LA APUESTA DE ECALA
¡Ya estamos en Cuaresma!
Hoy en día amable Lector, ¡ya estamos en la cuaresma!, el pasado miércoles 1 de marzo, fue miércoles de ceniza, y esta celebración litúrgica, nos invita al ayuno y la abstinencia… dirían algunos… al ayuno de comer la reputación del prójimo, y abstenerse de andar tomando lo que no les corresponde.
Aunque claro, la fecha es algo de mayor profundidad.
Esta práctica de imposición de la ceniza, es para nosotros los católicos, símbolo de la muerte, la ceniza es en lo que terminaremos todos: del polvo venimos y en polvo nos convertiremos.
Una tradición ancestral, del siglo IV y V d.C, aproximadamente.
Ya desde las culturas antiguas se estilaba que el duelo, o el luto, se llevaban con ceniza.
Se ponían ceniza en la cara, o en sus brazos, los egipcios por ejemplo, quienes creían en la vida después de este mundo, impregnaban sus cuerpos de ceniza y se quedaban con ella por carios días.
Los griegos, de igual manera utilizaban la ceniza, como símbolo de un pesar.
Los pueblos hebreos, tienen como costumbre desde hace milenios, la ceniza, como parte de sus ritos, tanto en la presentación de sus ofrendas, y como luto, inclusive como parte de dar a conocer a los demás, sus pesares.
En los tiempos primarios de nuestra Iglesia, aquellos que deseaban hacer penitencia, se vestían con indumentaria pobres y harapos, y asistían a los oficios de cuaresma con ceniza en sus cabezas, señal de arrepentimiento y de que estaban preparados para abrir el corazón a la penitencia.
La palabra ceniza, no tiene ninguna relación con el proceso químico de la combustión, su raíz profunda – indoeuropea- viene de la palabra polvo.
Por ello, el polvo, la partícula mínima que existe, hacia la posibilidad de verla sin instrumento alguno, nos hace referencia de lo pequeño que somos, ante la presencia del infinito amor que Dios nos tiene, como sus hijos.
Una sociedad como la que vivimos, llena de grandes distractores, tanto de las personas católicas al acercarse al corazón de Cristo, como aquellos no creyentes -que algunos, solo ven lo malo de nosotros los católicos- cae en un profundo abismo de desconocimiento.
Algunos creen que cada año volvemos a crucificar a Jesús, otros creen que es el único tiempo en donde los católicos nos acercamos a nuestros oficios.
Hay quien inclusive se lastima, tratando de imitar la pasión de Cristo.
Otros tratan de dejar algún vicio, por 40 días, con el fin de ofrecer a Dios, el poder alejarse de los males que le aquejan.
Hay quien deja de comer carne roja, de comer tortillas, pan o lo que más les gusta: algún refresco o golosina alguna.
Si logramos poner atención, lo anterior es una manifestación de que deseamos mejorar como personas, que dominamos nuestras debilidades… pero
¿Es esa la verdadera función del tiempo de cuaresma?
Cuando nos colocan la ceniza, el sacerdote menciona:
Concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida.
Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás.
Arrepiéntete y cree en el Evangelio.
El miércoles de ceniza y el viernes Santo, según nuestro catecismo, es día de ayuno (solo comer una vez al día y fuerte) y de abstinencia, no comer carne.
Esto permite un ejercicio de que deseamos ser mejores, y pedir perdón a Dios, por aquello que lo hayamos ofendido y que estamos dispuestos a cambiar, de fondo.
Solo mayores de 14 años la abstinencia, y de 18 el ayuno.
Hacer oración es tal vez, el mayor y profundo ejercicio para esta cuaresma, una oración sencilla, que nos recuerde la pasión de Cristo, y que pidamos por aquellos quienes más lo necesitan (entre ellos nosotros mismos).
El sacrificio (que significa hacer santo lo que hacemos) signo de este tiempo, debe ser íntimo, dentro de nuestro corazón, sin alardes ni andarle contando a los demás lo que prometimos:
“Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo, ya recibieron su recompensa.
Tú cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara para que no vean los hombres que ayunas, sino Tu Padre, que está en lo secreto: y tu padre que ve en lo secreto, te recompensará. “ (Mt 6,6)”
Recibir la ceniza no es un proceso de “limpia” o mejora inmediata, como dicen algunos, no es magia.
El verdadero perdón de nuestros pecados lo obtenemos, con la confesión, con la reconciliación.
Entonces ¿qué significa la cuaresma?
El Papa Francisco en su mensaje de cuaresma del 2017 nos invita:
La Cuaresma es un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través de los medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna.
En la base de todo está la Palabra de Dios, que en este tiempo se nos invita a escuchar y a meditar con mayor frecuencia. En concreto, quisiera centrarme aquí en la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (cf. Lc 16,19- 31).
Cuando el Papa Francisco nos habla de que las demás personas son un Don:
La parábola comienza presentando a los dos personajes principales, pero el pobre es el que viene descrito con más detalle: él se encuentra en una situación desesperada y no tiene fuerza ni para levantarse, está echado a la puerta del rico y come las migajas que caen de su mesa, tiene llagas por todo el cuerpo y los perros vienen a lamérselas (cf. vv. 20-21). El cuadro es sombrío, y el hombre degradado y humillado.
La escena resulta aún más dramática si consideramos que el pobre se llama Lázaro: un nombre repleto de promesas, que significa literalmente «Dios ayuda». Este no es un personaje anónimo, tiene rasgos precisos y se presenta como alguien con una historia personal.
Mientras que para el rico es como si fuera invisible, para nosotros es alguien conocido y casi familiar, tiene un rostro; y, como tal, es un don, un tesoro de valor incalculable, un ser querido, amado, recordado por Dios, aunque su condición concreta sea la de un desecho humano
En la parte del mensaje del Papa Francisco de cuando el pecado nos ciega:
El dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico (cf. Exh. ap. Evangelii gaudium, 55).
En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz.
La parábola nos muestra cómo la codicia del rico lo hace vanidoso. Su personalidad se desarrolla en la apariencia, en hacer ver a los demás lo que él se puede permitir.
Pero la apariencia esconde un vacío interior. Su vida está prisionera de la exterioridad, de la dimensión más superficial y efímera de la existencia (cf. ibíd., 62).
Y la tercera parte de la Palabra del Don:
Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma es el tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo. El Señor “que en los cuarenta días que pasó en el desierto venció los engaños del Tentador” nos muestra el camino a seguir.
Que el Espíritu Santo nos guie a realizar un verdadero camino de conversión, para redescubrir el don de la Palabra de Dios, ser purificados del pecado que nos ciega y servir a Cristo presente en los hermanos necesitados. Cuaresma 2017 lleva por título “La Palabra es un don. El otro es un don”.
Así amigo Lector, vamos de la mano a estos 40 días, que para muchos, es tiempo de reafirmar nuestro amor a Cristo, a María Santísima y a Papá Dios, como dicen los chiquillos del catecismo.
Tal vez, al tiempo de la Pascua, seamos una versión mejor de lo que hoy somos, más humanos, más comprensivos, mejores compañeros, en fin, ser Persona.
Luego entonces amigo lector, no nos quejemos del México que estamos viviendo, porque en ello nos quede claro: ¡Tenemos el País que queremos!? Esa es mi apuesta, ¡y la de Usted?…
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