Federico Arreola
Solo como broma del 28 de diciembre podemos decir que en nuestro país contamos con una clase empresarial digna de aplausos.
Hablemos de los mexicanos y las mexicanas que poseen fortunas inmensas:
- O bien son empresarios que heredaron las compañías que administran—es decir, no hicieron nada desde abajo—, como el señor del Oxxo que Andrés Manuel dijo en la mañanera de hoy martes ya ha pagado 10 mil millones de pesos de impuestos que debía. Por cierto, el señor del Oxxo, José Antonio El Diablo Fernández, para colmo ni siquiera es heredero directo, por así llamarlo: es heredero político, ya que el patrimonio gigantesco que con eficacia ha gestionado, pertenece a la familia de su esposa, no a la del conocido capitán de empresa poblano radicado desde hace varias décadas en Monterrey.
- O, como es el caso de Carlos Slim, son empresarios que debe admitirse no heredaron lo que tienen —aunque tampoco empezaron en cocheras sus negocios, ya que al menos el ingeniero Slim nació en una familia acomodada de la Ciudad de México—, pero… las cosas como son: su imperio surgió gracias a que su tocayo Carlos Salinas le privatizó una de las mayores empresas del Estado, Teléfonos de México; y no solo eso, sino que Salinas y otros presidentes le garantizaron a Slim condiciones monopólicas que este hombre, sin duda muy listo, aprovechó para llegar a convertirse en el gigante mundial que ahora es y que en estos días le permitió pagar impuestos, en México, por unos 28 mil millones de pesos generados en la venta de una empresa que tenía en el extranjero .
Son dos ejemplos muy representativos de la clase empresarial mexicana actual, que o bien heredó lo que posee o se enriqueció gracias a concesiones monopólicas, privatizaciones o contratos con el gobierno.
No hay en México ejemplos —al menos no entre las personas más ricas— de empresarios o empresarias verdaderamente audaces, con vocación por la innovación o que destaquen por sus revolucionarios desarrollos tecnológicos en medicina, telecomunicaciones o nuevas energías.
Querido presidente de México, Andrés Manuel López Obrador:
La clase empresarial mexicana solo puede ser considerada de primera por sus enormes fortunas construidas por sus antepasados, inclusive en la dictadura porfirista, o logradas en fechas más recientes gracias a los favores recibidos desde el gobierno.
Qué maravilla que ya paguen impuestos y se porten bien. Pero no son hombres y mujeres de negocios para presumirlos porque, bien analizadas las cosas, no aportan nada en términos de innovación.
Nuestros empresarios y nuestras empresarias no financian investigaciones para inventar vacunas o medicamentos de otro tipo, no desarrollan máquinas, no invierten en experimentos para tratar de crear nuevas fuentes de energía, no están a la vanguardia en el conocimiento relacionado con el internet…
Supongo, presidente, que por falta de tiempo o de recursos no planteaste entre tus transformaciones crear condiciones en el sistema económico, sobre todo de sana competencia y financiamiento, para promover el surgimiento de emprendedores con buenas ideas.
Ha habido en anteriores gobiernos programas para eso, pero fueron pura tontería, la verdad sea dicha. Sus resultados los delatan: nada lograron.
No podría yo sugerir ninguna acción concreta para apoyar a hombres y mujeres jóvenes con talento y ganas de emprender aventuras empresariales realmente innovadoras. Pero tu gobierno, Andrés Manuel, no debería batallar para encontrar el camino. Con buena asesoría, sí, construir el instituto de apoyo empresarial que haga falta. No será tan caro. Puede financiarse con un poco de los impuestos que ya pagaron El Diablo, Slim, etcétera.
Hay que dar el primer paso en esa dirección. Para que no tenga excusa y dé el segundo paso la persona que quede en tu lugar en la presidencia, Andrés.
Urge una nueva clase empresarial. Los empresarios y las empresarias que tanto visitan el Palacio Nacional no harán nada para una renovación del sistema en lógica innovadora. Entonces, debe hacerlo el gobierno. Es de vida o muerte para la nación. Porque solo con los hombres y las mujeres de negocios que tenemos México seguirá a la deriva.