Sabino Medina
El oportunismo político de todo tamaño, color y sabor, anda que se quema las habas por marcarle directrices, estrategia y política pública al gobierno de la república; para ello se valen de artimañas ideológicas circunstanciales, según convenga al caso que quieren alzar, o frenar u ocultar la atención del país y del exterior.
El periodismo y algunos intelectuales, quienes eventualmente practicamos esta actividad, olvidamos una cuestión harto importante, algo que se ha dilucidado críticamente, consistente en lo que refiere a que la “crítica de la crítica crítica”, casi siempre crea su objeto, se cree trascendente y trascendental en sí misma y por sí misma y, esto último está alejado de toda realidad.
Por eso vemos a diversos personajes de una y otra postura, pronunciando juicios fundamentales, absolutos y, por lo tanto, producto de un subjetivismo excesivo.
Que si es el Presidente de México así y azas, que el autoritarismo y las autonomías, como si el Estado político actual, a nivel federal y estatal formaran una realidad concreta uniforme, donde bastaría con opinar para que cambie el nivel de ingreso de los mexicanos, o la producción y el valor de la producción nacional y esto no dependiera de nuestras relaciones y el lugar que ocupamos en el concierto del capitalismo mundial, según las condiciones de expansión o contracción de dicho desarrollo y un sinfín de cuestiones superestructurales “normales y emergentes, como esto de la pandemia que ha venido a incidir sobre la vida en general de la población mundial.
Por eso vemos con razonada reserva unos y otros pronunciamientos que se agitan dentro de la batea política nacional, partidaria y no partidaria.
Que Monreal o Dante Delgado digan esto y aquello, o Porfirio Muñoz Ledo, escriba un folleto a modo de libro hablando de autoritarismo y una y mil cuestiones adjetivas a las condiciones de la economía y la política mundial que, digamos de paso, nunca abordan ni cuestiona, todos ellos resultan personajes histriónicos, casuísticos, accidentales y sin relevancia alguna, como no sea el tornar más espesa la confusión social y política momentánea, sin que pasen de ahí.
En tales condiciones la violencia resulta un hecho inexplicable, casi mágico, por no decir metafísico; como si la vida social acabara de surgir y empezara la hora del juicio final en lo político y en lo económico, cuando la verdad es que los procesos de la economía y de la política van a seguir producidos y guiados por las fuerzas productivas y por aquellas fuerzas históricas que en verdad tengan poder de organización y voluntad para cambiarlas según el caso.
Refirámonos sucintamente a lo acontecido en Chile recientemente. ¿Quién estaba pensando en nuestro ambiente, que se avecinaba un cambio de estructura gubernativa, un viraje social y el advenimiento de un joven Presidente de la lejana región austral de ese pueblo de Neruda, el Presidente Gabriel Boric?
Los carabineros habían venido aplastando la movilización social y en la primera vuelta el candidato del fascismo se hallaba a la cabeza: ¿Quiénes advirtieron que eso cambiaría y que podría revertirse el proceso electoral? Nadie analizó que Santiago de Chile es una urbe de más de 8 millones de habitantes, casi de la densidad poblacional de Nueva York o de la capital de México, en una nación con poco más de 20 millones de habitantes en total, con una extensión territorial de menos de 100 millones hectáreas.
¿Quién ha estudiado la estructura agraria en poder del 10 % de esa población y la centralización y monopolización del crédito interno y externo de ese país que exporta en dólares y paga salarios en otra moneda de valor inferior a la divisa con que se intercambia y se capitaliza esa producción?
Por eso insistimos; es un inconveniente, desde cualquier punto de vista soltarle a boca de jarro a la población de Querétaro, empobrecida, un cobro de más de $2000 pesos por el reemplacamiento, en tanto el gobierno federal destina ingentes recursos en becas a jóvenes, población adulta, a las escuelas y en vacunas, en tanto los gobiernos locales de varias entidades se desentienden de estas políticas y quieren rehacer sus finanzas al modo de cuando los ingresos petroleros de México sumaban centenas de millones de dólares del barril de petróleo a un precio de 100 dólares el barril y se llegaron a exportar hasta 2 millones de barriles diarios, en tiempos de Fox y de Calderón.
Cerramos el paréntesis referido al asunto local de Querétaro, que puede hacerse nacional, sino se entienden las contradicciones y los problemas que enfrenta nuestro país, especialmente en las zonas y los Estados más desarrollados del centro, sur y el norte de México. Ojalá se bien entienda esto último en buena vibra, aún es tiempo de no meterle leña al fuego.