Capítulo VI
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Innumerables han sido todos y cada uno de los intentos de María Lorenda para lograr descubrir donde quedaron las monedas de oro, desde el fallecimiento de su madre hasta la poca recuperación de su padre la joven ha mandado a sus hombres a investigar por todo México y parte de norteamérica ¿En dónde podría estar el tesoro que les fue robado? desde lo más recóndito de su ser ha descubierto que gran parte del ejército del Norte distribuyó las monedas por diferentes lugares. Una vez que ella y sus hombres saquearon la casa del usurero asesino ¡En dónde solo encontraron rastros de las monedas! No les ha sido posible comprender ¿Qué hicieron con el tesoro los ladrones? A pesar de que el préstamo hecho a Maximiliano – cuyo pago no ha dejado de presentarse cada mes – se va recuperando, lo robado ha dejado a la familia en total destitución de lograr hacer otro préstamo ¡Vaya que han llovido solicitudes! Pero se han tenido que postergar por la situación real.
Aquella tarde en la ciudad de Guanajuato la cita a la que fue invitada la joven Duque de las Casas estimaba la posibilidad de haber encontrado un hallazgo grande de las monedas ¡María Lorenda ha respondido a todas las oportunidades de saberse algo del tesoro! No ha dejado alguna de atender, no solo por el hecho de que fuera verdad o mentira sino porque nadie sabe del robo ¡Una sospecha por simple que sea es un pista! En la callejuela que fue indicada era la entrada al camposanto ¡Vaya lugar! A unos pasos del cementerio se levanta por encima de un simple y sencillo mercado ¡La fama de que los muertos no se descomponen en este lugar hiela la sangre! Inclusive se habla que por las noches se levantan cual insepulcros y ahorcan a las personas en el afán de envidiarles la vida ¡Pacto maligno! María Lorenda utilizaba sus mejores galas – nunca ha sido portadora de que el mal presagio se tenga que observar en la vestimenta – en un audaz encuentro esperaba la cita ante un ladrón de poca monta o algún anciano prestamista ¡Cual su asombro al observar a bello mozo de finas y ataviadas vestiuduras! A usanza de los peninsulares de casta y bravío ¡Un mancebo de fina cuna! Acompañado de sirvientes y un cochero de elegantes montas, cuyo joven no hace mucho que dejó las niñerías.
-¿Señorita Duque de las Casas? – con elegancia y genuflexión el joven se presentaba -henos aquí joven de fina mirada ¿Es tal vez la fortuna que nos une? Es un fino momento tejido entre nuestras vidas ¡Que de hacerse a la verdad! Belleza fina no he visto en años por estos lugares ¿Una simple doncella? O acaso sois quien a memoria y canto he de saber lo que pretendes y en fiera lucha teñiremos nuestras capas con el rubí de nuestras sangres ¿Sois en verdad María Lorenda?
Con un gesto de aburrición la joven le dio a pie en sentarse, propionándole una ligera recepción.
-¡Mira mozalbete cabrón! No me ando con rodeos ni tengo tiempo de tus halagos y tonterías que seguro a más de una les has dejado impresionadas – ¡Sacó su daga y la puso en la garganta del joven! – ¿Sabes o no sabes algo del tesoro que busco?
Los cocheros del joven se acercaron y de la nada ¡Los hombres de María Lorenda los tenían frente a sus floretes!
-¡Antentos señores! – indicó la joven – al mínimo intento de agresión ¡Traspasadles el pecho! ¿Sabes o no sabes algo? – con el desparpajo de la edad el joven de elegante capa retiró la daga con ligereza, dio la orden a sus hombres de vencerse y se sentó sobre una de las canteras de la entrada al camposanto.
-Mira hermosa niña, cierto que la cantidad de monedas que buscas, que por cierto no tienen cruz ni cara pero si el canto marcado, pasó por estos lugares ¿Qué te indica que deseo cortejarte? Soy un hombre educado a las finas tradiciones ¡Que se han perdido por cierto! Y creo que la información que poseo me da un dejo de ventaja por tu tan ansiosa manera de querer saber de las cosas ¿Qué pasó con aquel ladrón que te aseguró que tenía el tesoro y que a cambio de que le cedieras tu posesión de la hacienda de la Laja te daría la información? ¿Qué sucedió con el cochero que te aseguró que él mismo había llevado el tesosoro a las tierras de Mante? ¡Terminaste por echarlo al barranco! Que me dices de robar a los ricos para saber quien tiene tus monedas para después regalar a los pobres tu botín ¿Te ha dejado satisfacciones joven carambada?
María Lorenda estaba asombrada de todo lo que el joven sabía de ella ¡Y de su fugaz paso por delincuente!
-¡Muy bien joven! A tono estoy de que tus datos coinciden solo con algunas cosas que me indicas, aunque también la gente pone otro poco de su fantasía para hacer la leyenda, pero hay algo que me intriga ¿Porqué sabéis tanto de mi? ¿Soy acaso un perseguidor de mi familia?
-La respuesta tendría por consiguiente una larga plática de la procedencia de mi linaje ¡Amplia y vasta! No habría quien la describiera sin el arrebato de la odisea y la valentía de mis abuelos por llegar a estas tierras de oportunidad, o al de saberse de mi padre ¡Uno de los masones de mayor alcurnia! Intrincado en el caso del otrora emperador y su fatal destino ¿O destierro? Es tal vez la oportunidad de que nos unamos ¡Los Duque de las Casas y el Marquesado de Salamanca! La vida nos une y os deseo preguntar joven bella ¿Dejarías que mis hombres y un fiel servidor nos unamos a la búsqueda de tu tesoro? Seríamos más ojos y no pediría más de tu familia ¡Que desposarme contigo! ¿Aceptáis?
Los hombres de María Lorenda no lo podían creer ¡Una propuesta de matrimonio! A ella, tal vez la joven de la familia que más se apreciaba de ser un varón ¡Por todo lo que sabía de armas y caballos!
La joven Duque de las Casas se levantó de su asiento ¡Ya no le queda más de sus monedas de oro! Las propiedades de la familia valen una fortuna pero, ¿En estos tiempos quién las desea comprar? Y al costo ¿A qué precio? Lleva tres años caminando sin rumbo, siguiendo pistas sin sentido ¡Ya el cansancio apremia! ¿Quién es este joven que de la nada se asemeja tanto a su padre?
-De primera instancia ante tal elocuencia tendré que hacerme más a la idea que lo que me propone joven mancebo ¿Es qué seamos esposos?
-Así mi hermosa dama.
-¡Pero de cierto que os llevaré unos diez años!
-¡Siete! para ser precisos, pero que tu corazón no mire la lozanía de mi cercana sencillez – sacó de entre sus ropas dos monedas de las que está buscando María Lorenda y se las mostró- ¡Mirad! Tengo la prueba que se quien y en dónde tienen tu tesoro.
La joven se las arrebató y una de ellas se las mostró a sus hombres.
-¡Insensato! Decídme ¿De dónde las obtuviste?
-Eso solo será posible de obtener después de que tu familia y la mía se unan por medio de nuestra boda, de otra manera podrás recorrer hasta el infierno mismo buscando tu tesoso y te apuesto mi vida misma ¡No lo encontrarás! Soy lo que te llevará a él ¡No hay salida María Lorenda Duque de las Casas! Decide ahora o no me volverás a ver en tu vida.
La barbilla de la joven subió mostrando el fino cuello que remata en su escote de jugosas formas ¡Su belleza es brutal! Pero el joven le había tendido una trampa ¡De lo más bien pensada! Se levantó, tomó al joven de la entrepierna y la apretó los testículos ¡Sorprendiéndole!
-¡Mira joven mancebo! -sin soltar la presión de su mano – en ninguna circunstancia he decidido ni ahora ni antes algo sin consultarlo con mi padre ¡Mi guía en toda la extensión de la palabra! He caído como una mozuela en tu planeada e intrincada trampa ¡Como una cervatilla! Me dejé llevar por la pasión de encontrar el oro que nos fue arrebatado y mirad ¡Te tengo a la merced de que si mi daga te traspasa tu garganta será uno más de los que reposan en el camposanto de aquí detrás! Pero por alguna razón he visto suficiente prueba de que sabes en dónde está mi oro ¡Un metal que nos pertenece a mi familia por años! Solo te digo una cosa y deseo que os quede bien claro ¿Qué razón me darás para que una vez tu esposa sepa yo el destino de mi tesoro no te pueda yo cortar la garganta? ¡Decídmelo! – apretó con más fuerza su mano.
¡El joven ya sudaba! cuando de entre su ropa sacó una carta y se la mostró.
-¡Leed!
María Lorenda le soltó, el joven recuperó el aliento mientras con las manos y ademanes le indicaba a sus hombres que todo estaba bien; los hombres de María Lorenda solo reían pues sabían de las agallas de la joven ¡En esta y en peores ocasiones!
La carta describe un posible acuerdo en dónde se conceden piezas de oro – que coinciden en número y características de las de los Duque de las Casas- con la condición de que existiera un trato preferencial con el emperador próximo a su fusilamiento, la misiva describe a tono cierto ¡Todo un camino para llegar a las tierras de las minas de Guatemala! Imperio vasto y lleno de plata, a donde se llevará al supuesto prisionero para que por grado de masonería – el emperador tiene su grado de mason – le fuera intercambiada la vida ¡Por el botín de oro! Se describe el número de piezas.
El joven atenuó lo sucedido y tomando a poco su gallardía le inspiró a la joven:
-¿Observad la firma? El ministerio de defensa de la propia República ¡Esa que tanto se ensalza en júbilos y destellos de democracia! Todo fue un simple y sencillo intercambio, pareciera indicar que hubo perdón presidencial.
-¿Porqué no me dices en dónde está? Vamos por el tesoro juntos ¡Me entrego a ti sin aspavientos ni contratos! Me dejas regresar para con mi padre ¡Tu tienes tus nobles sueños carnales cumplidos y yo obtengo mis monedas! ¿Os parece buena la negociación?
El mozuelo rio y volvió a ser el de la primera impresión.
-Mirad mi hermosa dama, no os pretendo que la entrega de tu juvenil gracia a un servidor ¡Es suculento manjar! Propio y digno de cualquier noble, pero no soy de primera mano un simple joven de calle ¡Mi padre me ha dado una alta estirpe que él mismo deseaba se compartiera con un linaje de nuestra altura! Sois tu María Lorenda esa mujer que deseo compartir lo que tengo y lo que obtengas, más de lo mío que de lo tuyo te aseguro.
-¡No sabéis lo que decid mancebo! – pensó la joven.
-Llevo años siguiéndote, escudriñando con mis amistades cercanas a las tuyas ¡Conozco lo que te sucede y lo que te sufre! No estoy en delirio de amor por ti ¡Pero vaya que he soñado con tenerte cerca! Si de más un chiquillo algunos años hace ¡Hoy todo un varón que puede! No soy un macho cabrío que anda en busca de musas para desflorarlas ¡Sé lo que quiero y a quien quiero! Decideme de una vez ¿Os parece el negocio que propongo? Si no es así ¡No me dejéis perder el tiempo y avanzo! No os rogaré más ¡Mis hombres me observan leales a cabalidad no me dejarán me humille de más!
La joven tenía enfrente tal vez al joven más estúpido que había conocido o ¡Al hombre con más valentía y sagacidad que le había pretendido! Que a pesar de sus años ¡Vaya que hacía voltear a cualquier doncella!
-Muy bien joven de soberbio linaje… ¡Acepto!
Continuará…