En las elecciones del 21 de noviembre pasado, en Chile ganó el ultraderechista José Antonio Kast frente al candidato de izquierda Gabriel Boric, y ambos competirán en diciembre en una segunda vuelta para definir al próximo presidente. En Argentina, por otra parte, en los comicios locales, el candidato radical Javier Milei se ubicó como la tercera fuerza en la ciudad de Buenos Aires y ganó una posición en el Congreso. ¿Cómo podemos entender estos resultados? ¿Por qué las y los votantes se acercaron a las opciones de derecha extrema?
En las elecciones generales de Chile, el ultraderechista Kast se ha pronunciado en contra de las personas migrantes y en favor de un gobierno mínimo; es nacionalista, defiende el fortalecimiento de las acciones de las fuerzas de seguridad para imponer orden y se ha pronunciado por abandonar las Naciones Unidas. Se identifica con el presidente brasileño Jair Bolsonaro, el exmandatario de Estados Unidos Donald Trump y el grupo político español VOX. Es la segunda vez que participa en la elección presidencial; en su primera candidatura, en 2017, obtuvo el ocho por ciento de la votación. En esa campaña mencionó que, si Pinochet estuviera vivo, votaría por él.
En otro sitio del sur del hemisferio, en Argentina, el candidato libertario Javier Milei obtuvo más del 17 por ciento en Buenos Aires en las elecciones legislativas de noviembre. Milei tiene una posición ultraliberal en temas económicos y es conservador en lo político. Ha comentado que no generará impuestos, está en favor de la vida, la libertad y la propiedad. Propone un gobierno mínimo y menciona que se debe restaurar la seguridad frente al caos. Apareció a mediados de la década pasada con un discurso “diferente”. Se define como anarcocapitalista y propone una intervención mínima del Estado. Milei aboga por la desregulación del sistema financiero y la supresión del Banco Central. Por otra parte, se ha mostrado favorable respecto a la tenencia de armas y la legalización de las drogas, aunque está en contra del aborto voluntario y no cree en el calentamiento global.
Posibles explicaciones de la votación por la extrema derecha
El manejo de las emociones puede influir en la manera como las personas votan. En Argentina se habla de un contexto de disgusto o franco rechazo a los liderazgos tradicionales. Tanto la derecha libertaria como la izquierda, antes ajenas a la escena política, tuvieron más votos. En Chile se comenta también que hubo un acercamiento a figuras nuevas que responden a los “peligros” de los extremos políticos.
Otra idea determinante en la elección chilena, apuntan voces académicas, es la garantía del orden y la seguridad, que el candidato de derecha ha sabido utilizar a su favor. Asimismo, analistas explican que Kast está canalizando el enojo y la frustración de las clases medias que se manifestaron en las protestas de 2019. Se hacen presentes el malestar, el desencanto, la reacción ante las medidas de protección por la pandemia de COVID-19 y la crítica situación económica. Tanto en Chile como en Argentina, la derecha extrema les ganó votos a los moderados.
La extrema derecha surge como una reacción a los gobiernos anteriores, al pasado, por eso suele atraer a la juventud, ya que les ofrece soluciones pragmáticas en temas de acceso a vivienda o empleo estable. Por otra parte, la ultraderecha suele atraer más a los hombres, en gran medida por el discurso antifeminista y en contra de la diversidad sexual. La religión también ha cobrado importancia, pues los candidatos de derecha se presentan en defensa de los valores tradicionales, en contraste con la preocupación de la izquierda por los derechos humanos, las minorías o la diversidad.
Al final, en el caso de Chile —y en el de Argentina—, cualquier candidato tendrá que buscar, en principio, a las y los simpatizantes cercanos para ganar. Ante la contienda final por la Presidencia en diciembre próximo, la victoria sólo será posible con la unión de las fuerzas políticas, pero no si persiste la fragmentación. Ahora, para gobernar será indispensable, sin distinción de posición política, negociar con un espectro más amplio, que no está en los extremos.
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