Al regresar a Katmandú, Pablo César Jiménez Pérez recuerda, ya con el oxígeno inundando cada una de sus neuronas y una hamburguesa alimentando su cuerpo, la sensación de conquistar la cima del Everest, de sentirse en otro planeta en donde la vida y su belleza contrasta con la fría muerte.
La hazaña le llevó a Pablo César 38 días, menos tiempo del habitual. El arranque llevó a su grupo directamente al Campamento 2, ubicado a 5 mil 364 metros sobre el nivel del mar, casi a la altura del Pico de Orizaba (5636 metros), la montaña más alta de México. De ahí todo fue ir para arriba y no bajar hasta el viernes y este domingo regresar a Katmandú, no sin antes vivir el último riesgo.
Tras conquistar la cima del Everest Pablo César sintió el último peligro al volver en un helicóptero de 1980, el cual por fortuna tocó tierra después de un movido descenso.
“Voy llegando a Katmandú. Gracias a Dios nos fue bien, fue algo peligroso el regreso en un helicóptero de los 80, pero nos fue bien. Ya estoy en Katmandú en donde pienso descansar un par de días y emprender el regreso a Querétaro”, compartió el joven abogado y experimentado aventurero.
Pablo César bajó cerca de ocho kilos en este mes; el esfuerzo, la mala alimentación y el poquísimo descanso cobran factura al cuerpo, de ahí que haya que tomar de nuevo fuerzas y dar espacio para alimentarlo, algo que comenzó a realizar con una hamburguesa, lo primero que comió en la capital de Nepal.
Entre la vida y la muerte en la cima del mundo
Pablo César Jiménez Pérez, a quien Plaza de Armas acompañó durante su ascenso a la cima del mundo, recordó lo que fue llegar a la cima, observar por un lado al sol nacer en el horizonte, estar muy por arriba de las nubes, “experimentar una sensación como la de estar en otro planeta” y ver a su lado izquierdo los cadáveres de tres alpinistas en estado de congelación. Los contrastes entre la vida y la muerte en la zona más alta de la Tierra.
“En campo dos estuvimos dos días; ahí descansamos un poco y emprendimos el ascenso. Subimos por seis horas a Campo 3 (7100 metros) donde dormimos, y es ahí viene lo pesado, comienzan a sentirse los síntomas y surgen los riesgos de edemas. Del campamento 3 salimos a las 6 de la mañana y llegamos a las 12 del día al campo 4 (7900 metros); descansamos de 12 a 7 de la noche y de las siete a las 5 de la mañana caminamos a la cima del mundo”, narró el primer alpinista queretano que llega a la cima del Monte Everest.
A partir del Campamento 4, en donde cada paso es un kilómetro y entre la nieve y nubes se percibe la belleza de la vida y los cuerpos de quienes no lo lograron es cuando la sensación de nervios alimentan los temores, en donde surge la fuerza mental y espiritual para recorrer el camino hacia la meta, el ver cómo esa cima no es la última, de cómo al llegar a lo que se cree es la cima hay otra retándote detrás, hasta llegar a la cima de cimas.
“De ahí el riesgo es impresionante, empiezas a sentir los nervios a partir de los 7mil 200 metros. Sientes que estás en otro planeta. Hay cadáveres, ahí nadie te puede rescatar. Si falla el oxígeno o si tropiezas todo se acabó. Cuando llegamos a Summit (cima), me asustó ver los cadáveres, es impresionante ver la vida y la muerte. En la cima estuve 10 minutos, tomé mis fotos, disfruté de esa imagen inolvidable y emprendí el regreso a las 5.50 de la mañana para llegar ese mismo día al campamento 2 alrededor de las 9 de la noche”, compartió Pablo César Jiménez Pérez.
Tras la conquista y su alegría, casi de inmediato llega el pendiente de volver.
“Mis sentimientos se encontraron luego de mucho sacrificio y trabajo, con un pensamiento fijo que debes seguir caminando, luego llega el pendiente por volver y concentrarse de nuevo para evitar los riesgos al descender”.
Pablo César regresó entero, literalmente, ya que muchos alpinistas no lo han logrado o la conquista les ha arrebatado extremidades o causado severos daños a la salud, tan solo esta temporada el Everest ha cobrado
la vida de seis personas, un sherpa y cinco alpinistas. El joven queretano regresará con algunas quemaduras por el sol y raspones en codos y rodillas, nada serio para un cuerpo de sólo 27 años de edad.
Todo se valora mucho más
Luego de casi 40 días en la montaña todo se valora mucho más, hasta las cosas cotidianas tienen un valor distinto; desde un baño con agua caliente, un vaso de agua, una buena comida o una cama cómoda.
“Todo se valora mucho más. Desde un baño caliente, una comida, el agua, una cama donde poder descansar. Además de aprender eso es darte cuenta que se puede lograr todo con trabajo, esfuerzo y preparación”, comentó Pablo César desde Nepal.
La vida cambiará sin duda para Pablo César Jiménez Pérez, aquel adolescente que subiera y cruzara el Acueducto Queretano, alpinista que ha subido las montañas más altas de México y el Kilimanjaro, quien ha sentido el calor más severo del mundo y en velero ha cruzado el Atlántico.
Ahora puede decir que ha conquistado el Monte Everest, pero sobre todo que ha aprendido a conocerse más, ha descubierto sus miedos y ha potencializado sus cualidades. Ahora sabe con certeza que querer es poder cuando se conjuntan mente, cuerpo y espíritu.