Independientemente del daño causado a los Estados Unidos por la persistente labor de espionaje cibernético de Julián Assange y sus patrocinadores ocultos, el pirata australiano más célebre de los tiempos digitales es un delincuente confeso.
No es, como dicen los políticamente correctos, un presunto responsable; no. Wikileaks misma es prueba en su contra.
Es un transgresor de la ley en varios órdenes relacionados con la intromisión cibernética. Otras acusaciones, por violación, fueron desestimadas por la justicia sueca. Assange se escondió en la embajada de Ecuador durante siete años mientras estos cargos se desvanecían. Después Londres lo retuvo. Y ahora EE. UU. lo solicita extraditado. Se les ha concedido.
Como sabemos, “la ministra del Interior británica, Priti Patel (17 jun 22. EP), ha aprobado la extradición del fundador de WikiLeaks, Julián Assange, a Estados Unidos para enfrentarse a la justicia norteamericana…
“…Las autoridades estadounidenses acusan al hacker australiano de 18 delitos, incluido uno de espionaje, relacionados con la publicación por parte de WikiLeaks de información confidencial, registros militares y cables diplomáticos…
“…Los seguidores de Assange han defendido que es un héroe antisistema que ha sido victimizado porque expuso las irregularidades cometidas por EE. UU. en los conflictos de
Afganistán e Irak, y que su enjuiciamiento es un ataque al periodismo y la libertad de expresión”.
La propia definición de la plataforma Wikileaks es una confesión: es “un sistema incensurable que permite la filtración masiva e imposible de rastrear de documentos y su análisis público”.
Pero como en este mundo hay gente “pa´too”, como decía el gitano, el presidente de México, Don Andrés Manuel López Obrador –quien tiene por costumbre no meterse en asuntos de otros países, para evitar aquí intromisiones extranjeras– les ha pedido a dos presidentes estadounidenses (Trump y Biden), la exoneración del transgresor.
Y también ha requerido –no se sabe a quién, ni con cual autoridad extraterritorial–, como si se tratara del monumento a Cristóbal Colón en el Paseo de la Reforma, el derribo de la estatua de la libertad en la Isla Ellis de Nueva York, si los estadounidenses aplican la justicia en contra de este hombre.
“–No puede haber silencio. A nosotros nos consta: los cables que dio a conocer hablan del fraude de 2006, de cómo fueron distintos personajes a la Embajada de Estados Unidos en México a confesarse […] y no sólo es México, es todo el mundo”.
Así pues, un proceso en el cual los americanos pueden aplicar sus leyes antiterroristas y el Acta Patriótica en contra de un saboteador (el hackeo de secretos militares puede ser así considerado por cualquier fiscal con la primeria terminada), pone al héroe de las izquierdas planetarias, en riesgo de morir prisionero.
Hasta ahora nadie sabe si el mundo recibirá con seriedad o hilaridad, el presidente López Obrador propone una campaña internacional para destruir el Monumento a la Libertad y la estatua alegórica de Bartholdi, si sobre Assange llegara a caer todo el peso de la justicia. México hace no mucho, le ofreció asilo al pirata. La GB, lo ignoró. Dijo AMLO:
“…Convocar a un encuentro de la prensa más importante del mundo para exhortar, para pedir, para llamar a que se le otorgue un indulto a Assange; si no lo hacen, van a quedar manchados… hay que empezar con la campaña de si lo llevan a Estados Unidos y lo condenan a pena máxima y a morir en prisión hay que empezar la campaña de que se desmonte la Estatua de la Libertad que entregaron los franceses y que está en Nueva York porque ya no es símbolo de libertad”.
La estatua fue un obsequio de Francia a EU en el centenario de la Independencia americana. Mala suerte le espera.
En el centenario mexicano, los galos le dieron a México una estatua de Pasteur, se hornea en el jardín del cannabis, junto al Senado. Peor suerte.