Recientemente tuvo lugar en Glasgow, Escocia, lo que podríamos llamar la Cumbre del Medio Ambiente (Cop26). Participaron más de cien países, todos comprometidos con el propósito de salvar este planeta nuestro de un devastador cambio climático. México envió una representación. Pero poco sabemos de su postura. Lo que sí nos es sabido es la insistencia del gobierno federal a emplear el carbón, pese a la predicción de quien presidió la reunión en el sentido de que ‘el fin del carbón está a la vista’. Es decir, tal parece que somos indiferentes a lo que en el mundo ocurre y de que, al menos en ese grave asunto no estamos dispuestos a una transformación alguna; a dar, por ende, un paso adelante en cuanto al uso de energías limpias; que, por el contrario se hostiga a las empresas que hacia allá dirigen sus inversiones multimillonarias: Oxxo, Walmart… y lo que nos importa es el control obsesivo de todo aunque eso signifique envenenar al país.
Por otra parte, el gobierno federal no parece comprender que Pemex es una empresa en bancarrota, que es una de las diez compañías más endeudadas del mundo: 115 mil millones, con pérdidas de más 77.244 millones, en un momento histórico en el que el petróleo está cerca de ser una fuente de energía a punto de irse al basurero: el uso de los vehículos eléctricos es una prueba, lo cual no obsta para continuar con la caprichosa construcción de la refinería de Dos Bocas, que es, en eso, también una expresión de la voluntad oficial de anclarse en el pasado.
Por el prejuicio enfermizo de que la corrupción es un Mal que corroe toda empresa privada, así sea, la más honesta, el gobierno federal ha descartado la compra de medicamentos a laboratorios mexicanos. Considerando que la adquisición a las empresas extranjeras es la única opción, ha recurrido a ellas trayendo como consecuencia un indeseable desabasto. Pero entonces busca en la ONU la alternativa, pero sólo encuentra ahí medicamentos con el sello de caducidad. Total, nada le resulta. Y lo que vemos es un desabasto de medicamentos oncológicos, de insulina para quienes padecen diabetes, para solamente citar dos ejemplos. Y esto me consta porque tengo amigos que juntan peso a peso para adquirirla. En suma, México vive los peores momentos de su historia por esa ineptitud moralizante. Por fortuna, como siempre, remato esta modesta columna diciendo: nada ni nadie es para siempre. Quiero decir que la risible llamada 4T es un episodio deplorable, pero al fin perecedero. Chatarra por doquier, como un deshuesadero.