Obviamente no todo es exacto.
La información suministrada al gobierno de Estados Unidos sobre los hechos mexicanos, sobre la vida en este país, suele caer en inexactitudes o al menos frecuentes imprecisiones. Pero muchas veces los diagnósticos de la CIA, la DEA y otras agencias, deberían ser –con sus reservas–, tomados en cuenta.
A veces el tiempo confirma lo esencial de esos reportes americanos. Por ejemplo, esto, publicado en el año 2021 en las páginas del Washington Post, con información –obviamente interesada, pero no por eso desdeñable–, proveniente del gobierno estadunidense:
“…En un estudio clasificado producido en 2018 pero que no se informó anteriormente, los analistas de la CIA concluyeron que los grupos de narcotraficantes habían obtenido el control efectivo de aproximadamente el 20 por ciento del territorio mexicano, según varios funcionarios estadounidenses actuales y anteriores.
“Los homicidios en los últimos dos años se han disparado a sus niveles más altos en seis décadas; 2020 está en camino de establecer otro récord. La tasa de homicidios de México es más de cuatro veces mayor que la de Estados Unidos.
“Cientos de miles de personas han huido de sus hogares para escapar de la violencia; el Congreso mexicano está a punto de aprobar la primera ley del país para ayudar a los desplazados internos.
“Más de 77 mil personas han desaparecido, informaron las autoridades este año, un total mucho mayor de lo que reconocieron los gobiernos anteriores. Es la mayor crisis de este tipo en América Latina desde las “guerras sucias” de las décadas de 1970 y 1980.
“El Departamento de Estado está instando a los estadounidenses a evitar viajes a la mitad de los estados de México, etiquetando cinco de ellos con el Nivel 4 de peligro, como Siria, Afganistán e Irak.
“El gobierno mexicano niega haber perdido el control de cualquier parte del país. Pero en un pasaje poco notado en su plan de seguridad del año pasado, comparó a los grupos criminales con insurgentes, con “un nivel de organización, potencia de fuego y control territorial comparable al que han tenido los grupos políticos armados en otros lugares”. Fin de la cita.
Estos diagnósticos o avisos, como se les quiera ver, comprobaron su precisión con el paso del tiempo. Es notable –por ejemplo– cómo se ajustan esos datos con la exactitud de años posteriores, mientras las oficinas federales sólo hacen declaraciones de condena al pasado y al antepasado.
Hoy, después del episodio de los reporteros de la fuente detenidos por un retén presumiblemente de narcotraficantes o halcones del crimen organizado, el gobierno federal y en concreto el señor presidente, insisten en negarlo todo. Un reprobable y vil escándalo de los medios, alharaquientos y envilecidos.
El gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, cuya estulticia recuerda a los “enfermos” de la UAS, no puede ir más allá. Tuvo la cara dura –en consonancia con la obsesión presidencial–, de atribuirle a Felipe Calderón el montaje de un retén en el Triángulo Dorado; cuando el expresidente andaba en Mónaco ocupado en su cargo dentro de la FIA.
“Yo les puedo decir, a ver, Calderón y su secretario de Seguridad, Genaro García Luna, tenían pacto acá, yo les puedo decir, ¿no será que Calderón mandó a poner eso para que saliera en la prensa nacional con la idea de echarle a perder la visita al presidente. Es exagerado…”.
La frase se mata sola: ¿si Calderón tenía (pretérito imperfecto), cómo puede tener (infinitivo) capacidad de organizar grupos armados en un territorio cuyo dominio –hasta electoral– el PAN y él, perdieron desde tiempos de Malova. Y García Luna, está en la cárcel.
Rocha Moya es capaz de cualquier cosa con tal, de congraciarse con quien le dio el gobierno de Sinaloa. Él sabe quiénes fueron y a cambio de qué.
Y ese fue rector universitario, cómo andaremos.