La interrogante parece irresoluble: ¿Qué fue primero: la gallina o el huevo? En política el enigma permanece: ¿El poder despierta la locura o son los locos los que más buscan el poder? El resultado es el mismo: los políticos tienen graves dificultades para conservar la salud mental, Se fuman, se chupan, se untan o se inyectan la droga dura del poder político que provoca la sensación de omnipotencia, mezclada con su hermana, la megalomanía. Los griegos le llamaban la hybris, cuyo síndrome es la incapacidad para cambiar la dirección de sus decisiones, porque ello supondría admitir que cometieron un error. Los griegos creían que los dioses envidiaban el éxito humano y mandaban la mal de la hybris a aquel que estaba en la cumbre del poder y perdía la cordura, lo que acabaría provocando su caída.
Para el político la autocrítica es inconcebible, simplemente está convencido que existe una identificación de sí mismo, las necesidades del gobierno y los intereses de la sociedad. Obviamente a un lector mal pensado le vendrá de bote pronto el reemplacamiento, inoportuno y desmesurado.
Esta psicosis no tiene nacionalidad, ni sexo ni ideología. El más analizado en su locura sin duda ha sido Hitler. Los estudiosos le diagnosticaron histeria, paranoia, esquizofrenia, tendencias edípicas, autodegradación, sífilis; sádico, anal. Lo único que les faltó decir es que Hitler además tenía mal aliento. Pero en cambio sí destacan que padecía monorquidia, es decir, tenía un solo testículo. Un testículo no le había bajado.
Churchill sufría graves depresiones a las que llamaba su “Perro negro”. Stalin es el político loco más siniestro, padecía de una profunda paranoia. Confesaba: “Cuando uno pasa por el pasillo en medio de los guardias pensando ¿Cuál de ellos será? Me disparará de frente o por la espalda”. Hizo que le dispararan a un guardia personal cuando éste se agachó a amarrarse las agujetas
De Gaulle era paranoico, pero no sobre su integridad física, sino de que le arrebataran el poder, Después de haber estado enfermo, cuando le preguntaron: “¿Cómo va la salud, Mon General”. Respondió: “Muy bien, pero no se preocupe, no dejaré de morirme algún día”.
El Presidente acaba de padecer un problema salud, las explicaciones oficiales fueron ridículamente contradictorias. Según esto era una revisión de rutina, pero curiosamente no se informó, a pesar de que ya se sabía. Me parece hasta pueril afirmar que una revisión de rutina incluye un cateterismo. ¿Cuál fue el motivo para hacerse? No guardo ninguna esperanza que la 4T diga la verdad, ningún Jefe de Gobierno, en ninguna época, es sincero en el tema de su verdadero estado físico y mental. La pregunta es ¿cómo podemos los ciudadanos vacunarnos contra ese engaño? ¿Cómo podemos detectar cuando el gobernante empieza a caer en lo que llamaba Bertrand Russell: “La borrachera del poder”? ¿Cómo podemos ejercer nuestro derecho a la información en un tema tan importante? Lo analizaremos en el próximo artículo.