Hoy en día se ha casi extinguido el espacio público para lo ambiental, entendiendo como espacio público aquel en donde es posible la exposición de ideas, argumentos, debate e intercambio de visiones. En la sociedad moderna de hoy, el espacio público se sustituye mediante las redes sociales, pero ello, no goza de ser suficiente, ni trascendente, y menos aún como un medio para formular políticas públicas o líneas de acción social.
La interacción ciudadana, académica y gubernamental es indispensable para construir sociedad, pero ello pasa por la discusión pública, ya que la formulación de orientaciones para ser adoptada implica el debate, como intercambio y también para observar la consistencia y coherencia de los argumentos, pues no se puede construir sociedad con simples declaraciones, afirmaciones o acusaciones.
Es preciso llamar de nuevo a los actores, entre ellos a los intelectuales que se esfumaron de la escena pública, a que se presenten en foros, conferencias, conversatorios, mesas o encuentros públicos, producción de materiales, difusión y divulgación de investigaciones y ensayos, en donde confluya la diversidad de posiciones e ideas que den cuenta de los principales retos, los impactos socioambientales, su forma de abordarlos, los mecanismos que se requieren, las acciones concretas e instrumentos de colaboración entre todos los actores.
La sociedad moderna ha traspasado gran parte de la responsabilidad al ciudadano, pero lo grave es que adquiere la forma individual (alejado de la comunidad de pertenencia), dejando atrás, la responsabilidad colectiva, institucional y regulada, para depositarla en manos de la decisión personal de cumplir o no cumplir con alguna o varias acciones habituales de corte ambiental, tan sencilla como no arrojar residuos en la calle, o máxime, si lo vemos en la escala global, dejar la responsabilidad en manos del mercado, donde el criterio fundamental de responsabilidad de cumplir es la relación de costo-efectividad, sin importar el impacto ambiental en sí mismo y las consecuencias de carácter social.
Retomar el espacio público es restaurar la responsabilidad socio-institucional ambiental, ya sea en la escala local o si se quiere en la dimensión global, pero al fin y al cabo, la esencia es el asumir la responsabilidad socioambiental, para remediar, mitigar, reducir los impactos y riesgos ambientales que nos implican a todos. Y sobre todo, partir de la visión de la alteridad, el mirarnos en el otro, en esa otredad, es decir, en la responsabilidad que tenemos con los otros, y no sólo consigo mismo.
De seguro habrá, con la lectura de este artículo, la réplica, de que eso ya sucede por medio de las redes sociales, o en las reuniones por zoom o en las páginas web, no obstante, diré en defensa, que ello no ha mostrado su eficacia, pues el curso de los acontecimientos marcan una trayectoria hacia el declive ambiental y finalmente al colapso, tal como ya se presentan escenarios de este tipo en varias regiones, zonas o países en el mundo, y también en México.
La pregunta obvia es ¿Qué es mejor la responsabilidad en el individuo y mercado o la responsabilidad compartida socioinstiturcional? Y dicho esto creo que se abre ya una discusión pública.
La tarea no es sencilla, pues dicha trasferencia de responsabilidad ha llevado su tiempo y retomarla, de seguro nos tomará también otro tiempo, pero podemos iniciar y comenzar a exhortar, invitar y promover la discusión pública en la universidad, en los cafés, en las propias instituciones gubernamentales o en el espacio que se adecue, lo estimulante y trascendente es que se discuta públicamente los problemas que nos aquejan, que padecemos o que nos amenazan. Abonar la discusión, es enriquecer nuestra capacidad de comprensión, de conciencia social y de adoptar una responsabilidad compartida que implique la comunidad de pertenencia, en la alteridad.
En ultima instancia, la sociedad que deseamos ¿qué bases debe tener de responsabilidad ambiental?