El fuego consumió una vivienda y a dos de sus habitantes, la causa de ésta tragedia ocurrida hace unos días en Hércules, no fue la accidental expansión del fuego, la causa es la pobreza que orilla a miles y miles de personas a levantar sus precarias casas en terrenos inaccesibles, como son las laderas de los cerros, con material de desecho altamente flamable; la causa de lo causado, como se dice en términos legales, es también y con mayor razón la ceguera de las autoridades para no prever y actuar en consecuencia, sobre el peligro que corren los de escasos recursos que se van asentado, como Dios les da a entender, sin ton ni son, en terrenos inalcanzables.
Las imágenes del proceso para apagar el fuego, en el reciente caso, muestran a los siempre heroicos bomberos, prácticamente escalando el cerro, llevando a cuestas enormes y pesadas mangueras y tanques de aire, cinco o seis por espalda; y es que a ésta y cientos de casas más, la vía del tren y los altos muros que la protegen en algunos tramos, impiden el paso vehicular.
El derecho de vía dejó de ser respetado desde que se concesionó el sistema ferroviario a particulares. Ese espacio, era precisamente un colchón de resguardo para atender cualquier contingencia ferroviaria, para no entorpecer ni entorpecerse, pero sobre todo, protegía a las personas. Al dejar de interesarle a los concesionarios estas medidas de seguridad, el derecho de vía, antes considerado terreno federal y su invasión sancionada hasta con cárcel, se volvió tierra de nadie. Al menos en las zonas pobladas, paralelamente a la vía del tren se han asentado casas, casuchas, covachas, corrales con aves y ganado, huertitas, coches destartalados, escondites de pordioseros, emigrantes y hasta de maleantes. Ante cualquier aviso ciudadano denunciando el desorden, la autoridad municipal dice que es responsabilidad federal, la federal dice que es estatal y va de regreso. Al final a nadie le importa el riesgo inminente de incendios, deslaves, derrumbes por erosión del suelo o desprendimiento de rocas, en que viven miles de familias asentadas de forma irregular en laderas de cerros o en barrancas.
Los marginados no son los únicos que instalan su vivienda en zona de riesgo, también, quienes deciden vivir en edificios lo están. Según el Wikipedia, en la ciudad de Querétaro hay un edificio de 116 metros de altura, otro de 115, otro de 101, tres de 100 metros y diecisiete que van de los 76 a los 90 metros de alto. Entre estos edificios algunos son exclusivos para servicios hospitalarios, otros de oficinas y otros más habitacionales, uno por ejemplo tiene 300 residencias, calcúlese el número de habitantes por cada uno. Ahora bien, si por desgracia surgiera un incendio o urgencia que requiera que los bomberos accedan a ellos desde el exterior, los inquilinos fijos o de paso y las autoridades que permitieron su construcción ¿sabrán que la escalera más alta con que cuenta el heroico cuerpo de bomberos es de treinta metros de altura? altura que no alcanzará ya que siempre se dispondrá de manera inclinada para hacer posible el rescate de seres humanos.
¿A quién se culpa o responsabiliza de una hechura urbana descuidada igual que los asentamientos irregulares, autorizada, permitida, tolerada y a veces hasta alentada, que pone en riesgo a lo único valiosos e irrepetible, como lo es el ser humano? Por lo pronto, y en lo que alguna autoridad pone orden en este campo minado, y como no han de talar los edificios ni recuperar barrancas y faldas de cerros, el gobierno debe adquirir equipo apropiado y escaleras telescópicas suficientes para llegar a los inalcanzables edificios, casas o viviendas, que ellos mismos autorizaron. Las consecuencias de seguirse haciendo de la vista gorda, unos y otros, Al tiempo.