Al parecer no es un buen momento para Biden, o la finta que dio todos se la adivinaron. La proyectada Reunión Cumbre de las Américas, a celebrarse en Los Ángeles a mediados de junio, ha sido cuestionada, no sólo por México, sino por muchos otros países del área, por ser excluyente.
Tal parece que en la burocracia del Departamento de Estado no realizan un trabajo de seguimiento de los países de América Latina y Blinken teje sus políticas fuera de la realidad. Ya le sucedió con la desastrosa retirada de Afganistán, con los titubeos antes de la guerra de Ucrania y la poca eficacia de las sanciones durante la misma, con los chinos tuvo una reunión espantosamente agresiva y terminaron con insultos mutuos, ¿Qué pasa con la diplomacia estadounidense? ¿Dónde está el piloto?
No hay por qué tener miedos y temores como lo hace la mayoría de los críticos de López Obrador que califican la actitud del presidente mexicano de boicot, de rebelión, de amenaza al comercio. Las actitudes de sumisión, como sucedió con Peña Nieto, con Calderón y con Fox, no tienen consecuencias favorables para el país. Si te predispones a ser sometido, eres sometido sin ningún costo para la potencia del Norte.
México, afortunadamente, retoma ese margen de maniobra frente al supuesto poder omnímodo de Estados Unidos, que había logrado en otros tiempos y lugares. Disentir, por ejemplo, cuando la Revolución Cubana, en 1962-64, en plena guerra fría, se pudo hacer sin mayores consecuencias, sólo hay que revisar las discusiones y acuerdos de la Octava, Novena y Décima Reunión de Ministros de la OEA. Más ahora, que México ha logrado una presencia mucho más amplia frente a los países del área como se demostró en la reunión de la CELAC, celebrada en México hace unos meses.
Si Estados Unidos tomó nota de esta reunión, no sólo de la anécdota de la respuesta de los presidentes de Cuba y Venezuela a la agresión del uruguayo, sino de los consensos, de los acuerdos, del ánimo de los participantes, se tuvo que dar cuenta del papel protagónico de México.
Si Biden intentara siquiera acercarse a la política del New Deal de Roosevelt, o al pragmatismo de Kennedy no tendría tantos descalabros en América Latina, que después de la Revolución Cubana tuvo que implementar la Alianza para el Progreso para apoyar proyectos en la región. Biden, por el contrario, en vez de apoyar con sólo cuatro mil millones de dólares al triángulo Norte de Centroamérica (que lleva dos años sin aportarlos) para detener la emigración, apoya, por la vía rápida, con 40 mil millones de dólares a Ucrania. Esa es la diferencia de la visión latinoamericana de Biden. López Obrador ha exhibido esa incongruencia.
Por eso, lo que le propone López Obrador, es unidad en América frente a la grave confrontación que tiene Estados Unidos con China y con Rusia. Pero desperdicia esta gran oportunidad en pequeñeces, como no invitar a tres países, porque los juzga con intolerancia. La misma intolerancia de muchos articulistas que muestran su pequeñez de miras y la estrechez de su visión.
Está claro que la intención de Biden no es atender los asuntos más relevantes del continente, sino de comprometerlo en su campaña contra Rusia y favorecer la campaña electoral de su partido. Para eso no le sirven Cuba, Venezuela y Nicaragua, pero López Obrador tiene un colmillo retorcido y saca ventaja de esta necesidad estadounidense. Su pronunciamiento de no asistir si no se invita a todos, ha sido secundado por Bolivia y Honduras. Los presidentes de Bolivia, Luis Arce, y Honduras, Xiomara Castro, secundaron la decisión de AMLO, en tanto que los 14 países que integran la Comunidad del Caribe (Caricom) formularon un anuncio similar. Jair Bolsonaro no irá, aunque por otros motivos, y Daniel Ortega ya había manifestado que no asistiría. El liderazgo del presidente mexicano sale fortalecido y además con un efecto secundario negativo para la OEA, que ha demostrado su falta de convocatoria.
El mal cálculo de Biden, haría que la “media” cumbre, represente lo contrario de lo que pretendía. De ahí que tendría que acudir a los buenos oficios de México para remediar lo que Blinken no logró hacer correctamente, si quiere obtener algo bueno para sus campañas, la electoral y contra Rusia. Eso está por verse. Si persiste en su postura de no invitación a todos, se podría llegar a la “media” cumbre, incluso sin la presencia de Biden, que sería un fracaso. ¿Es lo que buscan?
Los efectos de la continuidad de la política exterior de Trump, reforzada por Biden, son notorios, no hay cambio. Las agresiones de Trump contra Cuba, que habían menguado con Obama, fueron continuadas por Biden; ahora tiene que dar reconocimiento a Maduro por el asunto de la producción petrolera generada por la guerra de Ucrania, pero no ha cortado la relación con el autoproclamado Guaidó, hechura de Trump; con Daniel Ortega no ha tendido un solo lazo de relación; no acepta a la presidente de Honduras y con Bolivia los agravios del golpe de estado de Jeanine Áñez, están más que presentes.
La diplomacia estadounidense sabe que al Sur de su frontera tiene un socio confiable, que el comercio seguirá creciendo y que los problemas que se presenten cuentan con marcos institucionales seguros para su tratamiento, pero también sabe que los principios de la política exterior mexicana y la interpretación de la historia son valores renovados del nuevo régimen mexicano, que no puede hacer a un lado. Esto es un gran logro de López Obrador.