El proceso de la sucesión presidencial ya comenzó en los hechos (el presidente López Obrador ha destapado cinco veces a Marcelo Ebrard, ha mencionado a todos sus candidatos y ha abierto claramente la disputa por la sucesión sin ningún recato), aunque el proceso electoral comience hasta octubre del próximo año. En lo político, se empalma la elección presidencial con la elección del Estado de México, en 2023, por lo que se concatenan los dos procesos políticos, se convierten en dos variables dependientes.
Antes de analizar el perfil de los candidatos posibles en la puja presidencial, es conveniente analizar el contexto, dónde estamos, cuáles son los grandes problemas nacionales y qué están planteando las distintas fuerzas políticas para resolverlos, para, a partir de ahí, contrastar los perfiles y las posibilidades de los diferentes candidatos.
Existe un consenso generalizado en que un asunto prioritario que se debe enfrentar, no sólo como imperativo político, sino como demanda ética prioritaria, es la atención de las enormes desigualdades que aún persisten en el país. No se han podido solucionar las desigualdades en educación, en salud, en ingresos, en oportunidades o entre las regiones del país. La inercia de la pobreza extrema es todavía lacerante. México es uno de los países con mayor desigualdad en el mundo.
Los intelectuales orgánicos, la coalición opositora de partidos y Claudio X. González podrán elaborar un proyecto alternativo al de Morena, pero si se centran en soluciones financieras, o subsidios, o enfoques como ese del refrán de “No hay que darles el pescado, sino hay que enseñarlos a pescar”, en donde se ve el problema desde una perspectiva neoliberal, como un asunto de los individuos y no del modelo de producción, es un enfoque erróneo para combatir las desigualdades. Las becas a los jóvenes, las pensiones a las personas de la tercera edad, los apoyos a las personas con alguna discapacidad, las ayudas a las madres solteras, a los campesinos, etc, que ha puesto en práctica López Obrador, no son dádivas, son justicia mínima que hay que conservar y ampliar.
¿Cuál podría ser el diagnóstico del “Plan para un México ganador” de Claudio X González que enarbolaría el candidato de la Coalición Va por México y, en contraste, cuál sería el de Morena, que tendría que ajustarse a dar continuidad a la Cuarta Transformación? ¿Cabría la posibilidad de una tercera vía?
Esta última cuestión es importante ¿En realidad sólo existen dos proyectos de nación, dentro de la polarización que se nos ha impuesto? ¿Cabría una tercera visión del país que recoja las propuestas más sentidas de la 4T, las demandas más urgentes para combatir las desigualdades, pero a la vez, enarbole las demandas más amplias de una clase media olvidada? ¿Se puede plantear la prioridad social de primero los pobres, sin dejar el diálogo con las clases medias y los empresarios nacionales? Tiene toda la razón AMLO al plantear que: “por el bien de México, primero los pobres”, pero no sólo los pobres…las clases medias exigen atención a sus propia falta de oportunidades-
El problema es que con la pandemia y con los rezagos no resueltos, las clases medias se han visto empobrecidas. No a los niveles de la pobreza extrema, pero las oportunidades se han reducido, son mucho más vulnerables que en 2018. Es necesario que existan más apoyos a las pequeñas y medianas empresas, que las grandes empresas asuman compromisos sociales claros, que exista mayor unidad entre los mexicanos. La polarización no beneficia a nadie, no contribuye a la solución de las desigualdades, porque los polos son excluyentes.
El péndulo de la sucesión no siempre va de derecha a izquierda y viceversa, sino, como sucedió con la sucesión de Lázaro Cárdenas, pasó de la izquierda al centro. Cárdenas no se decidió por Mújica, su mentor y amigo, sino por Manuel Ávila Camacho, quien conservó la mayoría de los logros políticos de Lázaro Cárdenas, pero atemperó el conflicto social en medio del conflicto armado de la Segunda Guerra Mundial. Igual con López Obrador, no hay que dar por sentado que se decidirá por Claudia Sheinbaum, estando la opción de Marcelo Ebrard, que seguirá sin duda el proyecto de AMLO pero con la capacidad de ampliarlo a otros estratos sociales. Los radicales no convocan, dispersan.
Ahora, a nivel mundial, existe una clara disrupción del orden establecido unipolar. Vamos claramente a un multipolarismo, no se puede sostener más una sola visión de las cosas. Este contexto internacional México lo debe enfrentar unido, no dividido, de lo contrario habrá muchos más riesgos de viabilidad para el país en un medio muy conflictivo. El que mejor conoce este medio es, sin duda, Marcelo Ebrard.
La construcción continua del proyecto de la 4T es muy compleja, la visión de futuro que vaya más allá de un sexenio es un ejercicio de complejidad que no realiza un solo interesado en dirigir este país. Pero quien sea candidato debe encabezar dicho proyecto, de convocar, orientar, asumir compromisos. He ahí el reto: debatir el proyecto de México.
Lo importante es debatir, con ideas y datos, no con el hígado o con percepciones de valor o con argumentos ad hominem. Aquí empieza el teatro hay que debatir el guion.