Desde el 68 a los medios de comunicación se les considera vendidos a intereses del poder. No hay matices, a excepción quizá de diarios o revistas considerados independientes; aun así todos tienen su columnista, comentarista o locutor corrupto, al servicio del gobierno en turno. Y aunque la “prensa vendida” no sea una generalidad, estudiantes, amas de casa, sindicalistas, trabajadores de diversa índole no dejan de vociferar ante televisoras, radios y periódicos que los periodistas somos deshonestos.
Enrique Serna, en su libro excepcional, El vendedor de silencio crea en el personaje de Carlos Denegri un panorama desolador de compra de información del funcionario, a cambio de omitirla frente el público. No importa lo que te pagan en el medio como periodista, importa la red de relaciones públicas que haces entre políticos, empresarios, dirigentes de diversa índole; los millonarios de México: para amarrar la complicidad que oculta al ciudadano la ausencia del derecho para estar informado.
Desde tiempo inmemorial los periodistas son mal pagados, porque lo que importa es el tipo de fuente de información que cubres para su medio, desde la presidencia hasta el sector obrero o empresarial. Pago que no ha cambiado hasta últimas fechas, salvo para los considerados líderes de opinión: esos sí que ganan grandes salarios, nadie sabe bajo que silencio vergonzoso; pero se empieza a descubrir. ¿Los periodistas debemos transparentar nuestro salario? Ojalá que sí. Se sanaría la relación entre la prensa y el poder. Y acaso, entraríamos a una nueva etapa de transparencia informativa, sin intereses ocultos.
La libertad de expresión es una mentira desde las propias casas informativas que ejercen la censura o autocensura según las condiciones con el gobierno o empresarios. Censura que está llegando a su fin con las redes sociales y el interés público de lectores ávidos de cambio. Nadie desde el gobierno se había atrevido a abrir esta caja de pandora que hoy estalló contra Carlos Loret de Mola. ¿Quién paga Latinus y bajo qué intereses labora su información?
La mayoría de los periodistas viven en pésimas condiciones. No es ningún secreto. Entonces, obviamente: no todos somos Carlos Loret de Mola.