Los monstruos son una proyección humana, ahí donde respira el mal porque la bondad se extingue. Donde acabar con el otro y el siguiente enemigo, es la meta. Aniquilar al mensajero. Terminar con cualesquier vestigio de generosidad. No dejar huella de gratitud. Las múltiples posibilidades del odio; ahí donde la mentira es la única verdad. Un amor inspirado en el fascismo; una sociedad ciega a lo que queda de las escasas virtudes de una persona. Ese monstruo que llevamos dentro, que surge para destruirse a sí mismo.
Guillermo del Toro se inspira en la novela El callejón de las almas perdidas, de William Lindsay Gresham, para convertirla al cine y escenificar el horror que somos, la sustancia apestosa de los humores de hombres y mujeres inmersos en la ambición. La vía negativa como búsqueda de progreso. El crimen y castigo que el instinto animal se infringe. Los monstruos del filme son mejores que los inventados por Del Toro en sus anteriores cintas. El temor del espectador al verse reflejado es justamente el atractivo supremo de la obra. El elenco fílmico es el retrato de una sociedad descompuesta. Hiere a las almas perdidas e inspira al escaso vestigio de un ser capaz de racionalizar su podredumbre.
Racistas, feminicidas, ladrones, violentos; homófobos, secuestradores, violadores, pederastas, corruptos y amorales; amantes de los siete pecados del mundo, ideólogos a ultranza, religiosos dogmáticos, periodistas sin escrúpulos, políticos sin conciencia social…Un consejo: vayan a ver El callejón de las almas perdidas. Igual el atisbo racional que queda procure un cambio social que permita girar la ruta del mundo. (Ya sé que es ingenuidad y que seguiremos con ustedes, dueños del planeta).
Posdata: esta no es una crítica de cine. Es el deseo de que un filme nos induzca observar el fondo de cada uno de nosotros para encontrar razones de porqué estamos llegando a una descomposición social, insostenible. Donde el dinero es el fin y principio de toda perdición. Donde el animal irracional que llevamos dentro no termine por aniquilarnos. Donde, ojalá, la virtud humana emerja por encima de toda barbarie. ¿Será posible?
Todos los premios para Guillermo del Toro, mensajero del circo.