Hasta fines del siglo XX, la historiografía local dio por hecho que la fundación del pueblo de indios de Querétaro ocurrió el 25 de julio de 1531, con el arribo a La Cañada de los otomíes de la antigua provincia de Jilotepec encabezados por Conni, no “Conín”, como lo transcribió erróneamente Antonio de Herrera cronista mayor de Indias, el primer historiador que conoció la Relación geográfica de Querétaro, escrita en 1582 por Francisco Ramos de Cárdenas. Con un grupo de treinta familias, parientes y amigos, Conni vivió en las cuevas de La Cañada y llamaron al asentamiento Andamaxei, “el gran juego de pelota”, por la similitud entre la topografía del lugar y las canchas para el juego de pelota que tenían las principales ciudades de Mesoamérica.
Conni -que significa “ruido” en otomí- fue llamado así por Ramos de Cárdenas; era originario del pueblo de Nopala, perteneciente a Jilotepec y de oficio mercader, por lo que conocía la región ocupada a principios del siglo XVI por los nómadas recolectores-cazadores, conocidos genéricamente como chichimecas, con quienes trataba. Salió huyendo de la provincia de Jilotepec con su gente tras la caída de la ciudad de México Tenochtitlan, capital del Imperio mexica, en 1521. Por varios años se asentó en diversos sitios del hoy estado de Guanajuato y hacia 1531 conoció en San Miguel al español Juan Sánchez de Alanis, quien sería uno de los primeros pobladores de Querétaro.
En algún momento de la década de 1530, los otomíes se trasladaron a La Cañada, donde permanecieron algunos años. Hacia 1541 llegó el español Hernán Pérez de Bocanegra, encomendero de Acámbaro, acompañado por un grupo de indígenas tarascos, quienes llamaron Queréndaro -que quiere decir “lugar de juego de pelota”- al asentamiento otomí, donde se congregaron los chichimecas que vivían dispersos en los alrededores. Pérez de Bocanegra trajo consigo un franciscano, quien bautizó a los indios, que luego salieron de La Cañada para fundar el pueblo en su asentamiento definitivo: la ladera oeste de la loma del Sangremal, con su traza urbana reticular y el convento franciscano donde ahora se encuentra el centro histórico de la ciudad, como lo deduce el historiador David Wright basado en la “Información de méritos y servicios de Hernando de Tapia”, nombre con el que fue bautizado Conni.
Desde hace casi tres siglos se fijó la fecha de la fundación de Querétaro en 1531, al confundir la mitológica batalla inventada en la “Relación de Nicolás de San Luis” con el verdadero poblamiento de La Cañada por Conni. Fray Isidro Félix de Espinosa propuso esa fecha en su Chrónica apostólica y seráphica de todos los colegios de Propaganda Fide, impresa en 1746. La misma fue ratificada en 1906 por Valentín Frías en la conclusión de su libro La conquista de Querétaro. En los albores de las celebraciones por el 450 aniversario de la fundación de Querétaro, festejado en 1981, Manuel Septién y Septién también le dio la razón a Espinosa y apoyó la fecha de 1531; afirmó erróneamente -dice Wright- que tal fecha se halla en “todas las informaciones rendidas por los Conquistadores y los ilustrados Cronistas de Querétaro…”
Septién y Septién reproduce la versión del cronista franciscano sobre la batalla entre cristianos y chichimecas:
El día 25 de julio de 1531, afrontaron cristianos y gentiles en la loma conocida con el nombre de Sangremal, y puestos en fila, en número igual de combatientes, se trabó de una parte y otra parte reñida lucha en que llegaron a herirse a puño cerrado. Las voces, las cajas y los clarines resonaban entre tanto. Los que estaban a la vista disparaban descargas cerradas al aire de sus armas de fuego, y los indios a su vez lanzaban sus flechas a lo alto enardecidos con la vista del combate. Y con la polvareda que levantaban los pies, con el humo de la pólvora y con un eclipse que parece hubo en ese tiempo, se oscureció el día causando congoja y pavor en el ánimo de todos.
En medio de esta oscuridad, observaron de repente, tanto cristianos como gentiles, una claridad tan viva que les llamó fuertemente la atención aún a los mismos combatientes y vieron en el centro suspensa en el aire, una cruz refulgente de color blanco y rojo, como de cuatro varas de larga y a su lado el batallador patrono de España el Apóstol Santiago, jinete en su blanco corcel, como ya en otras muchas ocasiones se había aparecido en las batallas de los españoles contra los gentiles, decidiendo todas ellas en favor de los cristianos.
David Wright califica de “fantástica” la Relación de Nicolás de San Luis y, por tanto, la desecha como fuente histórica confiable, al señalar que los datos que ambas versiones proporcionan, particularmente los que se refieren a la conquista de Querétaro, deben ser eliminados de cualquier consideración seria de la historia de Querétaro en el siglo XVI, debido a la gran cantidad de falsedades que contienen. Advierte que al estar contaminadas tales versiones, los estudios que se basan principalmente en ellas tendrán que descartarse también dado que han tenido una enorme influencia en la historia queretana desde el siglo XVIII hasta el último tercio del siglo XX.
Juan Ricardo Jiménez Gómez (2014) está de acuerdo con David Wright y aclara, sobre la versión legendaria de la “conquista” del pueblo de Querétaro por los caciques Fernando de Tapia y Nicolás de San Luis Montañez, referida en las crónicas franciscanas del siglo XVIII, que no hay una sola referencia de ella en el extenso expediente del Pleito Grande ni en la Información de Guadalajara de 1573, que son las fuentes de más reciente publicación. Por lo cual, resulta innegable que el mérito de la fundación del pueblo de indios de Querétaro corresponde a Hernando de Tapia y es insostenible “la versión del papel atribuido en el proceso fundacional a Nicolás de San Luis Montañez”.
Además, no hay ningún indicio de que se halla verificado un proceso de “conquista” para instalar el dominio español en la región queretana. Por el contrario, según el testimonio dado por Hernando de Tapia en el proceso del Pleito Grande, hubo una aceptación pacífica de la colonización, expresada en el bautismo del propio Tapia y la cristianización del resto de los indígenas (Jiménez, 2014: 106). Recientemente, ambos autores publicaron el facsímile de la Relación geográfica de Querétaro, de Francisco Ramos de Cárdenas, donde describen cinco documentos anteriores a ésta y resulta que no hay una sola referencia a Nicolás de San Luis. Jiménez Gómez (2013) subraya este hecho, al considerar que resulta capital ante la tendencia de la historiografía tradicional que lo presenta como uno de los principales, si no es que el más importante de los conquistadores otomíes del siglo XVI en el Bajío.
En su obra Querétaro en el siglo XVI. Fuentes documentales primarias, Wright plantea que la fecha más probable para la fundación de Querétaro en el valle es “hacia 1540”. Mientras que la evangelización de los indios inició con la llegada de Pérez de Bocanegra a La Cañada y el bautizo de Conni. El cacique otomí convenció por medios pacíficos a los chichimecas, de aceptar el bautismo. Hernando de Tapia y Juan Sánchez de Alanís difundieron la religión católica e implantaron el culto cristiano entre los otomíes y chichimecas del naciente pueblo de Querétaro, y las localidades secundarias de la región, sobre todo en la de Anbanica/Teocalhueyacan -que significa “templo alto” en otomí y náhuatl, respectivamente-, donde los indígenas seguían practicando sus ritos ancestrales al pie del sitio prehispánico que ahí se encuentra.
En Anbanica/Teocalhueyacan, así como en otros lugares de los valles de Querétaro y San Juan del Río, tuvieron desarrollo las culturas teotihuacana y tolteca durante el primer milenio de nuestra era. En las inmediaciones del sitio prehispánico surgió el pueblo, al cual los franciscanos que evangelizaban la región le dieron luego el nombre de San Francisco Galileo, conocido vulgarmente como El Pueblito hasta la actualidad.
En la primera mitad del siglo XVI, la región queretana estaba ocupada por los pueblos de Tlachco (Querétaro), Cincoque (Apapátaro), Azcala (Amazcala), Zamatao (Cimatario), Iztaquechichimeca (San Juan del Río) y Nacahualcingo (¿?), de acuerdo con la versión paleográfica del expediente sobre el pleito entre los caciques y principales del pueblo de Xilotepec con Hernán Pérez de Bocanegra, vecino de la ciudad de México, sobre el derecho de las estancias de Tlachco (Querétaro) y Cincoque (Apapátaro), efectuado entre 1536 y 1541 -del que se hablará más adelante-, que publicó en el 2006 José Ignacio Urquiola Permisán bajo el título Primeras noticias sobre la conquista, posesión y encomenderos del pueblo de Querétaro. Llama la atención que el expediente no hable del pueblo de Anbanica/
Teocalhueyacan.
Sobre el “Testimonio de fundación de Querétaro”, que el periódico oficial La Sombra de Arteaga dio a conocer en 1892 y casi un siglo después publicó Manuel Septién en la revista El Heraldo de Navidad (1980-1981), a Wright le parece razonable la fecha del 27 de octubre de 1537 y se acerca a la que calculó con base en diversas fuentes del siglo XVI de “hacia 1540” para la fundación del pueblo en su lugar definitivo. Aunque no rechaza tal cédula real como fuente auténtica, acepta que, si algún día se demuestra su autenticidad, la de 1537 sería la fecha “oficial” de la fundación de Querétaro. Por lo cual, hasta ahora la fecha de la fundación constituye un enigma sin resolver.