El 29 de julio de 1915, quienes seguían fielmente a Venustiano Carranza, — Álvaro Obregón, Pablo González, Jesús Carranza, Carrera Torres y Francisco Murguía— llegaron a Querétaro y, junto con él, y organizaron un gobierno, el cual encomendaron al comandante militar, general Federico Montes Alanís, como gobernador. Montes era un apreciado militar de ascendencia queretana, nacido en el vecino San Miguel de Allende, que había acompañado al presidente Madero en la marcha de la lealtad, y aunque había tenido algunas diferencias con los queretanos durante su gobierno provisional, en 1914, cuando todavía era coronel, por dictar ciertas medidas anticlericales y de orden público, su honestidad quedaba fuera de toda duda. Carranza y él dieron satisfacción a la población queretana llevando al paredón de fusilamiento a quien había robado objetos sagrados en el templo de La Congregación, aunque a los que habían quemado entre la calle de El Biombo, hoy andadero 5 de Mayo, y el jardín Zenea, veintiocho vetustos confesionarios sin valor de los templos de la ciudad de Querétaro, encabezados por Obregón y Pablo González, se les dejó sin responsabilidad. La doctora Guadalupe Zárate Miguel ha aclarado con suficiencia que se trataba de muebles sin valor artístico o histórico, que nada verdaderamente valioso había destruido o robado la soldadesca carrancista, aunque Valentín Frías escribió de verdaderos excesos y actos de vandalismo, como el que la soldadesca y gañanes se subieran a los coros altos de los templos y tocaran los órganos tubulares para interpretar “Marieta”, “La Adelita” y “La Cucaracha”.
Doña Virginia Salinas de Carranza, esposa del primer jefe revolucionario, llegó a Querétaro el 20 de agosto de 1914 y poco entusiasmo levantó entre las damas queretanas, ya que pocas fueron a recibirla a la estación del FFCC Nacional, donde decidió pernoctar en un carro dormitorio. El primer jefe permaneció en Querétaro, todavía sin tener casa apropiada para su alojamiento, por lo cual en forma improvisada tenía su residencia en la estación del Ferrocarril Nacional, al norte de la ciudad, y también arrendó otra que estuvo ubicada en la esquina de La Congregación con la Bajada de Guadalupe, actuales calles de Pasteur y 16 de Septiembre. Hasta que llegó a radicar definitivamente a Querétaro, en noviembre de 1916, Carranza alquiló la llamada Casa Mota para su residencia particular, la que está ubicada en la calle de Madero frente al templo de Santa Clara, acondicionada del año 2000 y hasta 2015 como Casa Legislativa. Esta fue durante la estancia de Carranza en Querétaro su habitación privada, mientras que el edificio de Madero 70, donde se encuentra el Archivo del Estado, fue el Palacio Nacional.
Los constitucionalistas eran llamados por los queretanos “prostitucionalistas y los de las uñas listas”. En otro orden de ideas, el gobernador Federico Montes, reglamentó todo lo referente a la verificación de los cultos religiosos, para que tuvieran observancia las Leyes de Reforma, y trató de impedir que el clero católico tuviera injerencia en los asuntos políticos, llegando a radicalizar sus medidas como las relativas a clausurar los templos y conventos, prohibir la celebración de oficios religiosos de manera total y parcial, según su criterio, ordenar el registro de los sacerdotes mexicanos en un padrón y expulsar del país a los de nacionalidad diferente a la nuestra. Una de sus acciones que causó profundo malestar fue la de cerrar el Colegio Civil, con antecedentes desde 1625, y cancelar la carrera de Leyes, misma que fue creada en 1827. Afortunadamente rectificó su infortunada medida gracias al consejo del grandísimo profesor Luis F. Pérez.
LAS SIRENAS DE TILACO
Grande fue la actividad que se desarrolló en esos meses de preparación del Congreso Constituyente para el magno acontecimiento, con recursos federales. El centro de la ciudad fue transformado casi en su totalidad, porque las calles que enmarcaban al jardín Zenea fueron pavimentadas (asfaltadas, no adoquinadas, ya que esto se haría en el sexenio 1943-1949) y se les dotó de una iluminación moderna con bellos arbotantes metálicos; instalación de drenajes, limpieza de canales y drenes, construcción de un gran colector, pozos de visita, ocho colectores secundarios y tanques, ya que la población sufría permanentemente de enfermedades gastrointestinales y con la llegada de tropas hubo epidemia de tifo desde 1914 y hasta muy avanzado el año1917.
El antiguo portal de Carmelitas, que había sido convertido en casa particular del gobernador porfiriano ingeniero Francisco González de Cosío, fue derruido en 1916 para ampliar la calle y alinear las casas, al poniente del jardín Zenea, ya nombrada calle Juárez, subsistiendo a la vez como la “avenida Juárez” la actual avenida Zaragoza, por lo que Querétaro contó en el tiempo del Congreso Constituyentes con dos importantes arterias con el nombre del Patricio de Guelatao. Aclaro a mis siete lectores (sumo al genial doctor Julio César Schara, científico y artista encargado del Instituto de Investigaciones Multidisciplinarias UAQ) que la actual avenida Zaragoza solamente se llamaba así desde la hacienda de La Capilla (avenida Tecnológico actual) y hasta la calle Juárez, donde empezaba a llamarse “avenida Juárez” hasta Pasteur y calzada de Las Artes.
LA CASA DE LOS PERROS
Carranza no fue un ídolo en Querétaro, sobre todo por los actos de barbarie que la soldadesca afecta a él cometió dentro de los templos, como el defecar en los altares, orinar en los cáliz, bailar, emborracharse, liarse a balazos o golpes, practicar sexo y organizar bacanales en el rincón más preciado por los queretanos como eran San Francisco y La Congregación. Para el católico común representaba una afrenta el que las soldaderas se robaran las ricas ropas sacerdotales para hacerse mantillas y nahuas o hasta monturas para su caballada. Querétaro poco vitoreó a Carranza durante sus estancias que fueron de 1914 a 1918, pero a Francisco Villa sí se le entregó con delirio porque éste jamás ofendió las creencias del rancio pueblo abajeño y reabrió las iglesias cerradas por el carrancismo. El más duro crítico de Carranza en Querétaro fue don Valentín Frías y Frías, cuya línea ideológica era la de católico intransigente, según estudios bien documentados del recién finado y estudioso Ramón del Llano Ibáñez. Les recomiendo la lectura pormenorizada de las efemérides de Valentín Frías de 1913 a 1925 que editaron la U.A.Q. y Condumex en tiempos de Garrido Patrón como gobernador. No tiene desperdicio dicha obra y podrán ver el odio exacerbado del catolicismo queretano hacia los carrancistas y el amor por Pancho Villa. Por cierto que la afición de Carranza por los baños termales de La Cañada lorquiana, los de Tequisquiapan y los de San Bartolo lorquiano no eran por almorranas sino por sus frecuentes ataques de gota y reumatismo. Don Venustiano sí se sentaba en las nubes, pero le hubiera salido más barato y rápido comprar Nikzon en todo caso.
Puedo decir que la ciudad padeció con el carrancismo la alteración de su vida cotidiana y la violenta interrupción de sus arraigadas costumbres religiosas, además de la importante pérdida de objetos de arte religioso, mobiliario, libros y documentos históricos. A pesar de los esfuerzos de Carranza y Montes por evitar el saqueo, las tropas ávidas de riqueza y hambreadas eran difíciles de controlar, a pesar de que la escena de fusilamientos se repitió otras cinco veces. Al unirse los protestantes al carrancismo, los católicos los culparon de todos sus males y les quemaron y saquearon su templo, recuperando éstos las bancas de madera que habían hurtado aquéllos del templo de El Carmen.