique a Batopilas y ya de Batopilas le tomó dos días para ir de la Bufa a Guachochi. Otro muy complicado fue el del Pico de Orizaba, en donde tuvo que contactar a alpinistas.
En esta Odisea, que arrancó el Día de Muertos pasado, se involucró un equipo, en ruta, de al menos 30 personas.
“Al menos se involucraron 30 personas. Tuvimos que hacer cambios en el equipo, incluso las chefs tuvieron miedo para llegar a algunas zonas, donde les recomendaron no pasar y nos dejaron en Ciudad Obregón, en donde cambiamos de chefs. Fueron algunas situaciones que se tuvieron que ajustar”.
“Quienes no se separaron fueron el fisioterapeuta Luis, Sandra mi esposa, Uri mi hija, mi hijo Riwam y mi otra hija Zyanya, que se sumó ya al final”.
Germán, un caso
para la ciencia
PDA: ¿Tu cuerpo cómo cambio. Se fueron esos músculos de 1994 y 1995, cuando fuiste bicampeón en Nueva York; te crecieron los pulmones, el corazón, el espíritu?
“Más que un cambio, mi cuerpo se transformó, ese fue el descubrimiento mayor. A nivel físico la transformación fue increíble, un caso de estudio científico a nivel celular, incluso con pruebas de sangre para saber cómo estaban los valores y a nivel genético tomando tejidos de músculo y grasa para saber qué pasaba por dentro de mi cuerpo”.
“Empecé con 56 kilos y acabé con 52, bajé mucha grasa; de un 6 por ciento a un 2 por ciento, pero descubrí que no fue algo malo, me volví muy económico con las propias reservas de grasa, sin embargo corrí más rápido la última etapa en relación la primera. Al principio cada maratón lo estaba corriendo en 3:40 y al final lo estaba haciendo por debajo de 3:20”.
Un alarde de adaptación experimentó Germán quien vio que su cuerpo se adecuaba al calor, a la humedad, a las subidas, al frío, a las bajadas y a las lesiones, como fue el correr sin uña, por lo que tuvo que hacerle un hoyo a la altura del pulgar a unos de los 18 pares de tenis que usó durante el recorrido.
“Al bajar de Sonora a Chihuahua, con el roce del zapato se me cayó la uña luego de que se molió la sangre por tres o cuatro días, por lo que tuve que hacer algunos trucos como hacerle un hoyo al tenis para que el pulgar quedara libre”.
PDA: ¿Hubo algún momento que tu cuerpo te dijera para, detente?
GS: “Por dolor sí, pero no que yo dijera para, descubrí que la mente se puede adaptar a altos umbrales del dolor. Descubrí que llega el dolor a un punto que ya no te puede doler más y de ahí va disminuyendo, aunque no se quita. Lo mejor de todo es que nunca hubo una situación orgánica o física de agotamiento. Sí acababa cansado, pero mi alimentación, el trabajo del fisioterapeuta y el descanso fueron clave para poder continuar”.
PDA: ¿A la capacidad física que siempre tuviste, a la fuerza mental que es claro que tienes. qué papel jugó el aspecto espiritual o de dónde te agarras?
GS: “A la fuerza del cuerpo y de la mente te tienes que conectar con los elementos que se van presentando; la gente, la comunicación y sí se da una conexión espiritual con tu familia, tu equipo y tu entorno. El saber que no hay día igual, que cada día es distinto es una gran motivación”.
Entre caminos armados
Fue tal la adaptación de Germán y el respeto que se fue ganando de la gente durante el recorrido que incluso por varias partes del país estuvo en contacto con grupos armados que cuidan sus territorios y no dejan pasar a nadie si no saben quién eres y a qué vas.
“La verdad siempre me trataron bien. Fueron respetuosos y nos adaptamos durante el recorrido a ver gente armada. En un principio sí sorprende, pero ya después se vuelve muy natural. Nunca estuve en riesgo, al contrario, nos decían que era bueno lo que hacíamos; les dábamos playeras que después les daban a los niños.
PDA: ¿Está vez no te perdiste, como en 1994 en Nueva York?
Tras una risa franca, Germán se remonta a ese momento de gloria que lo puso en la gran vitrina, justo en la Gran Manzana, donde el integrante de la última generación de grandes corredores enfrentaba y derrotaba a mexicanos y africanos.
GS: “Sí, varias veces, pero afortunadamente traes el GPS y si te sales de ruta te vuelve a reincorporar”.
PDA: ¿Qué pasó, qué se ha dejado de hacer, en México había una escuela muy importante de corredores de largas distancias?, se le pregunta al atleta mexicano.
GS: “Yo creo que se dejó de estar enfocado y concentrado en la carrera. Si eres un atleta de alto rendimiento tienes que estar concentrado como si estuvieras en el Ejército. Comes, descansas, entrenas dos veces al día; comes lo que debes de comer y duermes lo que debes de dormir, eso se dejó de hacer. Los jóvenes cambiaron ese número de horas que se hacían en el entrenamiento por estar en el teléfono, en distracciones que los atrapan y ellos se dejan atrapar.
“Falta persistencia. Hacer lo que se tenga que hacer para llegar a ese nivel. Si hay que entrenar se entrena, si hay que descansar se deja el teléfono, te desconectas y descansas realmente a nivel celular, físico y mental, además de que se dejaron de hacer eso grupos de atletas de alto rendimiento”
PDA: ¿Hoy se masificó la carrera y quizá la élite se perdió?
GS: “No es una consecuencia, masividad ha habido en todo el mundo, pero la calidad de alto rendimiento se redujo”.
PDA: Pero México siempre fue un generador de atletas de fondo, incluso se hablaba de la genética del mexicano, de su resistencia…
GS: “Justamente lo que dice. Tenemos una genética envidiable, se habla de que el mexicano está hecho para carreras de fondo; 5 mil, 10 mil, maratón, pero también la tienen los africanos, no tanto el europeo y eso se aprovechó, está ahí, pero no debemos esperar a que se pierda esa genética heredada”.
Prueba de esa genética la heredó Germán. Sus padres son de Puebla, su madre de Chignahuapan y su padre de Zacatlán, zonas altas, justo en donde Germán nació, dio sus primeros pasos y su cuerpo generó, a esa altura, una mayor cantidad de glóbulos rojos.
PDA: Sabemos que viene el libro, el documental… ¿Tu faceta como entrenador, cómo la vives?
GS: “Es una faceta muy retadora, cada objetivo tiene su manera y no es tan fácil. El libro será una historia de Germán Silva, en retrospectiva desde mi niñez, una tipo biografía, que va con los 100 días del recorridos, que sepan de dónde viene esta persona que logró el reto”.
Un recorrido que tuvo una inversión de 8 millones de pesos, desde la planeación, el recorrido, la grabación, que contiene casi mil horas de imagen, las cuales servirán para un documental que está en camino de lograrse.
PDA: ¿Qué te marcó más. Los dos triunfos en el Maratón de Nueva York (1994-1995) los dos Juegos Olímpicos o este reto Pinole?
“A nivel de reconocimiento mundial, hubo un antes y un después de ganar el maratón de Nueva York yéndome por otro lado, a nivel mundial fue dónde más me conocieron, pero esto que hice es el sueño de cualquier persona. El ser humano nos movemos entre el miedo y el deseo y no conozco a alguien que no traiga en su mente hacer algo que pueda marcarte y esto me marcó en todos los sentidos y más el haberlo hecho con mis hijos”.
Con la clara emoción al hablar de su familia, de que lo acompañen en ese sueño, comparte esa motivación en una faceta que no para.
“Ahora el reto es disfrutarlo, no era una competencia contra otros, pero sí contra sí mismo y siempre con las ganas de hacerlo día con día. Había que poner un precedente y dejar una marca, un récord, ya hay un tiempo a vencer, para ver quién es el valiente de intentarlo”.
Al final Germán Silva mandó una felicitación por el décimo segundo aniversario de Plaza de Armas.
“Felicitarlos por esos 12 años, por ser una vía importante para comunicar y dar historias de motivación y transmitir historias de éxito para la gente. Que vengan muchos años más”.
Sin medallas o premios, el valor de recorrer 19 estados, tocar los cuatro mares de México, son la culminación a un camino. Desde aquella primera carrera en Chilpancingo Guerrero, cuando corrió con sandalias a los 10 años de edad, las cuales terminó tirando porque se resbalaba.
Germán no reina como Ulises en Ítaca, en la Odisea de Homero, pero logró la conquista del reto Pinole, su carrera más larga, la más reciente, pero no la última, mientras haya vida, tenga a su familia y cada día sea distinto al otro, Germán Silva seguirá corriendo, como corre la sangre por sus venas.