En el lenguaje de las prisiones hay una definición macabra: “el carcelazo”.
Es el ruido de la reja cuando se cierra y el reo queda, entonces sí, definitivamente aislado, comienza a comprender el significado interior de la pérdida de su libertad. Ese ruido es una señal y una advertencia. Los procesos previos lo han dejado solo y de nada sirven ni la solidaridad ni la conciencia de la injusticia.
El estrépito del metal contra el metal; los gritos lejanos, las voces léperas, la helada indiferencia de los muros, las celdas y el dolor humano, son lo único verdadero.
–¿Por cuánto tiempo?
En algunos casos, como dice el clásico australiano, Marcus Clarke, “por el término de su vida natural”. En ocasiones por menos tiempo.
El mes de diciembre se agita y con él se va un año canalla. La prisión preventiva oficiosa, sucedáneo cruel y abusivo del “arraigo” tan socorrido en administraciones anteriores, se le aplica a José Manuel del Río Virgen solamente por las instrucciones políticas del gobernador etimológico, Cuitláhuac García, respaldado por el presidente de la República.
Y se hace, ya por la noche, en el significativo día de los inocentes.
“…en Veracruz –escribió Ricardo Monreal, presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, de la cual Del Río es secretario–, se siguen violentando los principios del debido proceso y la presunción de inocencia. Lamentable el actuar del juez y de la autoridad del caso Del Río Virgen y otros. Seguiremos luchando por los perseguidos y los presos inocentes. ¿Dónde se desvió el propósito?
Esa última frase del senador Monreal es a un tiempo interrogante y acusación. Los procesos no se desvían, alguien los tuerce. ¿De quién era el propósito ahora abandonado pervertido?
Obviamente del Movimiento de Regeneración Nacional, cuya mutación se da con una pequeña variante de lo original. Han pasado los creyentes de la “Regeneración” a la “Degeneración”.
Su plan, como tantas cosas en la política, ha acentuado sus imperfecciones originales. Se ha corrompido, porque esa es una de las características del poder.
Corroe la conciencia y corrompe la conducta, hasta de quienes se ufanan de no ser ambiciosos vulgares, mientras su omnímoda condición sirve hasta para aliviar y lustrar la conciencia. Ante los ojos del poderoso, todos los actos emanados de su poderío emanados son justos, necesarios, buenos y útiles. Nadie reconoce los abusos.
La verdad, todos son iguales. Exactamente iguales.
Pero mientras el atropello determinado por el juez Francisco Reyes Contreras se consuma, al menos por un año, el Señor presidente habla de lo verdaderamente importante. No tiene valor la libertad de un hombre junto al gran proyecto nacional de la contrarreforma eléctrica:
“…No va a pasar absolutamente nada; votar en contra de la Reforma Eléctrica, es votar a favor de que sigan robando a México los que tiene concesiones para generar energía eléctrica y se puede decir que no roban porque esas eran (son) las condiciones legales que se crearon, pero independientemente de eso, es un robo”.
Dicho de otro modo, la ley lo permite, pero yo lo considero un robo.
Y –como si no lo supiera–, Monreal pregunta, “¿dónde se desvió el propósito? Y uno quiere creer, el propósito de un gobierno honesto, sensato, progresista, eficiente y todo el etcétera como le convenga a quien en este proyecto haya creído, porque de todo hay en este mundo, hasta quienes creyeron en este amasijo populista de patrañas, engañifas e hipocresía.
Dos mil metros más arriba de Pacho Viejo, se desarrolla otro drama de injusticia. Rosario Robles, también en el día de los Inocentes, se entera del tercer intento de liberación de su reclusión oficiosa; Juan Ramos, el segundo hombre en la fiscalía gertziana (“…los gertzianos llegaron ya…) confirma el pleito de callejón y resucita una denuncia anónima en contra del chivo cristalero, Santiago Nieto quien quizá ni siquiera llegue a estrenar su cargo de asesor en Nayarit.