La voz rebosa satisfacción cuando Martí Batres, el secretario de Gobierno de la Ciudad de México, dice, como ayer en el noticiario de José Cárdenas, las mujeres policías están desarmadas, no tienen nada, ni toletes, ni descargas eléctricas, ni arma alguna, sólo llevan su escudo y su casco y están ahí para resistir, para contener, para evitar confrontación, para no reprimir (esto último no lo dice pero lo implica), porque para eso están, para respaldar con sus cuerpos y su integridad física el conveniente discurso de la rentabilidad zurda, no somos un gobierno autoritario, o somos un gobierno represor, ya no es como antes, y usted, compañera Atenea, aguante, soporte porque para eso es usted pobre y mujer, porque para eso no le ha dado la fortuna otra oportunidad más allá de estar como piñata en la fuerza pública, a merced siempre del discurso de los derechos humanos, los cuales no son para usted pues con el uniforme se pierden esos derechos, dicen, en tanto forma usted parte del aparato represor, entonces, resista, no le queda de otra, nada más servirnos a nosotros de carne de cañón en el discurso más conveniente, y ya cuando se le borren los cardenales y se le quiten las hinchazones o se le cure el picahielazo sufrido en la cara afuera de la estación Hidalgo del Metro, como dijo Marcela Figueroa la señora Marcela Figueroa, Subsecretaria de Desarrollo Institucional de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, quien se sirve de su condición de mujer para probar el, feminismo tetramorfósica en el cual halla espejo, cobijo y empleo, y nos dice, cerca de las siete de la tarde noche, cómo las feminazis ya lesionaron a nueve civiles y tres policías, lo cual es un saldo magnifico en términos numéricos, aunque aumente en el curso de la noche, porque no podemos comparar los hechos ultraviolentos en un estadio queretano con veinte mil asistentes y 22 heridos serios, a una marcha de 200 mil o más mujeres en reivindicación de sus derechos, con apenas unos cuantas lastimaduras leves, y si uno de ellos es una Atenea a la cual por poco le meten la punta de un picahielo en el ojo, pues a la suerte compañera, le vamos a dar una medallita y le vamos a aplaudir como a ratos hicieron las feministas consientes en la marcha de ayer, quienes con las palmas reconocían sus sacrificios porque cualquiera se dan cuenta del triste y peligroso papel, en el cual, las coloca la señora Claudia Sheinbaum quien nunca se ha parado frente a un soplete, un picahielos agresivo en una marcha violenta, ni cuando era una estudiante en los movimientos universitarios donde inició su carrera política, pero en fin, la marcha fue y ya veremos el, siguiente año si quienes –dijo Batres— tienen abiertas carpetas de investigación en su contra por los delitos cometidos en la actividad del “Bloque negro”, no se presentan de nuevo el próximo año cuando se vuelvan a alzar los muros tras los cuales el patriarca del Palacio las mira –a ellas y a las justas–, tras la cortina de hierro, porque el vandalismo en esta ciudad, protegido por el gobierno, no es un accidente es una vocación especializada a punto de lograr reconocimiento, título y diploma en el Registro Nacional de Profesiones, como hemos visto hasta la saciedad en muchos casos cuya historia ahora no vale la pena relatar; mejor celebrar cómo dentro de lo posible la marcha no tuvo las horrendas consecuencias de algunos malos arúspices quienes como se sabe solamente tratan de hallar los negros en la paella transformadora de la Cuarta Transformación Nacional, afán iluminado en el brillante futuro de nuestra patria, tan sufrida, tan dolida, pero muy cerca de hallar la tierra prometida, mientras los reaccionaros clasistas, racistas, egoístas, aspiracionistas, accionan sus perversas herramientas.