Ser parte del gremio teatral y desconocer quien fue Peter Brook es casi una regla general de los estudiantes de la escena, ya no digamos del público común y corriente. Pero este hombre creativo y renovador del teatro contemporáneo escribió un libro que motivó, por ejemplo, al movimiento de la escena africana en Sudáfrica. Les bastó la primera frase de su libro El espacio vacío para sentirse inspirados:
“Puedo tomar cualquier espacio vacío y llamarlo un escenario desnudo. Un hombre camina por este espacio vacío mientras otro lo observa, y esto es todo lo que se necesita para realizar un acto teatral”.
En los municipios negros de aquel continente no existía un solo “edificio de teatro”. Pero con la frase inicial del libro tenían lo que necesitaban. Eran los años 70 y los sudafricanos hicieron representaciones en la calle, en los cafés, hospitales o poblados más alejados. A pleno sol y frente a los espectadores, surgió un movimiento teatral. Es el poder de un libro.
Se considera a Peter Brook en la misma importancia que otro olvidado, Konstantin Stanislavsky. El ruso creó un método de actuación y el inglés revolucionó la escena mundial con montajes como Marat Sade o El Mahabharata. Tuve la fortuna de ver varios de sus montajes en diversas ciudades del mundo, incluida Ciudad de México, donde vino varias ocasiones y del que escribí en diversos momentos de mi vida profesional.
Leer sus libros La puerta abierta. Reflexiones sobre la interpretación y el teatro, Más allá del espacio vacío o Hilos del tiempo es adentrarnos en el conocimiento de un arte que exige espectadores dispuestos a conocer al otro, no un público estragado por la televisión o las plataformas digitales.
No caeré en el lugar común de “me duele su partida” porque la de Peter Brook fue una vida a todo pulmón: 97 años y una trayectoria que atravesó al siglo XX. Dejó Inglaterra porque “la experimentación artística siempre se mira con recelo, mientras que en Francia forma parte natural de la vida artística”. París lo recibió y ahí quedó hasta su muerte.
Escribió en La puerta abierta: “un proceso en perpetuo cambio no es un proceso de confusión sino de desarrollo. Ésa es la clave. Éste es el secreto… no hay secretos”.