Los esfuerzos de la humanidad se han enfocado en conservar la vida, mejorarla, darle calidad y extenderla, para lograrlo surge la ciencia y su inimaginable cauda de profesionistas o no, dedicados a este propósito universal para el que los gobiernos del mundo invierten mucho de su presupuesto, a riesgo de quedarse sin gobernados bajo el agobio de pandemias como las ya vividas.
En el mundo occidental el cuidado de la salud se atiende, oficialmente, con medicina alópata y habiéndose vuelto ésta, artículo de primera necesidad, en lo concerniente a médicos, medicinas y hospitales, recae la gris sospecha del abuso. Muchos de los hospitales privados, por ejemplo, son empresas y negocios millonarios cuyo único lazo con la salud es su giro comercial, por lo demás, ¡ay! de quién caiga en sus camillas porque, ante el incierto futuro del paciente, suelen pedir desde depósitos millonarios hasta escrituras de propiedades; su política de costos y cobros es inhumana. Por otra parte, los precios de estudios médicos y laboratorios son exagerados, parecieran sin control, los medicamentos tienen fluctuaciones de precios polarizados que inducen a la duda sobre su calidad, pero el hecho de que unos y otros los vendan en farmacias autorizadas, indica que sirven igual pero unos para los que pueden pagarlos y otros para los que apenas les alcanza; y para que nadie o los menos, prescindan del médico, su venta requiere receta médica y aquí es donde el gasto se duplica o triplica, porque hoy, casi ya no hay médicos generales, más que en los consultorios populares, los demás, todos son especialistas en algo y como tal, la mayoría cobran mínimo mil pesos por consulta que suele durar quince minutos, porque al ser especialistas, andan de la seca a la meca, dando consulta en hospitales públicos, privados, realizan cirugías, pocos partos y muchas cesáreas, visitan a pacientes en casa, asisten a congresos nacionales y en el extranjero, dan cursos, conferencias y clases en varias universidades; al menos esto es lo que informan sus asistentes cuando se pide una cita que a veces hay que esperar hasta meses. Y así como los médicos de a cincuenta pesos recetan el mismo analgésico para todo mal, muchos especialistas recetan sin pudor, benzodiazepinas, como el clonazepam, diazepam, lorazepam, etc., cuyos efectos sedantes, hipnóticos, ansiolíticos, crean dependencia sobre la que alertan hasta de los laboratorios que las fabrican, indicando que lo ideal es tomarlos por diez días en lo que se encuentra el origen del achaque y no más de seis meses, porque su consumo prolongado propicia el deterioro cognitivo y sin embargo, los médicos que los prescriben, además de sus mínimos mil pesos de consulta para renovarla, la siguen recetando por años, por seis, diez, doce, quince, años y hasta de por vida y los pacientes retornan a él, cada vez más automatizados, igual que viven, autómatas, satisfechos de no padecer insomnio pero sin saber que es haber dormido. Acertada la predicción de Rudolf Steiner quien hace un siglo escribió: “en el futuro eliminaremos el alma con medicina…bajo el pretexto de un punto de vista sano”. En éste y muchos tipos más de “medicinas”, hay abuso y consecuencias insospechadas en la famosa y perseguida calidad de vida y hasta en las causas de muerte. La industria de la medicina es una de las más ricas del mundo, recientemente en nuestro país se descubrió a políticos combinar la capa y espada de la curul con la jeringa, los antiácidos, analgésicos, antipiréticos y los sobornos, manteniendo a las instituciones de seguridad social colmadas de unos y carentes de los vitales que el paciente debía comprar en farmacias, algunas también de políticos. Quién sabe si sólo en Querétaro el elefante reumático del sector salud no ha acabado de moverse, pero actualmente la vacuna contra el tétanos, enfermedad mortal, no se encuentra en clínicas del IMSS, pero en cambio derivan al paciente a los llamados centros de salud en donde informan que hace cuatro años no se les abastece, ¡Ah!, pero dónde sí hay esta vacuna por un precio cercano a los mil pesos es en un negocio expendedor de vacunas instalado en un hospital privado. Los más expuestos a herirse con fierro oxidado causante del tétanos son obreros, campesinos, albañiles y deberán endeudarse o morir por falta de ésta vacuna y de cuántas más. Hasta cuando dará la cara la autoridad a quien corresponde vigilar que vacunas y medicinas de las que dependa la vida no se esfumen del sector salud para alentar el negocio de su venta, para vigilar que los médicos no hagan a sus pacientes dependientes de la medicina y de ellos y que por fin, les ponga un alto a los hospitales que despojan a la gente de sus bienes a veces sólo por alargarle unos días de vida. Las consecuencias de esto y mucho más son terribles y Al tiempo.