“Lo siento mucho, pero es absolutamente imposible traducir este texto en algo que se venda. Está fuera de duda que es extraordinario, pero me parece que su excepcionalidad va en su contra. Lo rechazo con las apropiadas expresiones de asombro” …
Esas fueron las palabras con las que increíblemente hace 73 años una editorial rechazo tajantemente el borrador del libro “El Aleph” y con esto, se perdieron de la gran oportunidad de publicar una de las mejores obras de la literatura hispanoamericana del escritor Jorge Luis Borges.
El argentino escribió en esa primera edición un libro de 14 cuentos que se desarrollan en un ambiente realista en el que, de pronto, se abren pequeñas grietas por donde se cuelan y surgen elementos fantásticos que rompen con la lógica de la realidad. Por ejemplo, en el cuento: “El inmortal”, Borges aborda el deseo del ser humano por conseguir la inmortalidad. Y cuando se da cuenta de que la inmortalidad implica, de alguna manera, la no trascendencia, porque lo que nos hace trascender en el mundo es la certeza de saber que somos mortales y tenemos un tiempo limitado que nos debe servir para hacer cosas destacadas, el personaje busca revertir el efecto de la inmortalidad.
Imagínate ser la editorial y/o el editor que tuvo en sus manos ese borrador, que tuvo el privilegio de poder disfrutarlo, de hacerlo suyo, de multiplicarlo, de imprimirlo y distribuirlo, tuvieron la oportunidad de vivir esa obra … y así, así tan rápido y tan fácil, lo rechazaron. Con el paso del tiempo, ¿Se pueden imaginar de que tamaño fue el arrepentimiento de la editorial por el rechazo hacia El Aleph?… imposible de medir. Fueron privilegiados, tuvieron la oportunidad y la dejaron pasar.
Hace unos días, después de la triste eliminación del París Saint-Germain de la Champions League en el majestuoso estadio Santiago Bernabéu, en su siguiente encuentro de local en la liga francesa, la afición parisina abucheo a Messi y a Neymar, señalándolos como los culpables de dicha eliminación. El rosarino, tal vez por primera vez en su carrera, experimento la sensación de rechazo jugando en su casa o, mejor dicho, jugando de local (en este momento, a todos nos queda claro que París no es su casa). A cada balón que tocaba el argentino, la rechifla y el desprecio de los aficionados se hacían presentes y de alguna manera, lo hacían con cierta razón. Con la razón de la idea que les vendieron: que, con la sola presencia del argentino, alcanzarían la grandeza.
El Real Madrid con la épica que acostumbra y aprovechando a la perfección los errores del rival, con un par de zarpazos desmorono esa idea y volvió a poner a los parisinos en el lugar que históricamente han tenido: un equipo cualquiera. Por la grandeza de Messi, la mayoría de las personas interpreto este partido como un Messi vs Real Madrid. Por esa razón, a pesar de los errores burdos de sus compañeros de equipo, Messi es señalado como el único culpable. ¿Esto es justo? Definitivamente no, pero vende más que cualquier cosa.
Al igual que el cuento de Borges, el equipo parisino y su afición anhelan conseguir la inmortalidad. Y la han buscado a la sombra de uno que por si mismo ya es inmortal, y le reclaman por que se han dado cuenta, en el peor momento, que esa inmortalidad no ha llegado a París.
Al menos hoy, en París juega un mortal, un mortal con un tiempo limitado para hacer cosas destacadas. El futbol de hoy parece que solo funciona a través de los títulos y no de las formas o detalles, el fin supera a los medios y nadie se detiene a apreciar las sutilezas. No sé si los ansiados grandes títulos lleguen para el equipo francés, lo que sí se, es que ganando o no, probablemente algún día se arrepientan de no haberse permitido disfrutar del futbol (poco o mucho) que les dejará el argentino. Un futbol que, parafraseando a la editorial que rechazo a Borges: “Está fuera de duda que es extraordinario, pero me parece que su excepcionalidad va en su contra.”
Repito, no hablo de títulos, hablo de lo que significa su presencia y su futbol, ese futbol que al igual que la literatura de Borges, es un futbol realista en el que, de pronto, se abren pequeñas grietas por donde se cuelan y surgen elementos fantásticos que rompen con la lógica de la realidad. Al igual que la editorial que rechazo “El Aleph”, los aficionados parisinos están siendo privilegiados, tienen la oportunidad y tal vez la están dejando pasar.
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