¿Reforestar o llenar de árboles la ciudad, es la solución? a simple vista pareciera que esta es la solución adecuada, sin embargo, hay que considerar que hay ciencia en la ciudad y que ésta, es la base para dar una respuesta correcta. Varios estudios como el de José G. Hernández y Ruth j. Chávez publicado por CONCYTEQ desde el 2011, daba cuenta de las especies “ecológica y culturalmente más relevantes del municipio de Querétaro…para promover su uso en programas de reforestación o restauración.” Dicho estudio se realizó en las inmediaciones de la ciudad, en los principales ecosistemas, no obstante, resulta pertinente para el contexto urbano.
Muy a menudo nos enteramos, leemos o escuchamos sobre campañas de reforestación y la cantidad en miles de arbolitos forestados y/o reforestados, lo cual apacigua nuestra conciencia y nos impulsa a combatir el cambio climático, pero olvidamos que la ciencia natural nos orienta en principio a estimar cuales son las especies “clave” en razón de la optimización fotosintética, la conservación y almacenamiento de agua y, la regulación térmica. Y con base a éste análisis se puede establecer el ensamble de vegetación, que no es otra cosa que la “combinación particular de especies que determina la composición y funcionalidad de una comunidad vegetal” (Hernández y Ruth, 2011).
Entonces no solo se trata de la buena voluntad de realizar reforestaciones, sino que, en esto, hay ciencia, por ello, hay que tener en cuenta la valorización a partir de índices tales como: parámetros de valor ecológico-estructural; parámetros de valor ecológico-cultural; y parámetros de servicios ambientales.
Además, hay que considerar la resiliencia a fenómeno del disturbio ocasionado por la alteración de los ecosistemas debido al crecimiento de la ciudad y por ende, a los cambios de uso del suelo, de ahí que la vegetación primaria de un ecosistema, pasa a una vegetación secundaria, pero hay especies que se encuentran en ambos proceso sucecionales, lo que las hace mas resistentes a estos cambios o alteraciones, y por tanto las hace candidatas para las acciones de restauración en el ambiente urbano.
Derivado del estudio antes mencionado (Hernández y Ruth, 2011) se clasificaron 45 especies “claves” de árboles y arbustos, que en su mayoría comparten características funcionales con respecto a evitar la perdida de agua. Así es como llegamos a un entendimiento de lo que se trata, es decir, de armar ensambles para la restauración de la vegetación nativa al interior de la ciudad con base en la ciencia, y no la ocurrencia. Dichos ensambles presentan cierta complejidad en ambientes urbanos, pero para ello, hay que adoptar una visión basada en los fragmentos de biodiversidad, en pequeños espacios.
Ahora bien, querido lector, esto puede resultar muy difícil, pero la verdad, es que la adopción y aplicación de la ciencia, en el caso del manejo de la vegetación, descansa en los tomadores de decisiones y el ciudadano después, lo llevará a la práctica conforme a los programas y proyectos que se vayan a desarrollar.
En la ciudad hay ciencia, y también ocurrencia, la cual, esta última debe sustituirse para que tengamos ciudades resilientes, vegetación que brinde servicios ambientales, que reduzcan el volumen de agua en el mantenimiento, que sean más resistentes a los disturbios y fortalezcan la biodiversidad urbana.
Las especies “clave” son clave para su conservación, la biodiversidad y el cambio climático, La ciencia está detrás de cada árbol y arbusto que plantemos, no en la cantidad.