Umberto Eco tiene dos libros ilustrativos del mundo del arte: la belleza y la fealdad. La disección, para entender los caminos de la pintura. Belleza o fealdad importan en el contexto histórico en que se desarrolla una obra. O nos perdemos y alabamos aquello que creemos es arte, y en realidad es artificio. Eso pasa cuando uno asiste a San Ildefonso sobre Cauduro. ¿Qué vemos aparte de la hermosa composición y diseño que logra el artista? Me temo que la perfección del hiperrealismo no alcanza más que para una foto del recuerdo, o comprar el catálogo de 2 mil 800 pesos.
Si Cauduro hubiera continuado la veta de los muros pintados en las escaleras de la Suprema Corte de Justicia, no tendría duda en decir que es el nuevo muralista mexicano, después de Rivera, Siqueiros y Orozco. No exagero. Cauduro asombra por las mismas composiciones que en San Ildefonso, pero el espectador queda impávido en el cubo de la escalera ante la degradación social de que es capaz el ser humano. La belleza allí asiste a la fealdad comunitaria de gente atrapada ante la injusticia. La belleza al servicio de la fealdad. En San Ildefonso en cambio notamos un artista cómodo ante el mercado del arte: hermosas mujeres, prostitutas o no, para ser contempladas como ángeles sin o con alas. Es la belleza contemplativa y no aquellas mujeres que Orozco pintó en sus múltiples piezas donde lo que importa es el ojo que atraviesa el interior de cuerpos y estremece nomás mirarlos. Sí, adivinaron: prefiero la fealdad del arte.
Existe un público embelesado con el hiperrealismo donde todo es copia fiel de la realidad colorida, con contenido a flor de piel, para incautos. Un artista que juega con Caravaggio, con los tzompantlis hasta el cansancio, con las mujeres como objeto de belleza, con la religión como denuncia, sin profundidad. Alabo su libertad creativa alejado de las escuelas de arte pero eso no lo hace un artista del tamaño de lo que imita.
No ganaré aplausos a estos comentarios pero sé que los verdaderos conocedores agradecerán que al menos alguien diga la verdad sobre lo que ofrecen los museos a un público hambriento de comprensión.
Por favor: no hagamos de Cauduro lo que no es. Periodismo crítico, sin más.