Ya se ha dicho muchas veces, el presidente de la República gobierna desde el púlpito de sus conferencias matutinas, pero en rigor a la verdad no se construye nada desde ese espacio, simplemente se aturde e instruye en la prédica de la transformación y la ilusoria “revolución de las conciencias”, cuyo camino más directo es la abolición del pensamiento diverso, porque si estar consciente es darse cuenta, la prédica presidencial quiere una ciudadanía mayoritariamente conformada por fieles a la causa debido a la munificencia improductiva del reparto de dinero de casa en casa, de puerta en puerta, en un campo en el cual la ya dicha conferencia se ha ido transformando poco a poco, y de ofrecerse- –falsamente–, como un ejercicio posterior a la reunión sobre seguridad pública, la cual es inexistente, pues vivimos en la inseguridad pública, se mudó a una escuela cotidiana desde cuya aula magna se pretende imponer una única forma de pensar, de reaccionar y de accionar; un pensamiento rector de formas de pensar, una feble ideología entre la superchería de las ”limpias” y la demagogia del pobrismo, y se fustiga a los diferentes, porque nada ofende tanto al jefe del estado como la divergencia, la adversidad en el campo de las ideas, la existencia misma de quienes el llama despectivamente conservadores, aun y cuando quieran conservar una selva y un complejísimo entramado de ríos subterráneos, manglares y cenotes en la península de Yucatán, donde su capricho ha ordenado hacer un tren innecesario, como aguinaldo de juguetería, cuya utilidad se sostiene malamente en la idea de fomentare el desarrollo del abandonado sureste mexicano, pero si la obra pública ha volteado los ojos a esa zona de la patria, no será mediante la vulneración. ecológica como se va a promover la economía, por la sencilla razón de la inexistencia de esa economía, y si se quiere fomentar el turismo a costa de la destrucción selvática, las albóndigas saldrán mucho más costosas y el caldo será, pero de cultivo para la inconformidad se los lugareños, ajenos a las grandes e imaginarias conspiraciones del mundo mundial en contra de la Cuarta Transformación, en cuyo verbo se cofunden arrasar y transformar, pero no importa si los inconformes son maldecidos cada mañana por un presidente incapaz de admitir el desorden en su equipo, pero apto, muy apto para el maravilloso arte del insulto, porque todos son mandaderos de misteriosas fuerzas opositoras, de enemigos suyos quienes al serlo se convierten automáticamente en enemigos de la patria, y ya no tienen derecho los ciudadanos de expresarse sin recibir la pública y escarnecedora reprimenda porque son mercenarios, chayoteros pagados; falsos, sedicentes ecologistas, no importa si se han manifestado igual durante años por las mismas causas hoy presentadas, pero la memoria y el disimulo ladino, también son un privilegio del gobierno; sólo el recuerda y si algo ha olvidado o lo pasa deliberadamente por alto, es por pura conveniencia, es como si nada genuino ni valioso ni respetable, hubiera existido antes de convertirse en arma de sus opositores, y en ese egocentrismo se incurre en absurdos, en acusaciones risibles, como la de las momias mudas o la irresponsabilidad de no haber abierto la boca cuando los casos planteados para exhibir el silencio cómplice, existían cuadro los defensores selváticos de hoy eran apenas niños de pecho; pero así se inventan periódicos culpables de mudez en 1968 cuando ni siquiera existían, y la mejor disculpa a los errores de hoy es atribuir silencio de quienes no censuraron las fallas del pasado aunque lo hayan hecho, como sucedió, por ejemplo con el Parlamento Europeo cuyos miembros se pronunciaron contra graves violaciones a los derechos humanos, pero cuyas palabras fueron desconocidas cuando la misma institución señaló el despelote de este gobierno en materia de respeto a los periodistas y el deporte de asesinarlos sin nadie para indagar o perseguir a los criminales, pero ducho en el arte abusivo de calentar la olla del desprecio por el oficio y así en estos y otros afanes porque así le conviene el ruin discurso de cada día en un ámbito nacional proclive el engaño, la mentira y la falsedad, porque la imposición de una única verdad, de una propiedad exclusiva de otros datos capaces de anular las cifras y el pensamiento ajenos, es algo siniestro contra el pensamiento de to de los demás, paso previo a la eliminación de los otros, ya sea políticamente o en la sociedad, preludio de otra clase de extinción de cuyo nombre nadie quiere acordarse; es un camino abierto al totalitarismo, a la unicidad del mundo, en contra de la pluralidad necesaria en la libertad y la democracia, sin importar las coincidencias o las disidencias, y eso es lo grave, el tribunal, la ordalía cotidiana, cuya terquedad inhibe cualquier intento de participación ciudadana en un mundo virreinal en el cual se debe callar y obedecer, como si la obediencia no fuera suficiente cuando las obras públicas aplastan y se imponen por la fuerza del cargo y para cuya defensa agresiva se cuenta con la claque de los 18 gobernadores de Morena, quienes pronto verán crecido su club de aduladores, y sus diputados y senadores, siempre dispuestos a mostrar el gozo del vasallaje, de la disciplina cuyo ejercicio garantiza supervivencia mientras los afanes mayores del ejecutivo se centran en censurar a los comunicadores y hasta a los cómicos de la televisión, sin darse tiempo para el reposo en medio del desolladero de sus adversarios, y ante esto uno se pregunta si el poder completo sirve para eso, para denostar a los periodistas y los activistas o así debiera servir para ubicarse en la estatura presidencial, lejos de los lavaderos donde se alega y se insulta con tonos de verdulería, fifís, conservadores, clasistas, racistas y tú las traes.