La última noche de 2021, permitió una cascada de deseos, sinceros, fingidos, fantasiosos, reales, espontáneos; otra vez fue momento de buenas intenciones, de los brindis-donde se pudo- de todos los grados, olores, sabores; el Covid 19 y sus mutaciones se unieron sin recato a la celebración. Al celebrar el viejo rito de chocar las copas, las botellas, o lo que sea, del universo de Baco, los participantes tenían una intención común, recordar a los que no están, a los que continúan en la lucha por la sobrevivencia, a los que pelean por ellos contra la muerte, a la familia, a los cercanos. Iniciaba el nuevo año, había que brindar por el presente epidemiológico, por lo que viene: por seguir con vida.
El segundo año de la pandemia a todo vapor recorre el mundo, con mayor velocidad se apropia del calendario; deja pocos espacios para las fiestas colectivas –se llegan a realizar de manera clandestina por estar prohibidas-; por lo tanto, los primeros minutos del 2022, nacieron en reuniones modestas, cenas de buenos precios, caravanas de emigrantes: bailando, cantando, con un signo de interrogación en el cubrebocas. Un tomo más cerraba sus páginas, quedaban para siempre en la memoria, los amigos que partieron rumbo al infinito, hechos recordables, también los que se fueron a habitar el olvido; los logros, las sonrisas, los enojos; la ternura, la tristeza; un año nuevo llegaba a ocupar su espacio en la historia.
Otra vez la tarea, recorrer los caminos con renovados bríos, entre la violencia cotidiana y la esperanza de que todo sea mejor; entre el rojo de los atardeceres invernales y el verde de la naturaleza cada vez más amenazado por el desarrollo de los medios de producción; entre la destrucción ecológica implacable y la respuesta de una base social que se opone al cataclismo. El coronavirus, la tragedia, la ciencia, la imaginación, el amor, la desigualdad, la muerte, siguen presentes.
Atrapado el futuro colectivo entre el miedo social y la incógnita, creo que la tarea urgente-conservando la sana distancia-, consiste en vencer la incertidumbre natural;” echar pa´ delante” expresión nuestra, pienso que es la consigna, para navegar de frente en medio de la epidemia,” tomando conciencia de la responsabilidad de nuestras acciones”.
El impacto del SARS cambió las reglas de convivencia; el mundo virtual se apropió de la cotidianeidad, estableciendo diferentes formas de conducta social; creando “las otras” expresiones artísticas; espacios de creatividad que en el ayer parecían fantasías; avances y transformaciones en el conocimiento; nuevos vasos comunicantes masivos con errores y aciertos. La vida en otra vuelta al sol, toma vuelo; podemos seguir mirado las estrellas, con la indignación latente por las condiciones de “Los naiden”, los llama Eduardo Galeano; escuchar música; emocionarnos con un poema; vivir el arte, vencer a los agoreros.
Entonces la noche del año viejo/nuevo, donde el azar flotó en la atmosfera, y las muestras afectivas brincaron a la sana distancia, para recuperar un poco de la alegría enclaustrada, se apagaron los celulares para que la voz recuperara presencia frente a otras voces; por algunas horas la amistad desplazó a la angustia. Enero transcurre con el ómicron desatado; los cambios económicos y las turbulencias financieras golpean a las mayorías con furia; las sirenas de las ambulancias continúan su trabajo; un tenor con un bombín que espera monedas canta en un escenario callejero: “O sole mío”; el tiempo avanza.
Propongo si “la cuesta de enero” y las restricciones de medicina social lo permiten, como en el amanecer del 2022, brindar por los desafíos inevitables, por las deudas eternas que se tragan los bolsillos; por el silencio de los amantes que desatan los deseos, por los que todavía saben soñar por los anónimos que construyen el ahora, por lo que viene, por seguir con vida.