Para mantener el equilibrio financiero el gobierno no debiera gastar más de lo que ingresa, eso es lo aconsejable, pero eso no está sucediendo en México. La Secretaría de Hacienda acaba de dar a conocer el monto del déficit obtenido en 2021 y éste es el más alto de los últimos 6 años: 472,895 millones de pesos. Ingresaron 5 billones 251 mil millones y se gastaron 5 billones 724 mil.
Este es el segundo año consecutivo en el que el déficit supera los 400 mil millones de pesos, pues en 2020 llegó a 441,941 millones. Pero no crea que esto alarma a la Secretaría de Hacienda, pues ella había calculado para el año anterior un déficit de 622,375 millones y para 2022 calcula que llegará a 875,570 millones.
Es decir, que tales números no les preocupan y el déficit seguirá aumentando ante la complacencia de los diputados, pues alguna fórmula secreta deberá tener Hacienda, para financiar tal déficit presupuestal. En 2021, se tuvo un notable incremento en la recaudación que fue de 5.1% respecto al mismo periodo del año anterior, y no obstante eso, y la política de austeridad, el gasto fue superior. Para el año que inicia, los analistas del Observatorio Económico México han determinado que si la economía crece por debajo de niveles del 3%, se recaudarán 41,570 millones menos de lo previsto, y todos los indicadores señalan que difícilmente se llegará al 2% de crecimiento.
No es mucho el margen de maniobra que le queda a la Secretaría de Hacienda, al haberse agotado ya los fondos de reserva, fideicomisos y otros instrumentos, a lo que debemos sumar la determinación presidencial de no exportar crudo, o exportar menos para que pueda ser refinado en México. La combinación de estos y otros factores hacen previsible que el déficit aumente en 2022, presionadas además las finanzas nacionales por la decisión de inyectar 636,281 millones a Pemex y 449,997 millones más a la CFE, más los 254,342 millones que significan los programas de Bienestar Social.
Es indudable que el gobierno necesita recursos para financiar su gasto, pero este solo le puede llegar por la vía fiscal, por endeudamiento, o por los productos de sus empresas, y tal vez por eso, más que por razones de soberanía o autonomía se impulsa la reforma eléctrica pues la CFE mira como los grandes consumidores emigran hacia la autogeneración y sus esfuerzos son inútiles para disminuir fugas y cartera vencida, en tanto crece su pasivo laboral por el alto costo de sus pensiones y la mala negociación de las condiciones de jubilación.
Es un mal cálculo pensar que aumentando la cartera de clientes será suficiente para reponer sus finanzas, sobre todo si para hacerlo tendrá que comprar (expropiar) las instalaciones que los generadores de energía privada tienen, para alcanzar el 56% de generación pública que la reforma contempla. Tan solo para este último punto, serán insuficientes los miles de millones que se le asignan en el actual presupuesto. En aras de la soberanía y la autosuficiencia se avizora un pésimo negocio.
De igual forma, el proyecto de autosuficiencia en gasolina, dejará a PEMEX y a la nación, sin el ingreso por la exportación de petróleo y es dudoso que los ahorros que se obtengan por la no importación de gasolina, compensen el costo de la refinación y el sacrificio del no ingreso de divisas petroleras.
Es evidente que otra deberá ser la fórmula que la Secretaría de Hacienda aplique para reducir el déficit, o al menos evitar que siga creciendo, pues es claro que estos dos organismos seguirán consumiendo recursos públicos y también es innegable que la administración pública ya no soporta mayores recortes sin menoscabo de la ya debilitada y deficiente estructura burocrática.
Por otra parte, según estima el FMI, la deuda bruta del gobierno en 2021 se ubicará en 59.8% del PIB, pero irá en ascenso hasta llegar al 60.9 en 2024, que es un nivel de riesgo para la calificación crediticia del país, tomando en consideración la política seguida en materia energética.
Se ha anunciado que los Estados recibirán un incremento de 4.7% en sus participaciones y eso palidece ante una inflación que rebasará los 7 puntos. En un gobierno federal, la fortaleza debiera devenir de la potencialidad de los estados y no al revés, que ellos dependan de lo que el centralismo les ofrece. Poco pueden hacer las entidades con regulaciones centralistas para la inversión productiva y la explotación de recursos naturales, o con convenios fiscales que debieron haberse revisado hace tiempo.
El panorama no luce agradable al inicio del año, pero las cuentas no casan como para esperar tiempos mejores, pandemia o no, vacunación o no. La reactivación económica que el gobierno espera para mejorar su ingreso no habrá de llegar en este sexenio y el bienestar habrá de quedarse en el discurso presidencial, y no por falta de recursos, sino por el dispendio y dilapidación de los mismos. El déficit seguirá creciendo pues hay un evidente desfase entre lo deseable y lo posible, que ojalá no derive en actos desesperados de un gobierno gastador, ávido de recursos y corto de soluciones.