Una vez más se está redactando el acta funeraria del PRI, como se ha venido haciendo desde el inicio del siglo, pero una vez más tendrán que esperar un poco más para ponerle la fecha de defunción. El 18 por ciento de preferencias que aún conserva le concede tiempo y es incluso codiciado en una alianza electoral, como se está viendo por la decisión del PAN de correr junto a él en el proceso electivo de 2024.
Cierto es que está enfermo de gravedad, padece de un tumor maligno enquistado que no pudieron extirpar en reciente sesión once ex dirigentes nacionales. Su actual dirigente, Alejandro Moreno, se ha apoderado del Consejo Político Nacional y colocado en las dirigencias estatales a incondicionales y puede presumir, y así lo hizo ante los ex, que tiene el control de las estructuras de dirección. Buenas noticias para él, muy malas para el partido pues esa estructura y su conducción no han podido obtener victorias por sí mismos, solo en alianza.
En 2016 el PRI perdió en una sola jornada 7 de doce gubernaturas en juego y su dirigente Manlio Fabio Beltrones renunció, asumiendo una culpa que no era exclusivamente suya. El actual, Alejandro Moreno, que logró concentrar en su persona decisiones fundamentales para la designación de candidatos, en las elecciones del 2021, perdió Campeche, Colima, Guerrero, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas; en este 2022 perdió Oaxaca e Hidalgo y se niega a renunciar o a aceptar culpas.
Ante este panorama de resultados pueden tener razones los enterradores del PRI para augurar su desaparición pues esta dirigencia parece la orquesta del Titanic hundiéndose con su director, pero algo le queda al partido, para que desde el centro del poder le estén armando una persecución política a este dirigente incompetente. Su resistencia y supervivencia, depende de la tozudez con que se mantenga dentro de la alianza electoral formada con el PAN y pueda mantener la cohesión en sus fracciones legislativas, pues el día que las pierda empezará a oler el cadáver político que de hecho ya es.
Independientemente de este factor, grave, que amenaza la existencia del PRI, existen otros factores que permiten augurar más vida para la organización política. A pesar de que las posiciones disminuyen, como las gubernaturas, el voto duro priista sigue estando presente en las urnas. Hay entre nueve y diez millones de votos fieles que se expresan con determinación a pesar de lo adverso del clima electoral. Adicionalmente Siempre ha sido capaz de transformarse aunque ahora se ha visto lento de reflejos.
¿Puede el PRI reorientarse en el corto plazo? Es posible que sí, pero no lo hará con la actual dirigencia inmersa en una óptica mercantilista. Ya lo ha hecho al avanzar del nacionalismo revolucionario a la socialdemocracia y luego al liberalismo económico, siempre entendiendo el rumbo de la sociedad y debe hacerlo ahora nuevamente.
Esa ha sido su fortaleza que no entienden estos priistas de nuevo cuño, acostumbrados a una política coyuntural y electorera. Lo que distinguió al PRI fue siempre la visión de estado y aunque criticables sus formas, supo siempre acompañar y conducir a la sociedad en sus procesos transformadores.
Hoy, la falta de resultados de un gobierno que no es más que maquinaria electoral, nutre el discurso oposicionista, absurdamente unificado en criticar lo que se hace, sin entender que, a pesar de la mala conducción del gobierno, aún tiene el apoyo de más del 50% y que al criticar sus hechos, está yendo en contra de lo que piensa la mayoría, equivocada o no, lo que es un pésimo recurso de marketing político.
Responden y discuten la retórica presidencial, siempre a la zaga, olvidándose de que durante más de 70 años fueron vanguardia y tienen la capacidad para seguir siéndolo. No lo hará esta dirigencia pues no es capaz de convocar a la inteligencia del país hoy inconforme, para estructurar una propuesta alternativa.
Como no es capaz tampoco de rodearse de políticos formados en la convicción y no en la rapaz persecución de puestos. No es capaz de entender que la política es de sumas, incluso de los que difieren en óptica pero no en objetivos.
Que el PRI puede morir, también es posible de persistir en la ceguera de no reconocer sus culpas, independientemente de quien sea el culpable directo, la sociedad ya lo generalizó y eso amerita confesión y arrepentimiento acompañado de las medidas para que no vuelva a suceder, lo que lleva a recuperar la dignidad de la política y desterrar a los aventureros y oportunistas que han medrado a la sombra de sus siglas.
Los partidos tradicionales están muriendo, no solo el PRI, porque no han entendido que el país cambió, ni lo entenderán mientras sus dirigentes vivan pensando como sobreviven y como usufructúan sus parcelas de poder. Esa es política mezquina, chiquita, cuando el país necesita que se piense en grande, con visión de estado no de pandillas electorales.