Las estadísticas en el deporte son sólo números, que en ocasiones hablan más que las palabras. Como en la serie final entre México y Australia, una edición más del clásico duelo entre David y Goliat. Con una variación: seguramente el pequeño David será lastimado.
Esto dicen los números: los 20 millones de habitantes de México son el doble de los de Australia; pero mientras este país tiene registrados a 412 mil tenistas, en el nuestro no hay registro. En Australia: un millón 150 mil tenistas en activo; 4 mil en México. Aquí tenemos 300 canchas de tenis, Australia 45 mil…. Cinco de los 10 mejores tenistas del mundo son australianos: Rod Laver -1-, Roy Emerson -2-, Neale Fraser -4-, Marty Mulligan -7- y Bob Hewitt -8-. Osuna es el sexto…. Laver ha ganado siete títulos Grand Slam en singles -este año conquistó los cuatro-, cinco en dobles y tres en mixtos… Roy Emerson: dos como singlista y seis en dobles… Neale Fraser: tres en singles, ocho en dobles y cinco en mixtos. Nuestro historial tiene una sola sede: Forest Hills. Dos veces campeón de dobles ha sido Osuna; la primera con Dennis Ralston. La segunda, este año, con Palafox. Once veces ha ganado Australia la Copa Davis en los últimos 13 años.
Pancho controla las entrevistas de prensa. Sólo media hora tendrán los reporteros, y en orden.
Uno de ellos me dijo: se dice que su esposa está esperando un hijo. Sí, así es. ¿Y cuál va a ser su nombre? Si es hombre, va a ser Eduardo Brisbane, dije. ¿Y si es niña? Raquel Brisbane. Porque, coincidentemente, todos mis hijos nacieron cuando yo estaba compitiendo en el extranjero, y su segundo nombre siempre estuvo relacionado con el club o la ciudad. Pancho, el mayor, es Francisco Wimbledon; Javier es Altamira, por el Altamira Tenis Club, de Venezuela –mi suegro, que es de Altamira, Tamaulipas, estaba feliz: “le puso Altamira por mí”-, y María de Lourdes es Cleveland, porque estábamos jugando Copa Davis en esa ciudad.
Pancho Contreras
Miércoles 26 de diciembre. Con clima frío y ligeras lloviznas inicia la serie, con dos características principales: la abrumadora superioridad australiana y el irreductible espíritu mexicano. Pelean Palafox y Osuna. Pero no pueden. Simplemente no pueden pese a que, lesionado, Rod Laver, el mejor australiano, no jugará singles. Sólo el punto de dobles. Toño arrebata el primer set a Neal Fraser -9-7-, pero se hunde en los dos siguientes, y a punto está de resurgir en el cuarto, ganado por Fraser 11-9.
Y mientras tanto, en el vestidor, el Pelón Osuna entraba en profunda concentración. Se acostaba unos 25 minutos antes de entrar a la cancha, se cubría la cara con una toalla y nos decía: “no me moleste nadie”. Y todos nos quedábamos en silencio. Ya. Se quita la toalla. ¿Con quién juego, maestro? Con Rod Laver. ¿Con ese güey? Le voy a jugar al revés; lo voy a hacer talco. Ese era el Pelón. Tenía una mentalidad y una fuerza brutas. Pierde 6-2 6-1 y 7-5 con Laver, salimos caminando de la cancha y me dice: “maestro, este güey no me vuelve a ganar”. No, no te preocupes: se hace profesional el día primero. Ya no vas a volver a jugar con él.
Pancho Contreras
También en tres sets pierde la pareja campeona de Forest Hills ante la pareja campeona de Australia y Roland Garros: Emerson y Laver. Con la serie decidida, Osuna lleva a cinco sets a Fraser y, en el último punto, Laver derrota en cuatro a Palafox.
No teníamos nada que hacer ante ese equipo, en el que jugaban dos de los mejores tenistas de todos los tiempos: Neale Fraser y, sobre todo, Rod Laver, uno de los dos jugadores que ha conquistado un Grand Slam como debe de ser: en un solo año. Eso quiere decir 28 victorias consecutivas, en Australia, Roland Garros, Wimbledon y Estados Unidos, no sólo en diferentes países sino en diferentes canchas. Y lo hizo dos veces: en ese 1962 y en 1969. Nos vencieron 5-0. Así debía de ser. No eran buenos; eran sensacionales. Pero jamás vivimos una emoción más grande que la de ese año…
En fin… El sábado es la fiesta formal. Smoking, baile, la prima de la reina, y el gobernador de no sé dónde, y la tía del cónsul de no sé qué país, y tal y tal… Harry Hopman a mi izquierda. Y nosotros todos apretados por los condenados smokings, todos tiesos. Y los muchachos: “Oye, Pancho, ya vámonos. Esto está de la fregada”. De repente vemos a Chris Christopher, presidente de la Asociación de Cronistas Deportivos de Australia con un paquetito en las manos. Y me dice Hopman: te va a dar algo. Y yo: no, pues ni idea. Llega y pone el paquete frente a mí, con un koalita de peluche, precioso, en la tapa. Ábrelo… Era un pastel con la inscripción “Raquel Brisbane”. Porque ellos, como periodistas, vieron los cables y se enteraron del nacimiento de mi hija. Y yo empiezo a gritar en español. Y Mario: qué pasó, Pancho. Y yo como loco: Raquel, Raquel Brisbane, María de Lourdes tuvo a Raquel Brisbane. Y empezó a correrse la voz, se armó la gran fiesta, fuera corbatas de moño, y todo mundo a bailar, yo bailando con la prima de la reina. Diez años después me encontré en Palm Springs con Cliff Sproud, quien fue el árbitro de la serie. Oye, Pancho, te tengo que decir algo: esa fiesta en Brisbane ha sido la mejor de toda la historia: fuera corbatas, fuera protocolos…
Pancho Contreras