A estas alturas ya se viene haciendo una mala costumbre, un insano hábito recurrente, diría alguien; un mal síntoma de la descomposición sobre cuyos rieles vamos, ladera abajo, en una montaña rusa (hoy cuando todo lo ruso es sinónimo de malo), mientras el gobierno en sus constantes aberraciones nos reduce cualquier espacio para vislumbrar siquiera alguna mejoría, pero no es así de ninguna manera, no hay espacio de la vida nacional en cuya amplitud –sea lo sanitario, lo educativo, lo diplomático, lo, legislativo–, el gobierno (o el presidente), nos aliente con una buena decisión, porque todo es falso, mentiroso y tercamente equivocado, todo es alimento y leña en la hoguera de la autoglorificación, y no queda títere con cabeza ni conoce este intento de transformación, cuyos métodos y resultados hasta ahora transforman mediante el derrumbe, la erosión de las instituciones; el fácil arte de descomponer, desarticular, desbaratar o cualquiera otra de esas acciones en las cuales vemos el constante paso de Atila, porque dígame usted si no es para tirarse al llanto, esta nueva decisión, explicada desde el cuentachilismo, para terminar con las escuelas de tiempo completo y cargarse el bienestar de tres y medio millones de escolapios beneficiados, por un programa cuya utilidad es tan evidente como para no insistir en ella ni bajo el argumento estúpido de desviar el dinero de libros y alimentos, a la obligatoria tarea de equipar las escuelas a donde esos niños acudían en pos del pan del pensamiento y el resto y el estómago, y todo porque no se me ocurrió a mí, porque es obra de los enemigos, de los de antes, de aquellos a quienes no queremos parecernos y a veces lo logramos, porque mientras las anteriores administraciones, con todas sus deficiencias, errores y corruptelas (tantas como las actuales), se esforzaron por construir, esta se empeña en destruir hasta lograr como se dice de Tito, quien en el año 70 de nuestra no dejó de Jerusalén, piedra sobre piedra, pues así más o menos se viene desarrollando esta triste historia, y quizá tres sean los asuntos más graves hasta ahora, aunque hay otros muchos relacionados o conectados con estos, pero por algo se debe comenzar: la extinción de un sistema de salud cuya mejoría era necesaria, pero su arrasamiento, incluida la distribución de medicamentos, hoy tan deficiente como nunca antes y ha resultado inútil y dañina por varias generaciones; la educación, cuya utilidad ni siquiera necesita explicación y a la cual vemos (son palabras de Gilberto Guevara Niebla, ) en un frac o retroceso, porque “el gobierno federal eliminó la Reforma Educativa del 2013, pero no produjo un nuevo proyecto; y en cambio, puso en práctica políticas que dañan la oferta educativa”, porque “el presidente le volteó la espalda a la educación persiguiendo un objetivo político, en el sentido populista, mezquino del término”, y visto así y si ya se habla de populismo, séame tolerada esta cita de la prédica presidencial latinoamericanista (¡ay!, Bolívar qué me duras…) cuya naturaleza es tan romántica, como falsa la conducta de su interlocutor, un merolico brasileño llamado ”Lula” Da Silva, quien tras pasar un tiempo, tras de las rejas, ha venido a México a buscar (seguramente) financiamiento (económico o ideológico, como Evo, Como Fernández, como el cubano Díaz Canel) para regresar al poder, y esto ha hablado con nuestro líder, de la manera como hablaba antes con Enrique Peña Nieto cuando le apadrinó disfrazado de chamula y con 500 mil de pago, su fracasada campaña nacional contra el hambre, encargada a la sufrida enemiga de nuestro presidente, la señora Rosario Robles Berlanga, quien como Da Silva –en su momento–, conoce la triste condición de una alevosa prisión política, pero a la hora de las ensoñaciones, dicen haber hablado en este tono. Vea usted, “ayer hablé de eso con Lula, de cómo pensar no sólo en el sueño bolivariano de la integración de América Latina, del Caribe, sino de la integración de América. Es un cambio de política. Se ve como algo muy difícil de lograr porque durante 200 años ha habido una política de falta de respeto hacia los países de América, y también de mucha desconfianza hacia países fuertes. Entonces, tenemos que buscar un acuerdo y, como sucedió en Europa, que primero fue Comunidad Europea, y luego la Unión Europea, lo mismo en América.Y tenemos mucho potencial para ser autosuficientes, para producir en América lo que consumimos en América, no depender de otras regiones del mundo. Tenemos fuerza de trabajo, tenemos tecnología, muchísimos recursos naturales, un mercado, una capacidad de consumo, que es la más importante del mundo si se integrara América. El ingreso per cápita, el ingreso por persona en América es superior al ingreso per cápita en Asia y en Europa. Entonces, ¿por qué no la integración, con respeto a nuestras soberanías, llegar a un acuerdo?… Así como no estamos por guerras comerciales, tampoco podemos quedarnos con los brazos cruzados cuando hay un crecimiento desmedido de una región que se puede convertir en una amenaza de dominación. No queremos hegemonías ni en lo económico, ni en lo político, y mucho menos en lo bélico. Entonces, son importantes los equilibrios y eso es lo que estamos queriendo que se acepte en el caso de Estados Unidos, de Canadá y en toda América, de eso hablamos con Lula ayer…y va a requerir, de convencer a quienes tienen desconfianza sobre la actitud de intervención, de falta de respeto a las soberanías, y de convencer también a los que han sido hegemónicos de que ya no es el tiempo de antes, que ya no es el tiempo de los espías y de la promoción de los golpes de Estado, y de poner y quitar gobernantes a su antojo, o de los bloqueos, todo esto que se usaba en la Edad Media, ya no puede ser así” y hasta aquí la larga cita, y ya vemos, el mundo sabe ahora cómo se debe comportar, porque a esa síntesis de pensamiento político, planetario han llegado Lula y Don Andrés Manuel antes de tomarse una bonita fotografía con el fondo pictórico del mural de Diego Rivera en el Palacio Nacional.