La presencia militar de Rusia cerca de Ucrania ha aumentado en las últimas semanas. Incluye a efectivos por tierra, al este y en Bielorrusia, navíos en el mar Negro y en la base naval de la península de Crimea, cuya anexión ocurrió en 2014. Moscú manifiesta que este despliegue responde al peligro de una invasión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) a sus fronteras. El presidente ruso, Vladímir Putin, señaló que sus demandas son que no se permita la anexión de Ucrania a la alianza y que ésta abandone su actividad militar en Europa del Este.
Rusia ha afirmado durante mucho tiempo que Estados Unidos rompió una garantía que hizo en 1990 respecto a que la OTAN no se extendería más hacia el este. Hay diferentes interpretaciones sobre lo que se prometió exactamente al entonces líder soviético Mijaíl Gorbachov. Lo cierto es que varios países de Europa central y oriental que formaban parte de la Unión Soviética o de su esfera de influencia ingresaron a la alianza, y cuatro de ellos —Polonia, Lituania, Letonia y Estonia— tienen fronteras con Rusia. Moscú argumenta que esta expansión y la presencia de tropas y equipo militar cerca de sus fronteras son amenazas directas a su seguridad.
En sus primeros comentarios públicos sobre la crisis, después de que entregó sus demandas por escrito en diciembre pasado, el presidente Putin reiteró que Estados Unidos y la OTAN están escalando el conflicto, en parte, porque ignoran sus preocupaciones fundamentales. Señaló también que alentaron la recuperación de Crimea por parte de Kiev, mediante el uso de la fuerza. Pese a las diferencias, el mandatario ruso ha dejado ver que se mantendrá en las mesas de diálogo.
Por otra parte, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, advirtió que no están ante un ataque inminente y que no se debe caer en pánico por una operación, ya que no hay elementos que fundamenten el riesgo; de hecho, la población parece estar acostumbrada a un conflicto latente con Rusia. La intención principal del jefe de Estado es disminuir la escalada del conflicto y continuar con los esfuerzos diplomáticos; así lo expresó en diversas publicaciones. También ha solicitado protección a Occidente, de manera reiterada, y a la OTAN, la aprobación de su plan de candidatura.
Es difícil que el presidente Putin retire su armamento sin obtener concesiones concretas. Entre las posibilidades que se anticipan se encuentran una invasión limitada en las regiones separatistas del este de Ucrania, prorrusas, o la instalación de un corredor entre esta región y Crimea o entre Crimea y la frontera con Moldavia. Esto podría sumarse a otras medidas, como boicots cibernéticos y ataques a infraestructura crítica. En algunos círculos hay expectativa de que haya algún movimiento después de los Juegos Olímpicos de Invierno o del ejercicio militar conjunto con Bielorrusia.
Se han utilizado dos vías para detener lo que se percibe como un escalamiento del conflicto: negociaciones entre altas autoridades de Europa, Estados Unidos, la OTAN y países vecinos y, por otra parte, la amenaza de imponer medidas coercitivas a Rusia. En este sentido, Occidente alcanzó unanimidad sobre responder ante un ataque a Ucrania, pero todavía falta definir específicamente las sanciones que se aplicarían llegado el caso. En este punto, la dependencia de Europa a la energía rusa es un factor por considerar. Al momento no se contempla una presencia directa de los aliados en Ucrania, pero sí en los países integrantes de la OTAN.
Las conversaciones continúan esta semana. Olaf Scholz, canciller de Alemania, visitó la Casa Blanca el 7 de febrero, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, viajó a Moscú y a Kiev para tratar de mediar en la crisis. En declaraciones a la prensa, el mandatario galo afirmó que en realidad Rusia busca claridad en las reglas del juego con la Unión Europea y la OTAN.
A estas alturas, las negociaciones diplomáticas y el diálogo parecen el mejor camino para que no ocurra una escalada que desborde la confrontación. Se observa que la Alianza Atlántica ha recobrado fuerza para garantizar la seguridad en la región, y hay analistas que señalan que éste puede ser un efecto no anticipado por el presidente Putin, cuyo propósito principal es, justamente, protegerse de una amenaza en su zona adyacente.
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