A ver, dígame usted, ¿cómo entender o tomar en serio semejantes desfiguros?, ¿cómo me explica usted estas frases aparentemente contradictorias entre sí, o mejor dicho no a las frases sino a quien las pronuncia con el rostro encarnado y el, índice admonitorio, ese quien un día me dice en abierta cita del Benemérito de las Américas, don Benito Juárez, nada al margen de la ley; nadie por encima de ella y se declara seguidor del patricio y busca sus viejas frases en los rincones de su memoria y habla del gran reformador y repite sus ideas un día sí y también al siguiente, y de repente me sale con el rollazo ese de poner la justicia por encima de la ley o la ley por debajo de la justicia, y tiempo más tarde me suelta el rapapolvo, bueno no a mí, a la Suprema Corte de Justicia, de la igualación del cuento con la ley, porque nos ha dicho como quien se siente especial entre los demás y comienza sus sentencias con la frase limitativa de a mí no me vengan ustedes con eso con aquello, palabra preventiva usada siempre como un muro de distinción y distancia, a mí no me venga ni me salga, porque falta completarla después, como desplante, a mí no me venga con esas cosas porque yo no soy como los demás y usted no sabe con quien está tratando y vámonos respetando, joven como hubiera dicho Cantinflas frente a los togados, pues hasta entre los perros hay razas y por esa razón yo digo y sentencio mi rechazo a la idea de considerar la ley nada más como la ley, porque considerar la ley como la ley y ella misma como algo obligatorio hasta para quienes han jurado cumplirla, es un camelo, una engañifa, un recurso de la clase dominante, de la plutocracia, la oligarquía, el aspiracionismo trepador, sobre todo cuando se ha legislado con dádivas, coimas, embutes y sobornos entre otros mecanismos corruptos, porque fuera de mí todo es corrupción, por eso ni yo ni mis empleados cumplimos con esas disposiciones burguesas llamadas ley, las cuales sirven sino para perpetuar el modelo patriarcal, racista, clasista en el cual nos metieron los neoliberales y los conservadores y los de antes, quienes por fortuna y voluntad del pueblo bueno ya no están entre nosotros aunque resuciten en cada conferencia mañanera, y ese origen excusa su cumplimiento, porque uno no sabe si se trata de recursos de oratoria o de verdaderas convicciones profundas como dogmas de fe en los cuales el gran líder ha construido su enorme edificio de apariencias, simulaciones, mentiras, medias verdades, engaños, violaciones a la ley y el orden, porque solamente ha faltado decir, la ley es para cuando yo la quiera y de mi depende hacerla, torcerla, cambiarla, eliminarla o invocarla cada y cuando a mí me convenga y por eso ahora convocamos todos –mis seguidores y yo– porque si ustedes no lo saben mis acólitos y yo , los grandes y los pequeños, somos la misma cosa porque yo dejé de pertenecerme a mí mismo y ya soy parte y todo del pueblo, propiedad de los humildes, pan de la tierra; maíz de la patria, sangre de la savia mexicana, porque soy razón y fruto, tronco y ramazón del árbol fecundo de la patria, pues yo ya no soy yo ni debo serlo, soy cuerpo y alma, pero también ectoplasma de espectro omnipresente, soy imagen, fantasma corporizado, como decir un holograma de la Nación, de su historia, de su pasado y sobre todo su futuro, porque después del diluvio vendré yo y de ninguna manera me siento el Estado; no, no soy eso, soy el pueblo y el pueblo no tiene ley limitante porque el pueblo es la ley y su palabra (o seas mi palabra, como en la canción abajeña), es lo única válido en todo el orbe nuestro porque México no es un país, es un mundo, que digo, un universo, un metaverso, una galaxia en cuyo centro esplendo yo como un astro conductor, porque a mi deseo bailan los perros y ladran los canarios; por mi vuela la pelota tras las cercas y logro un porcentaje de bateo de mucho más de los 300 y de esa manera ni siquiera Beto Ávila me podría superar, porque soy Joe Dimaggio, porque soy Roberto Clemente y Babe Ruth cuando me planto en la caja de bateo y dale a la macana primo, pégale a la majagua, paisano y mira como la blanquita se va y se va y se fue, porque yo he pegado los cuadrangulares más espectaculares de la historia nacional en los últimos años y ya soy nacionalizador, nacionalista, redentor, sobre todo ahora porque ya la Suprema Corte de Justicia me sirvió para los fines previstos y mis señores y señoras ministros y ministras recordaron por qué están ahí, para servirle a quien, sobre todo el señor Zaldívar quien gustoso se quitó la toga y se puso la librea y siempre saca mis castañas de la hoguera y ya pronto conocerá las dimensiones de mi gratitud, porque quien a la iglesia sirve de la iglesia debe vivir, como nos han enseñado a lo largo de los años y si en este caso él ha asumido la religiosidad de una Cuarta Transformación, justo es reconocerlo y darle para sus gomitas, sus chicles y algún otro pequeño capricho en reconocimiento y recompensa, tal se lo dijo el, miércoles pasado Adán Augusto quien fue el, encargado de transmitir las últimas instrucciones a la Tremenda Corte cuyos aciertos siempre palidecen ante sus venales decisiones cuando se trata de cosas mías.