Dr. Eugenio García Romero.
A todos, absolutamente a todos, si es que llegamos, nos espera la tercera edad, la cual llega con un importante cargamento de experiencias, madurez, familia, conocimientos “de ésos que no están en los libros”, y, algo a lo que muchos le tenemos miedo: la Soledad. Y es que la vida urbana trajo aparejada cambios a un ritmo sin precedentes en nuestra sociedad conduciendo, entre otros, a transformaciones en el sentido de la identidad, cambiando el concepto de “nosotros” al de “yo”. Así, en los modelos de relaciones interpersonales, que lamentablemente cada vez son más restringidas y superficiales, se tiene menos tiempo para la convivencia, produciéndose los escenarios en los que se genera el sentimiento físico y mental, de la soledad.
La vejez como etapa de la vida.-
La vejez es una etapa en la que las personas están sujetas a una importante serie de cambios y presiones en las que se suceden una serie de cambios y pérdidas de tipo biológico, social y familiar. Estas pérdidas se incrementan significativamente después de los 75 años, lo cual contribuye al aumento de enfermedades mentales, predisponiendo a la persona a la aparición del sentimiento de soledad.
Soledad y aislamiento.-
A la soledad se le ha concebido como un estado subjetivo que contrasta con la condición de aislamiento físico, que surge como una respuesta a la falta de una relación particular e implica un desequilibrio entre el nivel deseado de interacción socio-afectiva y el logrado. Sus consecuencias pueden afrontarse tanto de manera positiva como negativa, lo que en gran medida depende de los recursos personales, familiares y sociales que tengan las personas de la tercera edad, así como el grado de control que tengan sobre el déficit relacional. Así como las habilidades que tenga para desplegar y aplicar estrategias de afrontamiento que disminuyan el impacto de la situación generadora del estrés
Edad Cronológica, Edad Biológica y Edad Funcional.-
Mora (1998) señala que muy diferentes teorías intentan en la actualidad dar una explicación a la pregunta de por qué se envejece y a partir de cuándo puede considerarse que ocurre ese proceso. Suelen diferenciarse varios conceptos, que reflejan más bien aproximaciones parciales al problema.
El de edad cronológica es el más simple y hace alusión al número de años que tiene el sujeto.
La consideración de anciano se hace a partir de una determinada edad, por ejemplo 65 años, de forma más bien arbitraria o atendiendo a parámetros estadísticos.
La edad biológica se refiere a los cambios anatómicos y bioquímicos que ocurren en el organismo durante el envejecimiento, aunque es preciso señalar que no existe aún un marcador biológico de envejecimiento suficientemente fiable.
La edad funcional es un concepto que se basa más en los parámetros dinámicos o de funcionamiento de los distintos órganos y sistemas, tratándose por tanto de una cuestión mucho más individual, en función de la situación particular de cada persona según pasan los años.
Finalmente podemos reseñar otros conceptos, definidos aún más difusamente, como la edad sociogénica o la edad psicológica que hacen referencia al funcionamiento del individuo relacionado con los aspectos social y psíquico así lo que es esperable de él en función del resto de los sujetos de su entorno.
Ansiedad y Miedo.-
En mi tesis doctoral “Neurociencia Jurídica en la Inimputabilidad Penal en situación de Trastorno Mental Transitorio, Actio Libera in Causa y en Estado de Emoción Violenta: Repercusiones Jurídicas y Forenses”, menciono que las neurociencias estudian el funcionamiento cerebral desde un punto de vista multidisciplinario, esto es, mediante el aporte de disciplinas no excluyentes como la Física, la Química, la Biología, la Neurología, la Genética, la Informática y la Psiquiatría, que de acuerdo con Tirapu (2011) todas estas aproximaciones, dentro de una nueva concepción de la mente humana, son necesarias para comprender los procesos mentales, particularmente los más complejos como la inteligencia, la conciencia, la personalidad o las emociones. El empuje definitivo que ha recibido la neurociencia viene dado por la necesidad cada vez más imperiosa de arrojar cierta luz sobre las bases cerebrales de los trastornos mentales. Las neurociencias son el puente de unión entre diferentes aspectos del saber, como la neurología y la psiquiatría.
Ansiedad, Angustia y Estrés: Tres Conceptos a Diferenciar.
En su trabajo Sierra et al. (2003) comenta que el intento de diferenciar entre los conceptos de ansiedad y angustia es un ejemplo claro de una añeja problemática, ya que la utilización de ambos términos dio lugar a confusión en el siglo pasado dado que, en algunas ocasiones, eran usados como sinónimos y, en otras, como vocablos de distinto significado.
En esta línea López-Ibor (1969) realiza una distinción entre ansiedad y angustia; en la angustia existe un predominio de los síntomas físicos, la reacción del organismo es de paralización, de sobrecogimiento y la nitidez con la que el individuo capta el fenómeno se atenúa, mientras que en la ansiedad cobran mayor presencia los síntomas psíquicos, la sensación de ahogo y peligro inminente, se presenta una reacción de sobresalto, mayor intento de buscar soluciones eficaces para afrontar la amenaza que en el caso de la angustia y, por último, el fenómeno es percibido con mayor nitidez. En la actualidad, es difícil mantener dichas diferencias, ya que dentro del concepto de ansiedad agrupamos tanto los síntomas psíquicos o cognitivos como los conductuales y físicos.
Ansiedad y hostilidad.-
F. Expósito y M. Moya en su artículo “Percepción de la soledad” señalan que a nivel emocional los efectos de la soledad se manifiestan con altos niveles de ansiedad con sentimientos de hostilidad, con baja autoestima y estados depresivos. Lo cual es una respuesta directamente proporcional con los cambios en la arquitectura neuronal y la situación psicosomática de la persona de la tercera edad.
Cambios en los Neurotransmisores Cerebrales en la Vejez.
Dice en su artículo “Cellular and molecular mechanisms of aging” menciona que también sucede de forma característica en el hipocampo y la amígdala, así como en ciertas áreas subcorticales como la sustancia nigra, locus coeruleus, núcleo basal de Meynert y varios núcleos hipotalámicos.
Sawle y sus colaboradores en su artículo “Striatal function in normal aging: implications for Parkinson’s disease” muy resumidamente señalan que respecto a la transmisión dopaminérgica, se han descrito alteraciones de neurotransmisión en el sistema nigro-estriado, aunque no de la misma intensidad a la que aparece en la enfermedad de Parkinson. Este es el área cerebral más investigada, pero ocurren cambios en otras. Sin embargo, el resultado de los estudios es conflictivo, ya que aunque se han descrito descensos en la actividad dopaminérgica en diversas zonas, los estudios in vivo que usan PET (Tomografía de Emisión de Positrones) no siempre los han confirmado.
Por su parte Rogers y Bloom (1985) mencionan que la transmisión colinérgica está afectada en el envejecimiento, fundamentalmente en relación con el descenso del número de neuronas en el núcleo basal de Meynert y con un descenso en la actividad de la acetilcolino-transferasa, necesaria para la síntesis de acetilcolina. Estos cambios se han puesto en relación con dificultades cognitivas, tanto en individuos normales como en sujetos con Enfermedad de Alzheimer.
Disminución de neuronas.-
Acá vuelvo a citar mi tesis doctoral en la que menciono que durante el envejecimiento se produce también una pérdida de neuronas en el locus coeruleus que afectaría por lo tanto al sistema noradrenérgico. Sin embargo, no parece haber grandes modificaciones en la noradrenalina en córtex cerebral, estriado, hipotálamo o tálamo relacionadas con la edad. Ya que la serotonina sí parece estar más implicada y se han encontrado reducciones significativas en las neuronas serotoninérgicas del núcleo basal junto a determinadas regiones corticales. Por su parte Porras en su tesis doctoral “Interacción de neurotransmisores y envejecimiento cerebral”, señala que ello podría tener repercusiones clínicas referidas a los trastornos afectivos y también al funcionamiento cognitivo de las personas de edad. La influencia del envejecimiento humano en otros sistemas importantes de neurotransmisión como el glutamatérgico o el gabaérgico, están aún peor establecidas y no han arrojado resultados concluyentes.
Connotación Negativa en los Cambios Durante la Tercera Edad.-
Mishara y Riede (1986) mencionan a cerca de lo que ocurre ya inmersos en la edad avanzada, quizás lo más importante sea considerar cómo es la vivencia subjetiva de la vejez. Esta vivencia de la vejez está marcada por:
—Las transformaciones corporales, lo cual es evidente. La vivencia corporal cobra en el anciano una importancia extraordinaria. El cuerpo joven, sano y bien funcionante no se siente, no se percibe. Para muchos ancianos, el cuerpo “se nota todo el tiempo”, es percibido con una mayor frecuencia y generalmente con una connotación negativa.
—La disminución de las capacidades funcionales, que está en relación con lo anterior, pero se refiere más al aspecto dinámico de estas funciones corporales.
—Una menor capacidad de adaptación al estrés y a las situaciones nuevas, con una mayor tendencia a la autoprotección y a la evitación.
—Un empobrecimiento del tejido relacional y social en el que se mueve el anciano, por pérdida de sus pares y rechazo del entorno.
Todo ello puede llevar a sufrir una clara herida narcisista y un compromiso del ideal del yo en el sentido psicodinámico del término, al ser la imagen de sí mismo una imagen dañada. La enfermedad, puede sumarse a estas sensaciones difíciles y puede ser sentida como una etapa última, un punto de riesgo en una situación ya de por sí frágil.
Dar amor y tolerancia a los ancianos.