En sólo tres meses, el fuerte aumento mundial de la inflación ha empujado a la pobreza a unos 71 millones de personas que viven en países en vías de desarrollo, según un análisis presentado hoy por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
El alza de los precios, sobre todo de alimentos y energía y vinculado en parte a la guerra en Ucrania, ha desencadenado “una crisis del coste de la vida sin precedentes en la memoria reciente” que está teniendo un “impacto devastador” en los hogares más pobres, señala esta agencia de la ONU.
“El impacto en las tasas de pobreza es drásticamente más rápido que el shock de la pandemia de la covid-19”, destacó el administrador del PNUD, Achim Steiner, en una conferencia de prensa para presentar el informe.
El análisis, que estudia la situación en 159 países, apunta que la crisis se está haciendo notar especialmente en determinadas regiones: los Balcanes, la zona del mar Caspio y el África subsahariana, sobre todo en el Sahel.
Según el PNUD, la combinación de inflación, una complicada situación fiscal para muchos países tras los esfuerzos de la pandemia y el incremento de los tipos de interés hace que numerosos estados necesiten apoyo internacional para contener esta crisis.
Además, el riesgo de que se desate una recesión global puede agravar aún más la pobreza en todo el mundo, añade el informe.
Para frenar el aumento de la pobreza, el PNUD defiende el uso de transferencias directas de dinero a las familias más vulnerables como la herramienta más eficaz, mientras que advierte en contra de los subsidios a la energía por los que están apostando muchos Gobiernos.
“Si bien los subsidios generales a la energía pueden ayudar a corto plazo, a largo plazo impulsan la desigualdad, exacerban aún más la crisis climática y no suavizan el golpe inmediato del aumento del coste de vida tanto como lo hacen las transferencias de efectivo específicas”, señaló en un comunicado el autor del informe, George Gray Molina.
Según este experto, esos subsidios aplicados para compensar las subidas del petróleo y el gas son “un parche” que ofrece cierto alivio inmediato, pero pueden terminar por ser dañinos a largo plazo.
El informe del PNUD destaca que estas subvenciones a la energía benefician de forma desproporcionada a los más ricos, mientras que las ayudas directas son mucho mejores a la hora de apoyar a quien realmente lo necesita.