Dos grandes misterios impiden el sueño de muchos mexicanos.
No; en este caso no se trata, como en la duermevela presidencial, de la escasez crónica de medicamentos, signo distintivo de la ineptitud, también crónica, del gobierno, no.
Se trata de indagar en las profundidades de la veleidad, por qué fue nombrado Arturo Herrera, secretario de Hacienda; y después gran candidato al gobierno del Banco de México y luego echado a la cuneta como material de desecho de la incipiente (e insipiente) Cuarta Transformación de la vida nacional.
Puros misterios, obscuros arcanos, penosas lucubraciones.
También valdría la pena saber los motivos del señor Herrera para resistirlo todo, soportar las humillaciones presidenciales y seguir tan campante. No diremos alegre de la vida, porque desde la ocasión de su nombramiento en sustitución de Carlos Urzúa, Herrera apareció en público con una cara entre compungido y estreñido.
Todos recordamos aquel aciago 2019, cuando López Obrador le tundió varios rapapolvos durante las mañaneras. Primero en contra de las declaraciones del secretario de Hacienda a la prensa extranjera, sobre el futuro de la construcción de la refinería de Dos Bocas, y el segundo –pero no último—, cuando lo desmintió sobre el restablecimiento del impuesto de tenencia y uso y de automóviles.
En todas las ocasiones Herrera se tragó el sapo con fingidas sonrisas marca rictus o con el semblante inolvidable del día de la anunciación de su cargo frente al tesoro nacional.
Pero su ingesta de batracios no iba a terminar ahí. Vendría lo peor.
Engatusado con la idea de gobernar la banca central, Herrera presentó alegremente la dimisión forzada a la secretaría de Hacienda. Fue un secretario tan fugaz como intrascendente. Como ya se ha dicho, lo único notable fue su tolerancia al sobajamiento.
Pero cuando sus sueños lo transportaban al hermoso edificio diseñado por Carlos Obregón Santacilia en la calle del Cinco de mayo, la ilusión se reventó. En agosto de este año –según dijo Ricardo Monreal–, la presidencia de la República le informó al poder Legislativo del retiro de su propuesta.
–¿Por qué se supo hasta ahora y eso a partir de una columna periodística de Carlos Loret de Mola?
Nadie lo sabe, porque está dicho: en este gobierno nunca se conocen las razones finalidades o impulsos; motivaciones o caprichos para hacer una cosa o la otra. La única regla inamovible es la voluntad, el talante o el humor presidencial de cada mañana.
Y otra materia causante de cavilaciones es la insistencia en colocar en la Corte a Loretta Ortiz, quien a pesar de sus conocimientos jurídicos (tema innegable), carece de otras capacidades.
Su mentiroso fracaso en los foros sobre seguridad y pacificación durante el periodo transicional, habrían sido suficiente para insistir en sus oportunidades, pero hay rincones donde anida la gratitud y el presidente los tiene.
¿Basta eso? No, no basta, pero cómo ayuda.
Hoy el sector financiero va cambiando de color. La presencia de Ramírez de la O en la secretaría, la salida de la subsecretaria de Egresos, Victoria Rodríguez Ceja de Hacienda y su repentina elevación a la cima del sistema como súbita gobernadora de la Banca Central, permite advertir un matiz colorido y moreno.
La trayectoria de esta mujer a la cual se debe la estabilidad nacional (dijo el presidente), asombraría a cualquiera: fue directora de Finanzas del Metro. Lo extraño –a la luz de sus talentos–, es no haberla nominado hace meses.
Por si fuera poco también en la Comisión Nacional Bancaria hubo tintura: (en octubre) echaron a Pablo Graf y colocaron a Jesús de la Fuente Rodríguez, cuyas primeras declaraciones fueron sobre la nula tolerancia ante los delitos financieros.
Y si faltara algo en el sector hacendario, pues ahí está Pablo Gómez en la Unidad de Inteligencia Financiera, siempre dispuesto a luchar por la prevalencia ideológica.