Si el gobierno admite en Elena Poniatowska a la mejor escritora de México, ¿cuál es la reticencia en apoyar con recursos a la Fundación que lleva su nombre? Si le hacen homenaje por sus 90 años, en el Palacio de Bellas Artes, ¿por qué no también mesas de discusión para analizar críticamente su obra, con ponentes a nivel nacional e internacional? Si la autora de La noche de Tlatelolco es vilipendiada por ser afín al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, ¿qué impide hacer de ella hilo de unión en la comunidad cultural para acabar con tanto divisionismo –notorio por la ausencia de intelectuales de las revistas Letras libres y Nexos, en el evento del 19 de mayo en nuestro máximo recinto?
Ella no necesita que nadie la defienda porque ha transcurrido su vida literaria sólidamente desde su primer obra, Lilus Kikus, de 1954, hasta el más reciente, El amante polaco (lean una crítica sin tapujos –el #Metoo de la época de Juan José Arreola y el silencio hipócrita de la comunidad intelectual–, escrito por Gonzalo Valdés Medellín en SDP noticias). 70 años de periodismo, literatura y cultura y participación activa desde la izquierda con la visión de mujeres como Rosario Ibarra de Piedra, Jesusa Palancares, Angelina Beloff, Tina Modotti, Leonora Carrington; las costureras del temblor del 85, Mariana Yampolsky y un sinfín en el que ella se incluye en su última obra: la antagonista de Stanislaw Poniatowski, el último rey de Polonia.
El homenaje a Elena Poniatowska se aprecia pero escaseó el contenido para bien de la escritora, con todo y las brillantes ideas de Marta Lamas o María Teresa Priego. Hizo falta un Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Carlos Fuentes o Sergio Pitol. Están muertos. Pero pudieron invitar a hablar de ella a la mejor sucesora de la mejor literatura de México: Cristina Rivera Garza, por ejemplo. O a Margo Glantz, que estuvo presente, sentadita en una butaca, aplaudiendo a su amiga desde hace 60 años. Realmente, lo mejor del evento fue la actuación de Laura Padilla interpretando a la homenajeada. Y la canción de Liliana Felipe y Jesusa dedicada a la “soberana del toloache”.
Homenaje sin análisis y contenido no son historia: son anécdota. Eso creo, eso escribo.