Héctor Mendoza adaptó la obra de William Shakespeare, que intituló Hamlet, por ejemplo. Dos actores y una actriz disertan para quedarse con el personaje, el pretexto para analizar el texto mientras esperan al director, que nunca llega. “Ser no significa otra cosa para Hamlet que vengar a su padre… y no ser, en cambio significa abandonar la lucha política”, dice uno de los diálogos. Estrenada en 1983, tuvo dos tragedias: uno de los actores, Jorge Humberto Robles se suicidó de un balazo y la obra tuvo que suspenderse. Años más tarde la actriz Mabel Martín se suicidó igualmente. La pieza juega con la idea de que el montaje nunca se llevó a cabo…
Texto cargado de dardos para que los actores encuentren en Shakespeare abordajes para su representación. Pareciera que la dirección escénica de Angélica Rogel sobre Hamlet ni conoce la obra de Mendoza, ni sabe mucho sobre la tragedia griega porque el resultado es caótico, a excepción de las interpretaciones de Emma Dib y Naian González Norvind, o los suspiros de David Gaitán. Irene Azuela es Hamlet y al parecer le faltaron ensayos para consolidar su actuación. (Eso, aunque los “amigos” del productor Óscar Uriel le aplaudan y seguramente ganarán premios como si lo hicieran maravillosamente. Pues no).
Mejor vayan al cine a ver El hombre del norte, dirigida por Robert Eggers. No es buena: es sublime. Y un dato importante: la trama está basada o parte de un poema épico que narra la venganza de un hijo que pierde a su padre en manos de su tío, tal como pasa en Hamlet. (Shakespeare al parecer se inspiró en la historia para escribir su tragedia). Un filme que supera las expectativas de exigentes. Amleth/Hamlet. Donde mueren culpables e inocentes. No hay justicia humana: hay justicia divina. El hombre desgarrado en conflicto consigo mismo y con el mundo.
Héctor Mendoza tuvo pocos acercamientos a Shakespeare (hizo igual una versión a Como gustéis). Pero lo que hizo es digno de conocerse no porque sea el único, no, sino porque la casualidad de encontrarnos con que el cine, hoy, le gana al teatro, con todas las de la ley. Mendoza decía –y decía bien–, que al teatro habría que plantearlo con ideas y temáticas, no con historias donde el cine es el rey.