Quiso Don Alfonso Reyes cifrar la enormidad histórica y cultural de este país en un breve pero prodigioso compendio: “México en una nuez”. Hoy el gran debate nacional, podría llamarse, “México en una Tlayuda”.
–¿Cómo explicaba, en términos de cocina don Alfonso la dureza del conquistador con la fragilidad del conquistado? Con utensilios de cocina. Recordemos:
“…Los pueblos americanos, aislados del resto del mundo, habían seguido una evolución diferente a la de Europa, que los colocaba, respecto a ésta, en condiciones de notoria inferioridad. Ignoraban la verdadera metalurgia y desconocían el empleo de la bestia de carga, que era sustituida por el esclavo. Celebraban contratos internacionales para hacerse la guerra de vez en cuando, y tener víctimas humanas que ofrecer a sus dioses. Su sistema de escritura jeroglífica no admitía la fijación de las formas del lenguaje, de suerte que su literatura sólo podía perpetuarse por tradición oral. Ni física, ni moralmente podían resistir el encuentro con el europeo. Su colisión contra los hombres que venían de Europa, vestidos de hierro, armados con pólvora y balas y cañones, montados a caballo y sostenidos por Cristo, fue el choque del jarro contra el caldero. El jarro podía ser muy fino y muy hermoso, pero era el más quebradizo…”
El jarro contra el caldero, tanto como ahora, en una apretada síntesis del nacionalismo transformador el presidente confronta dos visiones del mundo: la tlayuda contra la hamburguesa, despectivamente considerada como una vulgar torta estadunidense.
Pero ya quisieran porque nunca se había visto en la historia nacional una defensa tan encendida y comprometida de las propiedades de la tlayuda como en el gastronómico y costumbrista discurso presidencial:
“…Lo que les pasa a nuestros adversarios es que su mundo es el de arriba, el de la pirámide, y piensan que eso es México. Por eso una señora vendiendo tlayudas en un aeropuerto lo ven como algo, sí, extraordinario, como algo indebido, porque tampoco es que no vean lo que sucede, aunque una cosa es ver y otra cosa es saber mirar, no, es que ellos se sienten superiores, se dan ínfulas de superioridad, es una especie de oligarquía o un sector que se cree de sangre azul, eso es lo que ellos piensan, que son superiores. No saben lo que son las tlayudas, de veras…
“…Y los campesinos con esta forma de trabajar le dan valor agregado al maíz. Entonces, ya no venden el maíz que producen en grano, sino lo elaboran y le dan un valor, no es lo mismo el maíz que el tlacoyo…
“…O sea, ya quisieran, es lo más nutritivo que puede haber, lo más nutritivo, son carbohidratos, es proteína, carbohidratos, proteínas y vitaminas, y los nutriólogos saben de esto. Es la combinación, porque es el maíz, el maíz es carbohidrato, el frijol es proteína, y le ponen salsa y el queso que también es proteína, las salsas. No, de veras que los fifís…”
Y todo eso es verdad.O no. No importa. Es como si quisiéramos atyribuirle propiedades reales a las “limpias” en el Palacio Nacional. Puro folclore.
Lo siguiente, en esa línea, es una aportación nuestra a la cultura de la tlayuda*, preparación maicera, cuya dignidad de comercio callejero o aeroportuario, ahora es casi un símbolo patrio.
“…De sur a norte se extiende en México un amplio abanico de tipos de tortilla. Tan sólo en Teotitlán del Valle (Oaxaca), pueden contarse las tortillas de maíz blanco, azul, amrillo y rojo. Las tlayudas. Las tortillas blandas, también llamadas “blanditas”, las de maíz martajado. Las que se amasan con pitiona, con epazote,con yerba sdamnta…
“…Las tostadas y las gruesas con sal, cuya forma es igual que la de las tortillas con sabor, sólo que más gruesas y que a estas se les pone sal…”
Sin maíz, no hay país. Con maíz… tampoco.
*Identidad zapoteca. Ambar editores. 2020.