Es primera vez que lo anuncian abiertamente gay, en vida y obra. Y es primera vez que exhiben obra y fotos donde el artista se expresa en su libre manera de ser. No es que él viviera en un clóset: los cuadros exudan una sensualidad difícil de ocultar. Lo que llama la atención es la curaduría de Magali Arreola para el museo Rufino Tamayo, intencionadamente abierta a la diversidad sexual, e inaugurada en junio, mes del orgullo gay. ¿Es un acierto o es entrar a la cajita de lo políticamente correcto?
Es una gran exposición; duele verla, conmueve el niño incomprendido que fue y pesa en los ojos observar las cicatrices coloridas. Julio Galán fue fiel al inconsciente que dejó en libertad para plasmar el sadismo que puede soportar un cuerpo. Nadie queda indiferente. Su parecido con Frida Kahlo no es del orden estético sino del arte del sufrimiento surreal expresado en imágenes hirientes, aunque más de uno con capacidad sadomasoquista se refleje en el placer al verlos. Es el arte del yo, con capacidades lacerantes.
No hay lugar para la indiferencia. La síntesis del “amor” se plasma en la obra El amor contigo nunca entró en mis planes: los volcanes el Popo y La mujer dormida viven terrenalmente separados. Y para que no exista duda Julio Galán en medio de ellos con una pinta en el pecho que dice “JOTO”. Sacrilegio consumado. Esa es la imagen idílica. Porque la atroz soledad de la muestra está en cada una de las obras que se exponen, con fotografías cómplices de Graciela Iturbide y Juan Llaguno que siguen los juegos perturbadores de Galán. Si el arte lastima supera al tiempo porque los seres no aprendemos de errores ni aciertos. Repetimos y repetimos y repetimos la suma de desastres interiores.
Deja un sabor amargo. Como el poema de W.H. Auden que en entrevista quiso leerme el artista plástico, que dice algo así como: “siempre existe un íntimo secreto, una razón privada”. Julio Galán se expone en canal. Llena sus vacíos con arte. Exhibe una forma de verdad auténtica que crea una conciencia de lo que puede ser el arte verdadero, aquel que oculta y transparenta a la vez. El oropel con que envuelve su pintura se convierte en una bomba explosiva de sentimientos.