A penas este año acaba de publicar sus Memories, producto, dice, de la ausencia de quehacer en los dos años encerrados por la pandemia del covid. Harvey Fierstein es inquieto, ha sido dragqueen y su obra Torch Song es parte de sus vivencias sobre la aceptación social y los prejuicios. (Si alguien duda de su rostro puede ver la versión fílmica, interpretada por él mismo: Trilogía de Nueva York). Nada sin sentido del humor. Todo con la risa por delante. El perreo como identificación de un gremio que aprendió a defenderse ante la adversidad, incluida la familiar.
Los 70s: ser dragqueen en ese entonces exige valor civil, rebeldía y coraje. Pretender armar una familia con pareja e hijo adoptado, peor. O intentar que tu madre acepte el paquete, la debacle total. Un pastel servido para ser visto y discutido. Parte autobiográfico y parte ficticio, Fierstein intenta con Torch Song que el público se asome a la tragedia social pero con risa, sarcasmo y doble sentido, ahí donde las palabras importan, comunican, trascienden. Recuerdo que cuando vi la película en Madrid, volteé y le dije a mi pareja de entonces: “¿Ves como nunca nada es suficiente; ves como es necesario enfrentar todo para que los que no nos aceptan vayan a la chingada, así sea tu madre?”.
Alejandro Villalobos hace su debut en México como director teatral de esa pieza, considerada un clásico del repertorio teatral LGBTQ+. Misma obra que en 1986 dirigiera Carlos Téllez (qepd) –en una traducción de Carlos Monsiváis–, con la interpretación memorable de Tito Vasconcelos. Villalobos hace su propia versión al español y logra una escenografía con mínimos recursos pero óptimos resultados. En este montaje importa el equipo logrado, donde destacan Rogelio Suárez, Mariano Aguirre y Anahí Allué, en los papeles principales.
Veía por tercera vez en mi vida esta historia con dos amigos, hoy, de nueva generación. El sentimiento y las razones son diferentes porque uno nunca es el mismo. Pero la obra, inalterable, marca un antes y después del movimiento LGBTQ+, frente a los acontecimientos actuales. Los principios siguen vigentes. Las luchas son la misma ruta. Y la risa como cambio, necesaria para sobrevivir.
Los martes, ¡al Teatro Milán!