Los resultados de la IX Cumbre de las Américas son magros, si se relacionan con las expectativas. Lo que hay que reconocer es un gran trabajo diplomático que, en este caso, lo realizó Marcelo Ebrard. Tengo en mis manos el reporte ejecutivo, que es parte del proyecto bi-anual tripartito “Sociedad civil, cooperación internacional y nuevo diálogo entre América Latina y Estados Unidos”, que realizó El Colegio de México, la Universidad de los Andes de Bogotá y la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires, en el que participaron docenas de expertos del sector académico, diplomático y social de distintos países de América Latina y el Caribe.
Las discusiones que dieron lugar al reporte, versaron sobre los desafíos urgentes de la región y los posibles enfoques y propuestas para abordarlos en aras de una mejor conversación entre los países de América. En especial, se buscó alentar la discusión sobre cómo mejorar la interlocución de América Latina y el Caribe con Estados Unidos.
El primer obstáculo a que se enfrentaron estos investigadores fue que, de parte de Estados Unidos, no hubo comunicación sobre el temario, ni se consultó con América Latina. Esto lo percibió muy bien Ebrard y para sacar algún provecho de la reunión, se enfocó a los tres temas principales que le interesan a México, los principios de la política exterior mexicana, la migración y la sustitución de la OEA.
Los principales mensajes del reporte son tres: Que la agenda imperativa de las Américas es la social; que los actores sociales son clave en la comprensión de los problemas y en el diseño e implementación de las soluciones y que es preciso conectar los espacios multilaterales y las acciones gubernamentales a las necesidades, demandas y nuevas subjetividades ciudadanas, lo que requiere democratizar los canales de interlocución y representación en las Américas. Con la exclusión, no hay democratización posible.
Los énfasis temáticos de las Cumbres han estado relacionados con el contexto mundial y los escenarios regionales que, en esta ocasión, se intentó desviarlos a otras intenciones ocultas de Washington, la electoral y la geopolítica. Una muy mala lectura de Blinken sobre lo que esperaba esta parte del hemisferio. Fue un error grave el desperdicio de una oportunidad de colaboración y apoyo entre los países del continente. Error semejante al de Trump, que no asistió a la VIII Cumbre en 2018. Esta vez había mayores expectativas respecto a la actitud de un presidente demócrata. Biden tampoco estuvo a la altura.
Después del paréntesis generado por la pandemia y en medio de una guerra en Ucrania, que afecta e impactará a todos los países del área, sobre todo en los campos de la energía, los alimentos y la inflación, en el crecimiento y en el desarrollo social, Estados Unidos se exhibió con los mismos intereses miopes y faltos de empatía.
Marcelo Ebrard agregó las intencionalidades políticas de México: La Cumbre debería erradicar la práctica del reconocimiento selectivo de los países (la no invitación de Cuba, Nicaragua y Venezuela), tema central e histórico de la política exterior mexicana y Estados Unidos debería de suprimir los bloqueos y sanciones como método para destituir gobiernos, que además de significar una violación flagrante al principio de no intervención, significan una asfixia criminal hacia la población. Enfatizó Ebrard que los bloqueos no son más que un método de presión criminal, para obligar a que el hambre y la escasez de lo más elemental, lleve a los pueblos a derrocar gobiernos que no son afines a sus intereses. El más burdo intervencionismo con métodos criminales.
Explicó con claridad que esas son las dos razones principales de la inasistencia del presidente López Obrador a la Cumbre, porque no quiso convalidar esas acciones que contravienen explícitamente los dos principios históricos de nuestra política exterior, la no intervención y el reconocimiento, que es una forma probada de intromisión en los asuntos internos de los países.
Dentro de este enfoque, Marcelo Ebrard denuncia la inoperancia de la OEA, insistió en que la OEA se ha desviado de sus objetivos institucionales y ha dedicado cuantiosos recursos a supervisar elecciones, agrediendo a gobiernos legítimos, como sucedió en Bolivia en 2019, dejando de lado asuntos esenciales, como la coordinación de los apoyos necesarios para enfrentar la pandemia del Covid 19. ¿Dónde estuvo la OEA en esta emergencia sanitaria?
El asunto de la inclusividad fue tema central de la mayoría de las intervenciones de los representantes de los países del área, Marcelo contó más de veinte. Asunto ignorado por Estados Unidos. Se insistió en que el país sede no tiene el derecho de excluir a nadie. Otra falla de la OEA, por eso está agotada.
En la mayor parte de los temas que se señalan como prioritarios en el momento actual, los costos de no avanzar en soluciones conjuntas pueden ser muy altos para todos. Es el caso de la pobreza extrema y la desigualdad, las crisis alimentarias o la presencia sin precedente del crimen organizado transnacional. Biden tenía como foco principal el asunto de la migración. Aún en éste se quedó corto. No hubo otra mirada, incluso no se tocó la propuesta de México de atender las causas económicas y sociales de la emigración en Centroamérica.
Ya el presidente López Obrador había hecho, poco antes, un reclamo muy puntual sobre la diferencia del apoyo, que no se ha dado a América Central, de invertir cuatro mil millones de dólares, en contraposición del apoyo otorgado, fast track, a Ucrania de 40 mil millones de dólares. “Estamos transformando nuestro enfoque para gestionar la migración en las Américas”, dijo Biden y agregó: “Ningún país debería cargar en solitario” con los crecientes flujos migratorios. La palabra clave “responsabilidad compartida”, no tuvo eco en América Latina. Biden acogerá a 20.000 refugiados de América Latina en 2023 y 2024 (tres veces más que este año) y desembolsará 314 millones de dólares en ayuda para migrantes en la región. En comparación con los cien mil ucranianos que recibirá este año y los 40 millones de dólares de apoyo para Ucrania. Esa es la diferencia del interés estadounidense y del compromiso compartido con el continente americano. Dinero mata carita.
Muchos esperan un enfriamiento de las relaciones de estados Unidos hacia México, pero ante estas actitudes, ¿De qué sirve un acercamiento? ¿Para convalidar esa asimetría de posiciones? No gracias, es mejor una lejanía para ampliar las posibilidades de negociación, que una cercanía vergonzosa, que obligue a convalidar posturas, que no por ser de los demócratas, dejan de ser imperialistas.