A Roberto Carvajal, un periodista crítico que no se dobla.
Ya cuando varios estimados lectores y de diversas posturas ideológicas están de acuerdo en una crítica a un artículo, no queda otra salida que interrumpir los planes del orden de las colaboraciones y confrontar sus juicios. Afirman, algo que es cierto, que en el artículo anterior me deslindo de las afirmaciones del Presidente de que ya se perdió y que se le fueron las cabras al monte; que también marco mi distancia de los que consideran que López Obrador tiene ya graves problemas de discernimiento. No obstante, agregan los críticos, cuando describo algunas alteraciones de la mente, recurro a acciones que ha hecho el Presidente. Cierto también. Me conminan a que me defina que diga si considero que el Presidente ya realmente perdió contacto con la realidad. Reconozco, tienen razón, el artículo en este sentido adolece de claridad y paso explicarme.
Después de que explotó el escándalo de su hijo el Presidente profundizó en un rasgo de su temperamento muy riesgoso. ¡Cuál es éste? El Presidente prefiere mentir, burlarse, calumniar, todo, antes que quedarse callado; para él guardar silencio es peor que cualquier ofensa. ¿Por qué el Presidente no dejó que todas las partes involucradas en el escándalo se defendieran y participaran públicamente en el debate, antes de salir y volverse a subir al ring con los medios de comunicación? ¿Por qué prefirió seguir fomentando el odio contra los periodistas y no esperó simplemente a publicar las investigaciones que exoneran gran parte de las acusaciones? Dejar pasar tres semanas para desmontar el ataque vulnera la credibilidad de las versiones de los participantes, que han pagado desplegados costos; cubre de sospecha a los nuevos documentos.
No tener temple ni autodominio personal no es un defectito menor. Los griegos afirmaban que la primera cualidad de un gobernante era el control de sí mismo (sofrosine), pues implicaba la presencia de otras virtudes para mandar. Quien no tiene control de sí mismo, además de ser desdichado personalmente porque está en pleito y no está en paz consigo mismo, anhela a controlarlo todo para que coincida con su voluntad. Desbocado y sin orden no puede ser justo ni aceptar que el Estado es organización y separación de poderes. “Es más digno un rey que se domina a sí mismo que un rey que vence a los enemigos”.
Estoy convencido que el Presidente mantiene la consciencia, con “sc”, es decir, sigue percibiendo la realidad, pero la conciencia, sólo con “c”, el conocimiento responsable y ético como Presidente, lo tiene sin cuidado. La falta de control de si mismo no es la locura pero es la subida a las cumbres borrascosas de amenazas semejantes o peores. En fin, la asignatura de estos artículos se mantiene y, de acuerdo con la petición de los lectores, la preciso; ¿Qué podemos hacer los mexicanos ante un Presidente que a diario da testimonio de una falta de control de sí mismo?