Capítulo VII
Última Oportunidad
Sin pensarlo más María Lorenda accedió a hacerse de la valentía de aquellos mozalbetes del ejército del Norte que fueron capturados por sus hombres debajo de la casona de los Iturbe, allá en la ciudad de San Miguel Arcángel de góticas torres, por lo tanto ahora debería estar a la total confianza de que seguirían el camino por debajo de la casona que seguramente los llevaría a un río por el caudal de chorros que pasan constantemente a sus pies; el Marqués de Salamanca había ya traído los caballos para cargar las carrozas pero aún no se daba por donde podían pasar el tamaño de animales de tiro, así que rauda la joven instó al valiente jovenzuelo a que diera las indicaciones.
-¡Vamos indicadnos por dónde bajarían los caballos! Pero te advierto una cosa, si tratáis de involucrarme en una trampa o una nueva emboscada ¡Te partiré la cabeza en dos! Haz visto que no me tiento el corazón en hacerlo ¿Entendiste?
-Sí señora ¡Me ha quedado claro! -el joven tomó hacía la parte de la izquierda de la casona y abrió unas puertas en donde fácilmente una persona pasa ¡Pero los caballos imposible! Después bajó una escalinata, detrás de él iba la joven marquesa y sus hombres, continuó el camino, a tan solo unas cuantas varas se observaba como la cueva se ampliaba y una luz resplandecía – ¡Ahí mi señora observad! Es el río, unas simples cuatro calles y estamos debajo de la casona.
-¡Increíble los cercano y sencillo que resulta! -increpaba uno de los hombres de la marquesa de Salamanca.
-¡Corred y avisadle a mi esposo que por este lado está la entrada! Que se dé prisa con los animales que la gente regresa a las calles.
Un raudo hombre corre por la levantada calle, algunas personas aún no salen de sus casas con el temor que sea un ataque del ejército -acostumbrados a constantes asaltos y desventuras- al llegar con el Marqués de Salamanca le instó la orden y todos los caballos fueron llevados a galope hasta la entrada de la cueva.
-¡Mi señora estamos aquí! – instó el joven – metieron a los animales por un nuevo túnel y este permitía de boca y jarro que lograran pasar las carrozas con el valioso contenido, mientras se iban enganchando uno a uno los caballos, María Lorenda buscaba algún resquicio de la parte del tesoro que no encontraron, pisadas, pólvora o marcas que hubieran dejado las demás carrozas, en sus pensamientos iban y venían que de lo recuperado todavía faltaba bastante y que ahora era primordial descubrir como sacarlos y protegerlo hasta la llegada a la ciudad de los violáceos atardeceres ¡Ensimismada se encontraba cuando su esposo le hizo la seña!
-Esposa mía ¡Todo está en espera de tus órdenes! Las carrozas enganchadas, los jinetes listos a la guardia y los nuevos mozalbetes amarrados de las manos, que por simple precaución lo hemos logrado sin resistencia de ellos ¿Hacia dónde nos dirigimos?
La joven de cuclillas aún miraba las pisadas de los caballos, restos de algunas ropas y unos rifles abandonados hacia dentro de la cueva, se acercó a uno de los jóvenes maniatados.
-Indicadme ¿Si sigo este camino hasta el final esta cueva a dónde me lleva? ¿En dónde termina? – el chico miró a todos los demás como tratando de que alguien le auxiliara, todos evitaron la mirada – ¡Hacia la casona del alguacil principal mi señora! De sabed que este es su escape preferido cuando hay revueltas en la ciudad -¿Y él está ahí en este momento? – preguntó insistente María Lorenda – Sí señora ¡Es muy seguro que esté ahí!
La joven Duque de las Casas observaba tratando de decidir, si llevarse su oro y dejar todo detrás o de una vez y por todas descubrir quien había traído a este lugar el tesoro, seguramente por órdenes del general Mariano Escobedo, tener una guardia del tamaño de la de la casona de los Iturbe implicaba que las autoridades estuvieran enteradas.
-¡Escuchad bien señores! Si no largamos de aquí sin saber que sucedió nos exponemos a que en un futuro cercano nos vuelvan a saquear o inclusive ¡Cambiarán nuestras vidas por este cargamento! Les insto a que piensen un sencillo momento, finalizamos de una vez y por todo este asalto ¡Terminamos con los autores que están a unos cuantos pasos! O partimos y pereceremos con la inmensa incertidumbre de que cada día tendremos que cuidarnos hasta de nuestra propia sombra, carcomiéndonos la tranquilidad propia y de nuestras familias ¿O vamos por todos ellos para desaparecer nuestros miedos? ¿qué me respondéis? -¡Vamos por ellos! -contestaron a la misma voz – ustedes mozalbetes ¿Están conmigo en este embate? ¿O los doy por bajas en este mismo instante por todos y cada uno de mis leales hombres? – les recriminó María Lorenda – ¡Estamos con usted!
El sonido atronador de los caballos que fueron usados para llegar a la parte debajo de la casona del alguacil principal alertó a los guardias que custodian la única entrada a ese pasadizo natural ¡Quienes dieron la alerta! – ¡Asalto mi señor! Asalto por debajo de la casona -solo eso pudo decir ¡Un filoso frío entró por su corazón que le evitó respirar! – ¡Vamos mis hombres! Por la venganza -gritaba la joven marquesa. Al entrar fueron recibidos por disparos y algunos leños encendidos que hicieron el menor daño, en contra ofensiva los hombres leales arremetieron con fuerza y reventaron el aldabón de portón que impedía el paso desde abajo, unos hombres los recibieron con sus rifles y después con sus bayonetas les arrancaban las carnes ¡Hubo bajas! Pero continuó el embate.
Los hombres que siguieron ya no obtuvieron resistencia, una voz gritó desde más dentro: -¡Abrid las puertas para que salga el alguacil! -de inmediato supieron que trataba de escapar, María Lorenda subió a su montura y por un estrecho pasadizo tuvo que abrazar al animal para que lograran pasar ¡Sus hombres le siguieron y los que no alcanzaban monta lo hicieron de fugaz estampida! Al entrar al patio principal fueron recibido a resistencia cuerpo a cuerpo y destellos de flores rojas por los disparos ¡Unos caían! Los otros continuaban ¡En ello los mozalbetes que había resguardado la retaguardia tuvieron la oportunidad de mostrar su lealtad! Tomaron las espadas de los caídos y con el esfuerzo grácil de un joven se fueron sobre los celadores y defensores del aguacil principal, quien aún preparaba la salida, pero no le abrían el portón ¡Todos luchaban! ¿Quién lo haría? María Lorenda se acercó a él y de un salto de su monta se le puso encima cayendo los dos ¡El golpe dejó maltrecho al alguacil! Todos los hombres de la marquesa lograron someter a quienes resistían, ella se puso delante del alguacil y con el filoso florín lo puso en medio de los ojos.
-¡Llegué aquí por lo que me pertenece mi señor! Pero antes de llevármelo debo saber varias cosas que estoy segura me lo podrá mencionar, lo sabe usted, lo hacemos a su manera o lo hacemos a la propia ¿Qué me dice? – el alguacil no emitía sonido alguno, solo se limitaba a jadear por el dolor de sus lastimaduras – Lo voy a repetir – instó la joven – ¿Quiénes están detrás de este asalto a mi familia? La vida de varios de mis hombres y la de mi propia madre se ha teñido de venganza y a eso he venido, la inconciencia de mi padre es un resultado más ¡Decidme o lo partiré en dos! – el alguacil a reflejo de sobrevivir solo comenzó a llorar y hacerse de posición de recién parido – ¡Cobarde! -en ello la joven iba a asestarle la estocada final cuando una voz salió por detrás de sus oídos:
-Decidme bella marquesa ¿Su vivaz modo de ser es resultado de una educación propicia para un caballero? O tiene de modo ¿Ser así a los lugares que visita?
– ¿Pero quién demonios eres?
-¿Acaso ya no me reconoce?
La joven hacía por tratar de acostumbrarse a la falta de luz, la voz surgía cavernosa de alguna parte del patio o de una de las arcadas de la casona del alguacil.
-¡Atended estúpido! Cualquiera de mis hombres le atravesará el corazón ¡Vamos cabrones hacedlo! – nadie hizo por movimiento alguno – ¿Qué esperáis? – de nuevo nadie se movió, la joven salió corriendo hacia el ataque de dónde pensó que salía la voz, cuando fue detenida con la fría punta de una pistola que fue puesta en su frente ¡Era el Marqués de Salamanca! -Amada mía ¿No vas a obedecer al señor? – dijo el joven esposo – anda acércate -desconsolada la joven Duque de las Casas tardó en comprender que aquello era una trampa mortal ¡No ataba!
-Señora mía, mi muy querida María Lorenda Duque de las Casas ¡Marquesa de Salamanca! Que ingenuidad la propia le acompaña ¡Consideré fuera más astuta! Pero dejarse involucrar por sus pasiones para lograr su cometido, teniéndolo ya su tesoro en sus manos ¡Se atrevió a hacerse de su venganza! Es digno de un aplauso mi señora ¡Es el culmen de la idiotez!
Comprendiendo lo que sucedía no podía la joven hacerse de entender ¿Su propio joven esposo la había traicionado? Pero la razón ¿Cuál es? Dejó caer su florín, alzó su mentón y con ojos amenazadores observaba al joven Marqués de Salamanca quien le apuntaba aún en su frente y le exclamó:
-Me demostraste tu amor en infinidad de ocasiones con la fortaleza de un gentil garañón obediente y tenaz en aprender, pude sentir el poder de tus caricias que me hacían volar mi cabeza en formas multicolores, entregué los secretos más osados de mi familia ¡Los puros y los profanos! Mostré la candidez de mi familia, el cariño y sostenimiento de cada uno de ellos ¡A quienes tengo por hermanas te las entregué en finas atenciones! Mi padre te reconocía ¡Aún en su falta de lucidez! Pero seguro que cuando volvía de sus locuras, agradecía a Dios que tu estuvieras a mi lado para cuidarme por toda mi vida ¿Porqué lo haces? ¿No tienes todo ya?
¡El joven Marqués jaló el gatillo! Un fulminante destello quemó la suave piel del rostro de María Lorenda Duque de las Casas, su cabello también tiñó de fulgores naranjas que mal olieron de improviso el recinto, el escote de hermosos y carnosos pechos se bañó de rojo por las heridas en el rostro ¡El cuerpo se hizo hacia atrás en un macabro arco! Cayó de espaldas como un árbol que es fracturado desde su raíz por el imponente destello del rayo ¡En aposento convulsiona como tratando de levantarse!
A simple manera ¡Murió!
-¿Eres la muerte señor? -Le preguntaba la joven hermosa a la persona que de rodillas estaba junto a ella, trataba por todos los medios de levantarla, pero no lo lograba, varias veces lo intentó ¡No era posible! El peso era demasiado para el personaje de finas ropas y peinado cano -Decidme buen hombre ¿Estoy muerta? – insistía la joven.
– ¿Observas esa puerta? Debes llegar hasta allí ¡Ábrela! Ahí verás que te esperan quienes te amaron, ellos tratarán de indicarte el camino ¡Yo no puedo siquiera levantarte! Pesas mucho. Dime joven bella ¿Qué hiciste para estar en este lugar? Acaso eras alguna ladrona que debía vidas por el camino ¿Qué grandes males habrás hecho que te trajeron aquí? ¿Alguna promiscua mujer? El fétido olor de tu boca me inspira grandes males que hiciste hermosa niña.
-¡Señora! Señora… ¡Despierte! No me escucha -decía la voz de un hombre tratando de entablar conversación con alguien más – ¡Vamos cabrón te digo que respira!… mira su pecho como se infla con celeridad…
La joven de gran peso hizo todo lo posible por levantarse ¡Lo logró! Caminó paso a paso, al observarse sus piernas eran gruesas en verdad ¡Con un abultado abdomen que no le permitía siquiera observar el piso del patio de la gran casona! Caminó con un esfuerzo tal que parecía su cuerpo iba a quebrarse.
¡Señora despierte! Mira cabrón que no está muerta – insistía el hombre -pero como no va a estar muerta ¡Ve su cabeza! Son espasmos de los muertos más bien, en este trabajo ya deberías de estar acostumbrado…
Continuará…