Los movimientos geopolíticos no son un juego, como el ajedrez, porque incluyen decisiones que afectan al conjunto de países en un contexto global. El asunto de Ucrania hay que verlo como un problema que nos concierne a todos, las decisiones de Putin, de Biden o de Xi-Jinping, tienen un carácter global y dinámico. Por eso es importante analizar lo que está sucediendo en Ucrania, como parte de ese entramado global.
En estos momentos nos encontramos en un punto decisivo del tablero ucraniano. Por un lado, la exigencias que planteó Rusia a Estados Unidos son claras: Que la OTAN no admita como nuevos miembros a países de la ex Unión Soviética, que es un compromiso verbal que se hizo a Gorbachov a principios de los años noventa de parte de Estados Unidos. En esta exigencia entra no utilizar a terceros países para atacar a Rusia, así como no instalar armas que amenacen la seguridad de un tercer país. En este punto hay que considerar los avances tecnológicos de los mísiles hipersónicos, que logran velocidades cinco, diez o más veces la velocidad del sonido. Junto con lo anterior está la exigencia de no utilizar bombarderos pesados, ni buques de guerra cuyo sólo paso amenace a la otra parte, esto comprende los continuos ejercicios militares que se realizan en el Mar Negro, en el Báltico y en el Mar del Norte. No desplegar mísiles terrestres de mediano o largo alcance en las fronteras de Rusia y no capacitar a personal militar o civil en manejo de tecnologías nucleares.
Lo que señala Rusia es que, una vez disuelta la Unión Soviética, existía el compromiso de garantizar la seguridad regional, que para Estados Unidos no significaba mayor esfuerzo, ya que se consideraba como el vencedor de la Guerra Fría, el “Fin de la Historia”. Sin embargo, la Rusia de Putin se concentró en el desarrollo tecnológico y, junto con China, han llegado a superar a Estados Unidos en los mísiles hipersónicos. Estados Unidos, por primera vez desde los años noventa, se encuentra en desventaja tecnológica. Es verdad que China es considerada como el principal retador del poder económico y militar de Estados Unidos, pero Rusia tiene la ventaja tecnológica.
La respuesta estadounidense a las exigencias rusas se quedó muy corta. Públicamente anunció que la OTAN estaba abierta al ingreso de Ucrania, lo que es inaceptable para Rusia, ya que la instalación de mísiles de corto y mediano alcance en Kiev harían muy difícil la intercepción de parte de Rusia y Moscú estaría en una situación sumamente vulnerable. Por esa razón Rusia manejó la posibilidad de instalar mísiles y sistemas ofensivos en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Incluso argumentó sobre qué haría Estados Unidos si Rusia instalara mísiles en Canadá o en México. La seguridad de Rusia está en juego y eso no parecen entenderlo los funcionarios de Biden. John Kennedy lo entendió perfectamente en las negociaciones con Nikita Jrushev, accedió a desmantelar los mísiles instalados en Turquía a cambio del desmantelamiento de los rusos instalados en Cuba, en 1962.
La respuesta entregada por el embajador estadounidense a Lavrov no atiende el punto de mayor interés de Rusia. Deja abierta la posibilidad de que la OTAN llegue a Ucrania. La comunidad internacional ha estado expectante del proceso de negociación entre Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea con respecto a la situación de Ucrania. Las demandas de Rusia buscan una seguridad integral para Europa a largo plazo. Estados Unidos y la OTAN no lo logran visualizar así. ¿Qué puede hacer Rusia?
Rusia tiene un abanico de opciones: El momentum, el timing, del invierno es un lapso de tiempo muy corto. El frío ucraniano mantiene congeladas las rutas posibles de avance sólo durante el mes de febrero hasta finales de marzo. Esto es importante porque facilita el paso de la maquinaria pesada de guerra, ya que después, a finales de abril y en mayo los lodazales del deshielo dificultan la movilización rápida de cualquier ejército. El margen de tiempo es relativamente breve y significa una presión enorme para los negociadores rusos. Por eso era muy importante para Rusia la respuesta estadounidense, que acaba de producirse el miércoles pasado.
En este mismo sentido juega un papel muy importante la enorme demanda del gas ruso de parte de Europa. Alemania tiene detenida la autorización de la operación del Nord Stream 2, la nueva ministra de relaciones exteriores alemana ha dicho que hasta después del primer semestre de 2022 vería el asunto de la certificación. Se trata de una inversión de alrededor de 13 mil millones de dólares. La Unión Europea importa el 40 % de su gas, el 30 % de su petróleo y el 25 % de su carbón de Rusia. En caso de un conflicto en Ucrania se pueden cerrar los gasoductos que pasan por este país, con lo que perderían todos: Rusia dejaría de percibir los ingresos de venta, Ucrania los impuestos derivados del paso del gasoducto por su territorio y Europa por los altos precios o por la carencia de gas, en pleno invierno. La presión del frío es muy grande para la toma de decisiones.
Europa se encuentra dividida. No hay acuerdo entre Alemania y Polonia. Algunos países exigen la puesta en marcha del Nord Stream 2 y los países con mayor sometimiento a Estados Unidos, bloquean esta posibilidad. Sucede lo mismo con el Cuarteto de Normandía con respecto a los Acuerdos de Minsk. Desde un principio Rusia argumentaba que era necesario que se cumplieran dichos acuerdos, Zelensky, el presidente ucraniano, los hizo a un lado. Lo que denota la irresponsabilidad y falta de visión de este personaje adicto a Estados Unidos a raíz de la revuelta del Euromaidán. Rusia había manifestado su acuerdo de que Estados Unidos se uniera al cuarteto de Normandía, con la esperanza de dividir más a Europa. Pero después de la cortedad de la respuesta estadounidense a las demandas rusas, posiblemente vea que se trataría de más de lo mismo y finalmente se continúe con el esquema actual de negociación.
Estados Unidos ha buscado hacer tiempo, sabiendo de la ventaja rusa en este invierno europeo. Rusia sabe que esa es la estrategia estadounidense lo que la obliga a la toma de decisiones en el corto plazo. Si hace una evaluación de los efectos de las sanciones estadounidenses y europeas sobre su economía, tal vez sean esas sanciones las que la empujen a tomar toda Ucrania, para compensar los costos de las mismas. Europa no estaría en la posibilidad de no importar el gas ruso por el invierno y debido a que la transición energética a las fuentes eólicas y solares es aún muy limitada y la energía atómica no alcanza para cubrir las necesidades de la UE. La opción de Qatar no es inmediata, porque este país envía todo su gas al Sudeste Asiático y se niega a incrementar su producción. El gas estadounidense es mucho más caro y no está disponible de inmediato. Sacar a Rusia del sistema de pagos internacionales (SWIFT) no resuelve el asunto porque perjudica de igual manera a los países europeos que comercian con Rusia, principalmente a Alemania y Austria que dependen mayormente del gas ruso. La UE está debilitada y dividida, no es un actor geopolítico decisivo.
Estados Unidos ha estado alimentando la posibilidad de la intervención rusa en Ucrania, ya que ha continuado enviando armas y hombres, lo mismo Gran Bretaña y España, sus alfiles más cercanos. Pero su mayor preocupación estaría en que China entrase a Taiwan simultáneamente, mientras está distraído en Ucrania. El riesgo de una guerra sería mayor.
A mayor presión mayor respuesta. Se está llegando a un punto de no retorno. Las dos potencias se encuentran con una presión muy dura, tal vez eso obligue a ambas a llegar a acuerdos parciales mutuamente satisfactorios y se logre estabilizar la región de Europa del Este con ganancias mutuas, que sin ser vetos a la entrada de las exrepúblicas soviéticas a la OTAN, se comprometan a no instalar mísiles de alcance medio que apunten a Moscú y a limitar los ejercicios militares cerca de las fronteras rusas. Esta es una visión optimista, pero la presión del clima los puede llevar a una nueva guerra ucraniana que perjudique a todos. Rusia tiene la palabra.