La verdad pocas cosas solían ser tan personales como, las cartas. La correspondencia se guardaba con celo de secreto, en algunos casos y en otros se utilizaba como recordatorio. Pocas veces se extendían sus líneas al conocimiento público, excepto en los casos de cartas abiertas, cuya intención es comunicar ante los demás, algo originalmente privado o confidencial.
Pero a veces una carta es una muestra de afecto y por lo tanto su naturaleza la debería mantener en la discreción.
Las cartas de intención se usan en negociaciones mercantiles, las de antecedentes penales se requieren para lograr empleo y las cartas credenciales para presentar a los embajadores con el testimonio escrito de su identidad y nombramiento.
Hay cartas de amor y cartas de renuncia. Y a veces, cartas sublimes como esa recientemente enviada por el presidente de Argentina, Alberto Fernández, el valido de Cristina Fernández, y cuyo contenido, no hubiéramos conocido si no fuera por la emoción de nuestro presidente ante semejante milonga postal.
“Regresé de mi gira por Chiapas y Tabasco al mismo tiempo que llegó Beatriz, quien me representó en Chile y Argentina. Mi amigo Alberto Fernández dio respuesta a mi carta con una bella, auténtica y fraterna proclama política. La comparto”.
Así pues, tenemos ahora cartas políticas del Grijalva al Río de la Plata, con una vertiente con el caudal del Amazonas
“Quiero agradecerte las palabras qué has escrito en tu carta, dice Fernández…Han sido un bálsamo para mi espíritu en un tiempo tan difícil como el que me ha tocado enfrentar. Un país endeudado irresponsablemente, que sumió en la pobreza a millones de compatriotas, es lo que han dejado quienes me precedieron en el gobierno. El resto del daño lo hizo la pandemia”.
Como se ve lanzarle las culpas al pasado, es una constante de todo populista respetable, ya cante el tango o las rancheras
“…nos queda cerrar un plan de facilidades extendidas con el Fondo Monetario Internacional. Esa es la tarea más penosa. Nada hay peor que confrontar posiciones con los cultores del peor capitalismo financiero. Aun así, hemos obtenido un acuerdo beneficioso…”
Pero lo más interesante de la misiva platense, tan color de rosa como la misma Casa Rosada, es la propuesta de hacer un trío con Lula. Lula es un señor, no se vaya a pensar en desviaciones de otra índole.
“…He visto que has estado con mi querido amigo Lula. Es una gran persona y el mayor líder que Sudamérica ha tenido y tiene. Deberíamos acompañarlo en todo lo que esté a nuestro alcance…si eso ocurriera, le haría un gran bien al sufrido pueblo brasilero. Pero, además, imagino que nos permitiría fortalecer el MBA (México, Brasil, y Argentina) un eje en torno al cual podría encaminarse la política de la región en pos de una mejor calidad democrática…
“…Ingenuamente creí que el dolor que nos causaba la pandemia, con tanta enfermedad y tanta muerte, nos haría revisar la injusticia global en la que vivimos. Pensé con esperanza que el capitalismo se revisaría y se animaría a recuperar la ética social que mancilló por la avaricia de los poderosos. Me equivoqué….
Al referirse a la señora esposa del señor presidente, quien sirvió de correo en el intercambio epistolar, dice Don Alberto:
“Le dije a Beatriz que quiero recibirte en Argentina…Se que no eres amigo de salir de México. Pero deberías hacer una excepción sólo para alegrar la vida de alguien que te quiere, te respeta y te admira: ese soy yo”.
Sólo para alegrar la vid de alguien que te quiere, te respeta y te admira… y en ese momento de Santos Discépolo a Contursi y Espósito, los grandes maestros del tango silenciaron sus bandoneones, enfundaron las mandolinas y comenzaron todos cantar aquella… el día que me quieras…
“…Si algo bueno me ha dejado este tiempo tan difícil fue el haberte conocido”.